lunes

La otra.


 

LA OTRA.

 

Lina entró con paso liviano, se le notaba un suave temblor en las manos que sostenían una rosa blanca, los ojos de los presentes, como flechas, se volvieron hacia ella. Entró, y una brisa suave agitó las flores de los jarrones, lo mismo sucedió con los cirios que rodeaban el ataúd, las llamas parecieron apagarse, fue un instante, luego volvieron a su quietud.

El murmullo de las vecinas, las miradas torvas, como un manto la cubrieron, siguió adelante.

Solo Clara, la miró con pena. Las dos habían amado a Santiago, las dos conocían la presencia de la otra, sin embargo, después de tantos celos, de tantas lágrimas, se miraron por primera vez sin rencor. La muerte del hombre amado las unía, Lina dejó la rosa sobre las manos frías de Santiago. El temblor persistía, quiso decir algo y la voz se le congeló en la garganta, prefirió callar. 

Dos mujeres pálidas, ojerosas, se miraron sin sonrisas, sin enojo, con el dolor a flor de piel.

Lina se retiró, el murmullo de las vecinas la acompañó hasta la salida, su figura se perdió calle arriba, lenta como un rezo.

Alguien intentó quitar la rosa blanca, Clara sin palabras, solo un gesto, hizo que la dejaran donde estaba. Las llamas de los cirios cambiaron de color, se agitaron en un rojo sangre, fue un instante y volvieron a su quietud.




6 comentarios:

Ester dijo...

Al final el amor unió a ambas mujeres, el respeto por la otra quedó patente frente a miradas inquitas. Muy bonito, como siempre. Un abrazo

Cabrónidas dijo...

Lo que el ser humano no es capaza de solucionar en vida, lo hace la muerte.

Campirela_ dijo...

Que texto más bonito, el Amor de dos mujeres y el dolor de haber perdido a su amor.
Besos y abrazos.

Alfred dijo...

Un bello texto, en que queda plasmado que hay cosas que no hay que juzgar.

Besos.

Momentos dijo...

Hermoso texto, triunfo el amor.
Besos amiga, te sigo, me gustan los cuentos

Susana Moreno dijo...

Mut impresionante. Un beso

La otra.

  LA OTRA.   Lina entró con paso liviano, se le notaba un suave temblor en las manos que sostenían una rosa blanca, los ojos de los pres...