miércoles

Hasta pronto...


 Sean felices. Por un tiempo me tomaré un descanso.

Les deseo lo mejor, bendiciones para todos.

Maria Rosa.

viernes

Ella esperaba.


 


 

 

Ella esperaba.

A pesar de los años, ya olvidó cuantos, ella soñaba con el regreso de su amor.

Pasaban los inviernos y las manos se le helaban, se fueron arrugando, junto con sus sueños, pero ella esperaba.

Las primaveras llegaban con su tibieza y ella se vestía con colores alegres esperando.

Los otoños traían brisas que elevaban las hojas y las hacían jugar en su pelo y ella esperaba.

El verano la llevaba al río, la bañaba de luz en los largos días de calor y ella esperaba.

Las amigas se casaron y tuvieron hijos. Sus padres partieron al país de los sueños perdidos y ella seguía fiel a su amor.

Cuidaba los rosales, las azaleas y los jazmines, ellos seguían a su lado para regarle sus flores y perfumes.

Hasta que un día, él regresó.

Traía una rosa roja y masitas, igual que en los dorados domingos de la juventud y ella lo abrazó y lo besó como aquella primera vez. Espero que él le dijera por qué había tardado tanto, pero él, habló de su andar por el mundo y lo hermoso que había sido pasar de un país a otro y conocer sus bellezas, sus éxitos y su felicidad.

Rieron felices, ella preparó el café y él acomodó en un plato las masitas.

Esa noche se amaron, con la misma fiebre de la juventud.

Al despertar él la esperaba, es hora de preparar el café, le dijo. Ella sonrió. ¿No lo preparaste vos?

Él se encogió de hombros y tomó asiento esperando.

Ella se acercó cariñosa, lo tomó del brazo y lo acompañó hasta la puerta de calle. Lo besó con ternura, esta vez, sin pasión. Gracias, le dijo, se terminó el romance. Él abrió los ojos como monedas enormes, sin entender. Cuando le cerró la puerta en las narices, recién comprendió.

Ella sonrió y ya no esperó más.

 

 

miércoles

El murmullo del tiempo.


 

 

Era un canto que no lograba identificar, un murmullo, y no sabía desde dónde llegaba, daba la sensación que brotaba de las paredes. Di vueltas por la casa y en todas las habitaciones vacías, lo escuchaba.

Me pregunté si me estaba volviendo loca.

Regresaron a mi memoria las palabras de mi padre: “El pasado es como un pozo negro, si te acercas demasiado te puede absorber”. Intenté salir y al hacerlo la casa comenzó a cobrar vida, las paredes se cubrieron de cuadros, en la cocina, la mesa y las sillas, los muebles y ese olor  a vainilla de las tortas de mi madre, todo regreso y fue nuevo.

En el parque que rodea la casa, los arbustos habían cubierto parte del césped, la variedad de verde era un llamado a tenderse sobre él y cerrar los ojos en un descanso eterno, sobre una de las paredes la enredadera de un jazmín del país florecía  en ramilletes blancos que perfumaban el aire,  me sentí abrazada por esa naturaleza que había crecido sin que nadie cuidara de ella.

¿Qué intentaba la casa?

¿Convencerme de que debía quedarme allí?

Abrí la puerta, salí y mientras cruzaba el jardín, el murmullo creció, identifiqué las voces de mis hermanas cantando aquella vieja canción de nuestra infancia. Era verdad, el pozo negro  intentaba absorberme, cerré la puerta de calle, le puse doble llave y desde la vereda vi que el cartel de venta de la casa, relucía bajo el sol con reflejos que caían sobre él y se elevaban como los rayos de un abanico.

Con lágrimas, dije adiós al ayer, mientras me alejaba, las voces se fueron perdiendo en la tarde, no quise mirar atrás, ya nada quedaba, solo una casa y sus fantasmas. Apuré el paso, el mundo real me estaba esperando.




Cuento reeditado.

martes

Los vestidos.

Los relatos fantásticos no se pueden explicar por medio de la razón, tienen algo sobrenatural o mágico, por eso llevan ese nombre.”

mariarosa

 

LOS VESTIDOS.

Fue a comienzos de la década del 2000. Con la recomendación de una amiga entre a trabajar en el museo de la moda del cine.  

