Te vi aparecer rodeada de una bruma de años y nostalgia,
caminabas lentamente; en la puerta, te detuviste insegura, y yo que te conozco,
intuí qué te estaba sucediendo: tenías miedo.
Los ciclos de la vida se renuevan, pero no
vienen acompañados por el olvido; por el contrario, ayudan a las culpas a
crecer y las transforman en una mochila insostenible.
Te acompañaba un joven, un empleado de la
inmobiliaria López, quien recorrió la cocina y dijo:
—Hay muchos detalles que corregir
señora Benet, si los dejamos tendremos que bajar el precio.
Mientras abría y cerraba las canillas del baño,
volvió a preguntar:
—¿Cuántos años hace que la casa está
deshabitada señora Benet?
—Seis años.
Tu voz fue un susurro, te faltaba el aire; tal
vez, eran los fantasmas del pasado que aun sin manos intentaban ahogarte.
—Se nota el abandono, Señora Benet.
El empleado siguió observando, subió
a la planta alta y recorrió las habitaciones. Minutos después
regresó.
—La ventana de un dormitorio tiene las
persianas rotas, el baño de arriba pierde agua y se levantó el piso de
cerámica, señora Benet.
Me fastidiaba oírlo nombrarte por tu
apellido, intentando darle a la pronunciación un dejo francés que
no quedaba bien, vos seguías de pie al lado de la escalera, aferrada a la
baranda. Tu cara ojerosa asemejaba un jazmín amarillento después de la
lluvia, triste y cabizbajo.
— Voy a hacer un balance de los detalles y
le daré la tasación mañana por la tarde.
El empleado de la inmobiliaria ofreció llevarte
hasta tu casa, le dijiste que no. Él no comprendió que no lograbas mover
los pies, que estabas atrapada y clavada al piso con clavos de odio, de mi
odio, Camila Benet. Estrechó tu mano y se fue, alto, rígido, con una
frialdad que me estremeció. Tus ojos me recorrieron.
Habías tenido miedo de subir los escalones, de
volver a revivir aquellos años donde armabas tus mentiras. Los años no borran
las culpas, los que lo hacen son los jueces cuando se los compra y vos de eso sabes
mucho. Te maldigo señora Benet, me robaste la alegría, hoy soy una casa
triste, ya no hay música, ni cortinas bailando con el viento, sólo me
acompaña el silente paso de los años. Ya no hay risas, el único que reía
ya no está. ¿Por qué señora Benet, por qué?
Cuento reeditado.
11 comentarios:
Es un lindo cuento, me gusto mucho. Te mando un beso.
Sabes que no recordaba esta historia, tan bien contada que esta ademas. es muy original.
es tremenda. Y ese final cuando la casa le pregunta por que, es un alma herida! me gusto mucho esta muy logrado.
Besote
Cuento que tiene esa ternura tan especial de tus letras. Felicidades.
Un abrazo.
Buenos días, que historia , donde esas paredes se niegan a ser vendidas y cuantos secretos en ella hay.
Precioso y misterioso. Un besote grande.
Una historia conmovedora y llena de fuerza. La manera en que el relato transmite el peso del pasado y la angustia de los recuerdos atrapados entre las paredes de la casa es realmente impactante. El cierre, con la casa como testigo silencioso del dolor, es desgarrador y hermoso al mismo tiempo.
¡Gracias por esta narrativa tan intensa y bien lograda!
Un abrazo de lunes
¿Qué ha pasado que la casa le tiene rencor?
¿Sólo el abandono?
Un abrazo.
Todas las casas encierran secretos del pasado. Que eventos habrá visto esta para sentir tanto odio?
Me corrieron escalofríos.
Abrazos
¡Tremenda historia! Por cierto, muy bien narrada, fiel a tu estilo.
Me quedo con la intriga de saber los secretos que guarda esa casa y cómo ha sido el pasado de la tal señora Benet. ¿Lo asesinó allí? Digo...a él que " ya no está" y ese "detalle" de comprar jueces.
Bueno...¡tantos y diferentes pueden haber sido los acontecimientos!
Fuerte abrazo
¡Buena semana!
Una historia triste, los elementos de los que nos rodeamos de seguro albergan nuestras malas y buenas energías.
Un abrazo.
Se escucha una puerta cerrarse, con fuerza, más que la que tenía el viento en ese momento, y la señora Benet...
Saludos,
J.
Las personas dejan en las casas sus estigmas y por estos ellas los reconocen. Por años que dejen de venir. La casa no olvida a sus malqueriemtes. Un abrazo. Carlos
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