martes

La jefa.


 

                                                                             

En la heladera no encontró nada para desayunar, Federico salió de su casa con el estómago vacío y paso ligero. El tren arrancó saturado de personas que se empujaban unas a otras, tratando de llegar a horario a su trabajo.  Bajó en  Retito con la ropa arrugada, la camisa fuera del pantalón y el pelo cayendo sobre la cara como un plumero barato.

En la oficina, Dolores lo esperaba con  cara de furia, los brazos en jara y su voz de trueno:

—Como siempre, quince minutos tarde —le dijo.

—Perdí un tren.

Colgó el bolso y sentó en su box, ella siguió de pie y rezongando en voz alta.

Llegó Benavidez y Dolores le preguntó:

—¿Qué te pasó que llegás tarde?

Lo miraba con ojos tiernos. El se sentó sin responder. Ella se inclinó en el escritorio y le susurró algo por lo bajo, él sonrió comprador. Siguieron conversando,  Federico se moría de ganas por saber de qué hablaban. Ella había pasado los cuarenta hacía rato y Benavidez  había cumplido veintiseis unas semanas atrás y la relación demostraba que iban más allá de un amable trato laboral.

 

El día fue largo. Apuros, legajos sin terminar y Dolores gritando por cualquier cosa a todos, menos a uno.

A las seis apagó la computadora y se  levantó para salir. La jefa lo llamó.

—Federico faltan los legajos de la empresa de Miranda y Martí y  de Moreno Fuentes.

—Me los entregaron a las cinco de la tarde, imposible completarlos.

—No me interesa. Mañana a primera hora los quiero en mi escritorio.

—¿Me tengo que quedar?

—Usted sabrá que debe hacer.

Se quedó.

 

Terminados los legajos, los dejó en el escritorio de la jefatura, y salió eran las 20hs. En el ascensor se  encontró con un compañero de rentas.

—¿Querés que te alcance a tu casa, vivimos cerca? —le preguntó.

Respondió que sí, ya era tarde.

Bajaron al estacionamiento. Estaba oscuro. El sollozo de una mujer los detuvo. El sonido de lo que pareció un golpe y un grito, les puso la piel de gallina. Quiso intervenir pero su compañero le hizo señas que podrían estar armados.

 La voz de un hombre se elevó insultando, la mujer rogaba que no la dejara. Era una pelea de pareja. La voz masculina  les pareció conocida. La de ella, era demasiado histérica. Un coche entró al estacionamiento, las luces los iluminaron y vieron asombrados a Dolores y a Benavidez que seguían discutiendo. El coche dobló y todo quedó a oscuras.

—No me dejes acá, por favor —rogó ella.

—Ándate al diablo —respondió él—. Pedí un Uber.

Benavidez subió a su moto y salió a toda velocidad. Ella pidió un coche.

Habían visto a Dolores, siempre fuerte, dueña de si misma y ahora contemplarla tan frágil ante un joven, que sin preámbulos  la menospreciaba; parecía imposible.

Al otro día ella no vino a trabajar.

Avisaron que la internaron con un cuadro de intoxicación con pastillas. Había intentado matarse, pero  estaba fuera de peligro.

Federico recordó el mal trato que  Dolores asumía con todos, intentaba armar el rompecabezas de sus acciones y le fue imposible entenderla, seguramente ni ella se entendía. Cuando a la semana Benavidez fue despedido,  se dio cuenta que su jefa había reaccionando y que pronto volvería a ser la misma.

 

 

25 comentarios:

Campirela_ dijo...

Una relación laboral tóxica, donde en la empresa ella es la jefa dominante y fuera él es quien manda y la doblega.
Un relato con enjundia.
Besotes.

Citu dijo...

Uy los problemas y el trato en el trabajo es delicado. Te mando un beso.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

U cuento pardesvelar el alma de una mujer autoritaria como jefes pero débil en el amor. Un abrazo
Carlos

Hada de las Rosas dijo...

Patada al colageno, ya!
mocoso insolente, lo unico que falta.. jaja :D

buena historia querida amiga,
te mando un beso en esta noche fria y lluviosa, que descanses bien.

❦ Cléia Fialho ❦ dijo...

Muito lindo o seu blog.
Abraços

Alfred dijo...

La vida sigue su curso...

Un saludo.

Ernesto. dijo...

¡Cuídate Federico!

Abrazo Mariarosa. :)))))

Susana Moreno dijo...

Todos tenemos un lado débil. Un beso

Joaquín Galán dijo...

Siempre se ha dicho que no es bueno mezclar trabajo y amor.Por otra parte, el amor no entiende de razones.
Entretenido tu relato, Mº Rosa.

Juan L. Trujillo dijo...

Mal asunto cuando se cruzan el amor y los negocios.
Muy bueno el relato.
Besos.

Majo Dutra dijo...

Un perfil psicológico muy bien trazado.
Me gustó mucho, María Rosa... Gracias por la lectura.
Un abrazo con mi admiración.
~~~~~

Rafael dijo...

Relato bien desarrollado con ese final tan original.
Un abrazo.

Cabrónidas dijo...

Mezclar amor con trabajo es como mezclar amistad con dinero: algo no saldrá bien.

Lu dijo...

Otro gran cuento Mariarosa
¡Vaya con las relaciones tóxicas! Y, lo peor, si suceden dentro del ámbito laboral como en este caso.
Aunque el desenlace deja entrever que la protagonista, estaría sanando y volviendo a su eje.
Beso

Ernesto. dijo...

Largo y bonito fin de semana.
Abrazo Mariarosa.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Las emociones suelen doblegar a la persona más fuerte y la jefa no iba a ser menos...Interesante relato, cómo se cambia de actitud y de ánimo cuando manda la frialdad.
Mi felicitación por la claridad concreta y rotunda de tu pluma, María Rosa.
Mi abrazo entrañable y feliz mes de julio, que ya comienza.

José A. García dijo...

Se viene una hecatombe...

Saludos,
J.

❦ Cléia Fialho ❦ dijo...

Blog mais lindo!
Apaixonante!
Beijinhos carinhosos.

Laura. M dijo...

Vaya, autoritaria en el trabajo y doblegada en casa. Amor y trabajo no suele dar buen resultado.
Buena semana Mariarosa.
Un abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Por alguna razón, imaginé a Andrea Frigerio, acctriz y modelo, como Dolores. Es que tu cuento es digno de ser adaptado a corto.
La jefa era implacable en su personalidad fuerte. Pero tenía una debilidad llamada Benavidez. Aquien trataba muy diferente, Dolores se ablandaba con él.
Hasta que él la cortó la relación, ella tomó una decisión drástica, que no la mató.
Y así le fue a Benavidez. Podría sospecharse que Dolores tratará peor a los empleados, que querra evitar tener una debilidad.

Bien contado. Un abrazo.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Soñadora dijo...

Pobre Dolores, aferrada a quien sea para no estar sola. Parece que después de este remezón volverá a entrar en razón.
Abrazo

Hugo dijo...

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