Caminaba lento, empujando un carro de supermercado cargado con cartones, botellas y trapos. Cubierto en pleno enero, con lo que había sido un sobretodo militar y debajo varios sweaters deshilachados como el ruedo de sus pantalones.
Pedro,
el cartonero, era el personaje del
barrio, como las palmeras de la plaza o la casa abandonada del que había sido
el intendente y al que habían dado muerte y nunca se supo quién.
Algunos
vecinos le preparaban bandejas con comida y le regalaban ropa que nunca usaba,
la guardaba, según decía, para ciertas ocasiones importantes.
Aferraba en su mano
izquierda una cadena fina que arrastraba por el suelo y cuyo último eslabón terminaba
en una lata vacía de duraznos. Pedro caminaba y cadena y chapa, esparcían un sonido
molesto por las calles tranquilas del barrio. Cuando algún vecino se quejaba
del ruido, la levantaba y la llevaba apretada contra su pecho. ¿Cuál era el
sentido de esa lata, compañera importante de sus recorridos por las calles?
Pedro
era parte del paisaje y de tanto verlo a
ninguno le llamaba la atención su lata con cadena, consideraban que era
otra de sus rarezas de viejo loco.
Una
tarde que cruzaba la Avenida, más lento que de costumbre, un colectivo evitó arrollarlo
y aplastó la lata de duraznos, que quedó convertida en un montoncito de chatarra sin forma. Al verla, el grito de
Pedro fue un alarido que le desgarró el pecho y que se alzó sobre las casas,
agitó las palmeras y detuvo el tiempo en
ese instante. Corrí hacía él pensando que estaba herido, lo encontré sentado en
el cordón de la vereda, abrazando su
lata de durazno ya sin forma.
—¿Qué tenés Pedro, por
qué lloras si no te pasó nada…?
—El Chicho, mi perrito,
lo mató el colectivo.
Lloraba desconsolado
mientras abrazaba lo que quedaba de su lata de duraznos vacía.
Reeditado.
17 comentarios:
Que triste. Un beso
Al final se obsesionó con su lata.
Un saludo.
Singular, sentido, extraño ... siempre bello cuando de sus versos se desprende un amor loco.
Un abrazo, MariaRosa.
Hay mucha ternura en este relato.
Un abrazo.
Qué lindo, aunque el final no sea alegre del todo. Un besote, feliz noche.
Uy me conmovió pensé en mis perritas. Te mando un beso.
Cuanto sentimiento se puede dar a un objeto. Tierno y muy triste a la vez.
Buen miércoles.
Un abrazo.
maria rosa, un cuento triste pero bello.
Uno se aferra a algo y su mente perdida se aferro a esa lata viendo en ella a su perro.
Siempre es lindo leerte mi querida amiga, eres muy tierna.
Cariños y besos
Ay qué triste María!
Muy bien narrado por cierto.
En todo caso, me hizo acordar a mi hija que cuando tenía unos 10 años-poco más o menos- se había hecho un perro con una botella de plástico de dos litros. Le había enlazado una correa y le había puesto un nombre.
Pero...¡ella tenía claro que no era un perro! Era su manera de extorsionarme para que yo la dejara tener un perrito en casa. Me decía que estaba enloqueciendo, que necesitaba un cachorro. ¡Era tremenda! jaja
Beso va
En ciertas circunstancias de la vida, se crean, creamos, "realidades" tan reales como la vida misma. Y sí así son y a nadie molestan, a qué no tenerlas en cuenta...
Hay "cuerdos" con colecciones de "realidades" que más les valdría asentar la cabeza.
Un relato extraordinario. Y la satisfacción de ver que vuelves al ruedo del compartir.
Abrazo Mariarosa.
Cuanta tristeza hay en tu relato amiga, a su manera Pedro tenía compañía con su lata-perrita.
Un abrazo.
Ay que ternura de cuento María Rosa, me ha recordado la película de Tom Hanks, Naufrago, cuando se le perdió en el mar el balón Wilson, creo que le llamaba.
Me ha encantado lo que has escrito y me ha dado lástima de que le aplastaran su latita.
Siempre un placer leer tus historias.
Un abrazo.
¿Cuánta soledad, cuánta tristeza, cuánto dolor, hacen posible que una lata pueda convertirse en una perrita?
Tu narración me parece genial.
Besos.
Nunca terminamos de comprender las acciones de aquellos en quienes no pensamos más que ocasionalmente.
Me parecía raro, sí, que no lo siguiera ningún perro. Por aquí los cartoneros siempre van acompañados de dos, tres o más perros.
Saludos,
J.
Muy triste a la vez.
Me encanta leerte y aunque nunca te veo por mi casa te admiro abrazo
Hola Mariarosa, triste la historia de Pedro, aferrado a su acompañante perruno. Te deje comentario pero desapareció. Quizas se fue al spam?
Un abrazo!
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