Ella.

La cocina  olía a galletas de vainilla recién horneadas, él entró  y sin mirarla dijo:

-Ya no te quiero - y  su  aroma a  cigarrillo se elevó como un suspiro y pareció marearla.

Ella lo escuchó en silencio, como se escucha la lluvia en un domingo de invierno, lo siguió con la mirada, esperando algo más. Imaginó que era una broma, iba a hablar, pero él le dio la espalda y se alejó. Un  celaje gris le cubrió los ojos, le costó  reaccionar, hasta que al fin, se dijo que era tiempo de partir. 

Sin apuro subió al altillo,  bajó la maleta, acomodó  su amor,  sus sueños, los juramentos  de él; le costó cerrarla. En su cartera guardó  un libro de poemas.

Y se fue, sin mirar atrás.

                                                                                        

Ni una palabra quedara, siquiera,

 Amor que eras mi amor, que eras mi vida

Ya no te digo adiós, ni hay despedida,

Ni volveré a llorar por lo que fuera.

                                                 

  Julia Prilusky Farni.