Federico salió de su casa sin desayunar y con los minutos justos, llegó a
la estación de Suárez, el tren ya estaba ahí. Subió a los empujones.
Bajó en Retiro con la ropa arrugada, la camisa fuera del pantalón y el pelo
cayendo sobre la cara como un plumero barato.
En la oficina, Dolores lo esperaba con cara de furia, los brazos en jara y
su voz ronca.
—Como siempre, quince minutos tarde —le dijo.
—Perdí un tren.
Colgó la mochila y sentó en su cuchitril, ella siguió de pie y rezongando
en voz alta.
Llegó Molinari, Dolores le preguntó:
—¿Qué te pasó que llegaste tarde?
Lo miraba con ojos tiernos. Él se sentó sin responder. Ella se inclinó en
el escritorio y le susurró algo por lo bajo, él sonrió comprador. Siguieron
conversando, Federico se moría de ganas por saber de qué hablaban. Ella había
pasado los cuarenta hacía rato y Molinari había cumplido veintidós unas semanas
atrás y la relación demostraba que iba más allá de un amable trato laboral.
El día fue largo. Apuros, legajos sin terminar y Dolores gritando por
cualquier cosa a todos, menos a uno.
A las seis, Federico apagó la computadora y se levantó para salir. La jefa
lo llamó.
—Federico faltan los legajos de la empresa de Miranda y Martí y el de
Moreno Funes.
—Me los entregaron a las cinco de la tarde, imposible completarlos.
—No me interesa. Mañana a primera hora los quiero en mi escritorio.
—¿Me tengo que quedar?
—Usted sabrá que debe hacer.
Se quedó.
Terminados los legajos, los dejó en el escritorio de la jefatura, y salió.
En el ascensor se encontró con un compañero de rentas.
—¿Querés que te alcance a tu casa? —le preguntó.
Respondió que sí, ya era tarde.
Bajaron al estacionamiento. Estaba oscuro. El sollozo de una mujer los
detuvo. El sonido de lo que pareció un golpe y un grito, les puso la piel de
gallina. Quiso intervenir, pero su compañero le hizo señas que podían estar
armados.
La voz de un hombre se elevó insultando, la mujer rogaba que no la
dejara. Era una pelea de pareja. La voz masculina les pareció conocida. La de
ella, no, era demasiado histérica. Un coche entró al estacionamiento, las luces
los iluminaron y vieron asombrados a Dolores y a Molinari que seguían
discutiendo. El coche dobló y todo quedó a oscuras.
—No me dejes acá, por favor -la voz de Dolores era un lamento.
—Ándate al diablo —respondió él—. Pedí un Uber.
Él subió a su moto y salió a toda velocidad. Ella pidió el Uber.
Habían visto a Dolores. siempre fuerte, agresiva y ahora contemplarla
tan frágil ante un tipo que la basureaba; parecía imposible.
Al otro día ella no vino a trabajar.
Avisaron que la internaron con un cuadro de intoxicación con pastillas.
Había intentado matarse, pero ya estaba fuera de peligro.
Federico pensaba en el mal trato que Dolores prodigaba a todos e intentaba
armar el rompecabezas de sus acciones y le fue imposible entenderla,
seguramente ni ella se entendía. Cuando a la semana Molinari fue despedido,
allí se dio cuenta que Dolores estaba reaccionando.
16 comentarios:
Una imagen del retrato de la sociedad, bien plasmado en tus letras. Felicidades.
Un abrazo.
Mala cosa mezclar trabajo y relaciones sentimentales.
Un abrazo.
Suele pasar.
A menudo los que parecen màs fuertes son los màs débiles. Un beso
Un texto muy auténtico donde una relación te puede hundir vla vida sino la sabes gestionar y aceptar el abandono de la otra persona.
Un besote , feliz domingo.
Siempre hay que evitar la relaciones con compañeros/as de trabajo...
Aunque algunas veces no se puede.
Saludos,
J.
Suele pasar: una persona que se cree algo por tener mando en la empresa donde trabaja, y fuera de ella no es más que una débil mierdecilla.
Uy las cosas se complican cuando en el trabajo hay una relación sentimental. te mando un beso.
Que situaciones complicadas se dan a veces.
Abrazos
Un cuento estupendo que retrata la realidad de las insensateces que hacen algunas personas, con las cuales siempre sale alguien herido... Menos mal que al final lo arregló.
Como siempre un placer leer tus historias tan bien elaboradas.
Abrazos.
Quizás reaccionara para ser mejor persona
Un abrazo. Carlos
Querida amiga, donde se come no se ensucia, me encantó leerte.
Paso a desearte un feliz inicio de semana, Que Dios te colme de bendiciones.
♥️Abrazos y te dejo besitos♥️
*♥♫♥**♥♫♥**♥♫♥*--*♥♫♥**♥*
Buen relato, María Rosa. Cuenta una situación que, no tengo dudas, sucede en la vida real.
En verdad , no es bueno mezclar vida personal con la laboral.
Y, menos aún, pretender algo "serio" con una persona tan joven. Bueno, es lo que imagino que pasó entre Molinari y su jefa.
Beso
¡Buena semana!
Muchas situaciones se ven así., Mala mezcla esa. Un cambio para bien le iría mejor.
Un abrazo.
Que tal maria rosa, a veces detras de ciertos gritos hay heridas mal cerradas. A Dolores yo la veo mas desprotegida, sufre mucho. Pero, somos un misterio.
Un besote, feliz noche.
La prosa es vívida y minuciosa, con un enfoque en los detalles de las acciones y emociones de los personajes. Se aprecia una atmósfera de conflicto y crisis personal, reforzada por la manera en que la narradora describe la interacción y los sucesos posteriores.
Pero al final se puede decir que cobró la quietud y la templanza.
Abrazo.
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