lunes

Desde otra dimensión



 

El viaje se había transformado en una tortura, me había extraviado, la ruta dejó paso a un camino de tierra donde el horizonte era un círculo y yo un punto en el centro.  La refrigeración del auto no funcionaba. La  blusa  se   pegaba a mi espalda y en mi afán de respirar frescor, abrí las ventanillas, un viento caliente,  cargado de arena y plumerillas, golpeó  mi cara y automáticamente cerré. 

Había dejado atrás Bahía Blanca y, luego de dar varias vueltas,  comprendí que  la maraña de rutas de tierra por las que había transitado, llevaban a cualquier parte.  A lo lejos descubrí  lo que parecía ser un pueblo y una  estación de trenes.  Era fuego el campo.  Bajo unos sauces, dejé el coche. La estación de trenes estaba abandonada y los cardos silvestres crecían entre las grietas de cemento del andén y se inclinaban de cualquier forma, agotadas por la falta de agua y el calor.  A un costado algunas casa destruidas por el viento y el abandono, le daban al lugar una apariencia de película de misterio.

El desánimo era un fantasma creciendo a cada paso y la orfandad se respiraba con el olor a menta y lavanda creciendo entre los rieles. La calle principal de lo que había sido un poblado,  terminaba en una capilla, única edificación en pie.

Caminé hacia ella. Empujé la puerta que se abrió con un chirrido a oxido. Ni un banco, ni la mesa del altar quedaban en el salón. Sobre  la nave central,  el sello de lo que había sido una enorme cruz marcaba la pared.  La rotura de los vitro dejaba entrar las ramas de los arbustos y los rayos del sol, eran un abanico iluminando las paredes sin color. A la izquierda,  una escalera destruida mostraba su esqueleto de hierro y escombros. No quedaban escalones ni  paredes, y arriba, como sostenida en el aire, una campana. Me estremecí al pensar que ese pesado bronce  cayera sobre mí y escapé.

 

Regresé a la estación de trenes. La campana comenzó a sonar, me detuve y al volverme, la vi hamacarse suavemente. No podía creer lo que veía y escuchaba. Una nube oscura había cubierto el sol, el clima había cambiado y una brisa helada surgió de pronto estremeciéndome.  En la estación, me aguardaba  otra sorpresa.

Un empleado del ferrocarril, vestido con un impecable  uniforme azul, me sonreía de pie en el andén. Se acercó.

—Señora,  en diez minutos llega el tren que va a Puelches —dijo haciendo un saludo.

—No espero el tren. Estoy de paso, dejé mi auto bajo los sauces. ¿Por qué suenan… las campanas? —pregunté tartamudeando.

El hombre miró su reloj y respondió:

—El Padre Domingo llama a misa.

Iba a decirle que la capilla estaba abandonada y casi reducida a escombros, cuando el silbato de un tren  me sobresaltó.

Sobre una nube de vapor, divisé  una máquina, seguida de vagones, que  con una estridencia de frenos entró en  la estación. Tras  las ventanillas  de un gris descolorido,  se adivinaban sombras quietas. Quedé impactada mirando el tren y sin poder moverme, mis piernas parecían de madera. El silbato dio la señal  y la máquina lentamente se fue alejando, levantando un viento que elevó las hojas, y las hizo aletear en el aire como aves multicolores. Sólo quedó una nube de humo, igual a un pañuelo que se iba desvaneciendo en el horizonte.

Cuando reaccioné, el empleado del traje azul, se había esfumado, como unos instantes antes  el tren.  Regresé al automóvil y rápidamente me alejé. No había cubierto cien metros cuando al mirar por el espejo retrovisor y ante mi asombro, la estación del ferrocarril y el pueblo  habían desaparecido.

 

 

 Reeditado.

 

17 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Muy impresionante. Un beso

Cabrónidas dijo...

Por cosas como esta yo siempre cojo el coche o el avión.:)

Alfred dijo...

Entraste en otra dimensión del espacio-tiempo.

Un abrazo.

Rafael dijo...

Me suenan estas letras que no pierden ternura en su reedición. Gracias.
Un abrazo.

Lu dijo...

Mucho suspenso y un final tan inesperado cómo abierto.
Cada quien sacará sus conclusiones.
A mi se me ocurre que la protagonista entró en otra dimensión...
Muy buen relato.
Abrazo ¡buena semana!

Enrique TF dijo...

Me encantan tus relatos, Mariarosa, el final de los mismos, igual que el de hoy, son impresionantes e inesperados.
Magnífico, me encanta leerte.
Un fuerte abrazo.

Citu dijo...

Me gusto el relato. Tiene un toque melancólico. Te mando un beso.

El Sentir del Poeta dijo...

mariarosa, un relato excelente.
Me gustan leer tus relatos, tus cuentos, siempre dejan algo de sabiduría.
Cariños y besos mi querida amiga

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Genial e tu escritura que nos hace creíble las imágenes de sobresalto. Un abrazo. Carlos

Mª Jesús Muñoz dijo...

Un relato mágico, muy bien escrito, detallista y magistral, María Rosa...Podemos sentir la sorpresa y el asombro de la protagonista, que siente la cercanía de otra dimensión...Los espíritus del ayer permanecen cerca y a veces se hacen presentes.
Mi felicitación por esa constante superación en tus historias y poemas, amiga.
Mi abrazo entrañable y feliz día del libro, escritora.

Hada de las Rosas dijo...

Hola amiga, que tal! ese tren y el paisaje me llenaron de asombro. Entrelazaste lo inesperado y lo sobrenatural de manera fascinante.
Todo se fue transformando, primero la desolacion, despues la aparicion de la estacion de tren y el misterioso empleado, la campana que suena en una capilla abandonada, el cambio repentino en el clima y la aparición del tren fantasmal me mantuvieron en vilo.
Excelente tu estilo a tope, me encanta.
Te dejo un beso

Juan L. Trujillo dijo...

Tus entradas, si son de una nueva dimensión. Una dimensión que se acerca al "realismo mágico"
de la imperecedera literatura americana que utiliza el castellano.
Muy bello relato.
Besos.

Kasioles dijo...

Me has tenido intrigada hasta el final,tu relato me ha enganchado desde el principio y erizado mi piel.
Admiro y te felicito por tu forma de escribir, es el tipo de relatos que me gustan por que te mantienen alerta desde la primera línea que lees.
Cariños y buena semana.
Kasioles

Soñadora dijo...

Excelente relato Mariarosa, uno va imaginando todo cuanto describes.
Un abrazo

stella dijo...

Interesante y misterioso relato mariarosa, te mantiene en suspenso y al final deduces que sin apenas darse cuenta entró en otra dimensión
Me ha gustado mucho
Un abrazo

Ernesto. dijo...

Como dice Enrique, los finales de tus relatos son impredecibles.
Y como señala Juan L. Trujillo, todos ellos en su conjunto, "realismo mágico".
Abrazo Mariarosa.

Laura. M dijo...

De ahí había que salir sin mirar atrás. Bien nos intrigas.
Buen fin de semana.
Un abrazo.

La chica de la heladeria

      —La vida es un circulo, todo se repite —me dijo mientras cruzábamos la plaza San Martín, bajo un   tibio sol de otoño—   una tarde...