La tarea que me encomendaron era mantener los vestidos cuidados del manoseo de los visitantes y cada tanto renovar los modelos en los maniquíes, controlar si alguna puntada se soltaba debido a los años y al cansancio de ciertas telas muy delicadas. Pronto habría una muestra de la moda en el cine y el museo se preparaba con sus mejores galas.

Cada vestido debía llevar el nombre de la actriz y en qué película lo había lucido. Algunas creaciones era obras de arte para las cuales no pasaban los años.

Llegó el día del evento.

Al renovar un vestido y colocarlo en el maniquí no pude evitar quedar admirada de su belleza, era de encaje y gasa en color natural, detalle que lo convertía en un deleite a los ojos. Preparé un segundo vestido, para colocarlo frente al primero, quité un tercer maniquí, me dije que dos vestidos tan finos debían lucirse solos, para que las visitas del museo admiraran la finura y elegancia del diseño. Terminé de acomodar el segundo vestido, era de encaje negro con un profundo escote que terminaba en una rosa roja, mi admiración hizo que no supiera cuál era el más hermoso.

Al día siguiente se reabriría el museo para la muestra y todo debía estar en perfecto orden. 

Salí pasadas las 23hs, satisfecha con el trabajo realizado. Pedí un taxi. Esa noche descanse como un ángel.

No imaginaba lo que me iba a encontrar al día siguiente. Al llegar encontré a la coordinadora de la muestra y mi jefa; furiosas, gritaban, me acusaban y yo no entendía nada. Me arrastraron hasta el salón que había decorado la noche anterior y al entrar tuvieron que sostenerme para evitar que cayera de espaldas. Los Maniquíes en el piso y los vestidos hechos jirones.

¿Qué había pasado?

No entendía nada.

Expliqué mi trabajo de la noche anterior y que al retirarme todo había quedado en perfecto orden.

Nadie me creía. Me acusaban que intente boicotear la muestra, hasta me preguntaron quien me había pagado para hacer semejante daño.

Me dejé caer en un sillón llorando desconsolada, alguien se sentó a mi lado y me dijo:

-No fue tu culpa, simplemente eres demasiado joven para entender ciertas cosas, nadie va a creer que enfrentaste en el salón a dos mujeres que en vida se odiaron mutuamente, esos vestidos debieron estar en salones distintos, los que te digan que los fantasmas no existen, relátales lo que sucedió en este museo.

-No la entiendo…

La mujer sonrió.

-Tengo suficiente edad para saber de qué te hablo, fui actriz y las conocí a las dos, se odiaban.

-Sigo sin entender, ¿quiénes eran las que se odiaban?

-Dos actrices famosas en su época y enamoradas del mismo hombre, su rivalidad y su odio las destruyo, el hombre que amaban, al no soportar tanta persecución se fue del país, solo y sin trabajo, murió en Italia. A ellas nadie las volvió a contratar, murieron muy viejitas, maldiciéndose y jurando volver del más allá para vengarse.

-¡¡Dos locas…!!

-Dos enfermas, practicaban la magia negra y eso las enloqueció.

-¿Usted cree que ellas destruyeron los vestidos?

-No lo afirmo, pero tampoco lo niego…

 



 

lunes

El Heredero.


 

 

 

Llegó pálido, más pálido que de costumbre.

—¿Ya está? —la  voz de Gina denotaba ansiedad.

—Sí —dijo y se desplomó en la silla.

—¿Lloró, clamó  piedad?

—No y eso fue lo peor. Me miró como si me estuviera esperando.

Dejó el arma sobre la mesa.

—¿Sabía?

Él se rascó la cabeza, la miró y sin poder contenerse rompió a llorar. Ella insistió:

—¡Habla tarado!

No lograba articular palabra, se le ahogaban en la garganta.

—No seas estúpido, ¿cómo que te esperaba?

—Me miró directo a los ojos y dijo sin gritar; sabía que algún día ibas a venir, no imaginé que fuera tan pronto. En el cajón de la cómoda están los documentos.

—¿Los trajiste?

Roque no respondió. Del  bolsillo interior del gabán, sacó varios papeles y un sobre, los dejó sobre la mesa. Gina se abalanzó sobre ellos. Leyó en voz alta.

—Declaro como mi único heredero a mi sobrino; Roque Salvador García Méndez. ¡Al fin vieja podrida! ¡Al fin!

Bailó por la habitación con los papeles aferrados a su pecho. Parecía una loca, una poseída. Él seguía sentado mirando el suelo. Se detuvo ante  Roque y preguntó:

—¿Qué más te dijo?

—Nada.

Se puso de pie, la tomó por los hombros y la acercó.

—No me dijo nada, sólo me mostró algo —en un gesto rápido empuñó el arma que había dejado sobre la mesa y disparó.

Ella cayó al piso,  con la sorpresa  dibujada en su cara. Roque abrió el sobre, un grupo de fotos se diseminaron sobre la mesa. Gina y un hombre desconocido se besaban en una, en otra bailaban o hacían el amor y así en todas. Le arrojó las fotos en la cara.

Gina boqueaba sangre, intentó hablar, sólo pudo decir: ¡Vieja podrida!

 


 

 

domingo

El viaje.


 Pintura de Winslow Homer.

copiada del blog: https://angelesyrosas.blogspot.com/



 

 

Al fin había llegado.

Se dejó caer sobre la arena, la beso, miró las palmeras, el cielo azul y dio gracias a Dios por haber llegado sano y salvo. Miró sus manos, los pies, heridos por la sal del mar y el esfuerzo que fue correr hasta la Bahía y esperar que la oscuridad cubriera la playa, quedó en silencio como un animal agonizante, dejó pasar el control de la guardia costera, calculó su llegada a la zona de los bares, allí era seguro que bajarían a beber, no se equivocó.

Sacó su canoa y se largó al océano, era un pez abriéndose camino entre las olas, la luna se escondió entre las nubes ayudando su partida.

Dejó atrás al pueblo que lo vio nacer, la miseria y la angustia de ver a su madre trabajar en el campo como bestia de carga, debía salir del hambre y la violencia de un gobierno de asesinos, si la suerte lo ayudaba, en pocos años la mandaría a buscar.

No tenía idea de cuántos días había navegado, dos, tal vez tres…el sol y la sal le quemaron el cuerpo, pero nada importaba, había llegado. El olor del mar mezcla de yodo y pescado le llenó los pulmones, era el olor de la libertad.

El hambre crujía en su estomago, las nauseas y la sed le secaba la boca, su lengua parecía de cartón, días sin comer ni beber, con esfuerzo se puso de pie y a pocos pasos lo vio. ¿Sería un espejismo? Era un coco, eran varios bajo la palmera. De la canoa sacó su cuchillo y comenzó la tarea, bebió y comió, escondió la canoa entre unos arbustos y a la sombra se quedó dormido. Mañana buscaría el pueblo más cercano y con suerte comenzaría una nueva vida.


viernes

La barca.



 

Duerme la barca  a un costado de la playa, huele a pescado su madera vieja, la visitan las gaviotas que le cuentan historias que traen de otros lares  y entre el murmullo del mar, y el picoteo de las aves buscando restos de peces,  se va quedando dormida.

Al anochecer,  las rudas manos del pescador la quitan de su ensueño. Hay que trabajar, le dice, mientras acomoda las redes y le canta en un dialecto extraño, que ella no entiende, pero que le gusta  escuchar  mientras van entrando  al mar. El vaivén del océano la mece, revive su cuerpo  sumado de años donde la vida y la sal dejaron sus huellas.

A veces intenta recordar  aquel bosque donde nació, cuando era un árbol alto y fuerte, y pretendía crecer  para llegar al sol, las imágenes se pierden, vienen y se van, son siempre las misma, las que han quedado retratadas en su memoria frágil de una barca vieja.

Es feliz, sabe que es útil, que renace cuando mira de soslayo el dorado del amanecer que anuncia que la tarea fue cumplida.  Al regresar cargada de peces, el pescador le habla, le agradece y se aleja con su carga cantando  la misma canción que sólo él entiende, mientras ella se duerme abrazada por el sol.




Hasta pronto...

 Sean felices. Por un tiempo me tomaré un descanso. Les deseo lo mejor, bendiciones para todos. Maria Rosa.