lunes

En un ayer del tiempo.


 

 

 

La niebla densa no dejaba ver el tren que se acercaba, solo su traqueteo anunciaba cercana su presencia.

Se detuvo en la estación, bajo una persona, el encargado se acercó para colaborar con las valijas. Era una mujer que con un movimiento de cabeza le dijo que no necesitaba ayuda, sólo traía un pequeño maletín. El encargado la miró partir, demasiado elegante para este pueblo pensó. La vio perderse entre la niebla que pareció tragarla en un instante.

 

María caminó por las viejas calles, se detuvo frente al hotel, la niebla apenas  flotaba era un tul moviéndose en el aire. Leyó; Hotel “El maizal”.

Entró, una mujercita muy delgada la recibió con una sonrisa, la acompañó hasta el mostrador y le pidió su documento. Al leer el nombre la miró, pero nada dijo. Luego le entregó la llave y la acompañó hasta la puerta de la habitación A 3.

María se acostó, le dolían las piernas, sus zapatos de tacón alto no eran para las calles del pueblo, algunas de tierra, otras de ladrillos, nada había cambiado. Se quedó dormida, despertó pasado el medio día. Se bañó, se puso ropa cómoda y salió.

Recorrió las calles, creyó flotar entre las viejas veredas, el sol era una caricia, se preguntó si estaría soñando, todo estaba igual, se detuvo en una casa  elegante, tocó timbre y al instante preguntaron por el portero: ¿Quién es? María Saravia, respondió. Una mujer de casi su misma edad y con el mismo color de ojos, abrió la puerta, la observó de arriba abajo y sin palabras la hizo pasar, ella tampoco habló, entró, subió la escalera y se dirigió a una habitación.

—Mamá está descansando  —dijo la mujer, no respondió y siguió, abrió  la puerta de la primera habitación y entró. Una anciana sentada en la cama, la miró, abrió los brazos y  exclamó:

—¡María!

Se abrazaron entre lágrimas y besos, las palabras no hicieron falta. Pasada la emoción, llegaron las confidencias y las preguntas.

—Mamá está enferma, no puede emocionarse. —la voz de Olga, sonó dura.

—La alegría no me hace mal —respondió la anciana— ¿Dónde estuviste durante estos años?

—Los primeros años en Montevideo en casa de la tía Santina, seguí estudiando y luego con un buen contrato de trabajo me mude a Brasil, allí vivo.

La madre volvió a llorar, María se retiró para que descansara.

 

Recorrió la casa, cada rincón era una historia, un recuerdo, desfilando sus escenas como en una película, al fin fue a la cocina, su hermana la esperaba.

—¿Te sirvo un café?

Aceptó con un gesto, se sentó, hasta las sillas eran las mismas de su juventud.

—No supimos nada de vos, mamá siempre preguntaba y yo no sabía que decirle —La voz de la hermana se había suavizado— ¿Por qué tanto misterio, te fuiste y pareció que te había tragado la tierra? ¿Te olvidaste de nosotros?

—¿En serio no sabes porque me fui?

Miró a su hermana a los ojos, buscando en ellos la verdad.

—Papá nos dijo que te habías escapado con un tipo, nunca supimos con quién…

—Papá les mintió, él me echó de casa, yo estaba embarazada, el hijo del patrón me había violado y papá nunca me creyó —hizo silencio mordiendo las palabras con rabia— no quería que su nombre quedara manchado, ni que el pueblo supiera la verdad y temía que lo echaran de la gerencia de la fábrica, por eso me mandó a la casa de la tía Santina, allí tuve a mi hija, ahora la pequeña quedó en Brasil con mi esposo, me casé hace seis años…

Olga la miraba y movía la cabeza de un lado a otro sin poder hablar, no podía creer las palabras de su hermana, sólo se animó a decir:

—¿Por qué no volviste, al menos para que mamá supiera la verdad?

María sonrió con tristeza y en un susurro le dijo:

—Volví dos veces, una vez con mi hija en los brazos, otra vez sola y siempre,  papá me cerró la puerta en la cara, llegaba de noche para que nadie me viera, hasta mis cartas volvian de vuelta, cuando me enteré que él había muerto, deje pasar un tiempo y acá estoy…

Las hermanas se abrazaron, Olga no dejaba de decir:

—¿Por qué, por qué? No puedo entenderlo.

—Si papá contaba la verdad, hubiera puesto en evidencia al hijo de los Menditegui y el patrón lo hubiera dejado en la calle,  según su forma de pensar era mejor que yo y mi bastardo desapareciéramos del pueblo y ustedes siguieran viviendo felices sin saber la verdad, actuó como si yo fuera la culpable, ¿culpable de qué? ¡De nada!

Olga lloraba escuchando a su hermana.

—No te imaginas el dolor de mamá durante estos años y sin saber la verdad, nunca creí a papá capaz de semejante proceder.

—Yo nunca me hubiera ido, habría enfrentado al pueblo y a esa mierda de gente.

—Todo se paga en esta vida—dijo Olga— el patrón murió, y el hijo esta fundiendo la fábrica, al menos: ¿Sos feliz?

—Sí, amó a mi esposo, mi hija cumplió once años, es un encantó y después de tanto dolor la vida me dio paz y felicidad. ¿Qué tiene mamá?

—El corazón, dice el médico que por lo mal que está no pueden operarla, así que está en las manos de Dios, no creo que viva mucho, casi no come, se va consumiendo de a poco…

Esa noche María le preparó la cena, la madre apenas probó bocado, pasó la noche abrazada a su hija.

Transcurrieron varios días, la vida intentaba darle fuerzas a la anciana, una mañana le pidió a María que la alzara y la llevara hasta el balcón, que abriera las ventanas deseaba respirar el fresco, María y Olga se sentaron a su lado, entrecerró los ojos y así se fue quedando en un sueño sin retorno.

 

Luego del entierro, María se despidió de su hermana y volvió al hotel.

Pidió la llave y preguntó a qué hora salía el tren para Buenos Aires. A las seis de la mañana ya estaba en la estación, nuevamente la niebla no dejaba ver los mínimos detalles del andén, ella era un fantasma entre la densa neblina, pensando que al menos había llegado a tiempo para abrazar a su madre.

El traqueteo anunció la llegada, subió y mientras el tren se alejaba, fue dejando atrás el rencor contra su padre, que de nada le servía, ella y su madre sufrieron el egoísmo de un hombre, pero  al fin su madre descansaba en paz.




 

 

14 comentarios:

Ester dijo...

Que historia mas triste, por culpa de una persona varias vidas destrozadas, menos mal que puedo despedirse de su madre. Un abrazo

Citu dijo...

Es una triste historia. El egoísmo destroza todo. Te mando un beso.

Hada de las Rosas dijo...

La espesa niebla como simbolo de la confusion y el dolor de un pasado no resuelto me gusta muchisimo. Ojala que Maria pueda finalmente encontrar la felicidad y la serenidad que tanto merece.

Te dejo un beso, feliz inicio de semana

Ernesto. dijo...

Buen día Mariarosa.
Te leo más tarde.

!Agrego, no sé que tienen que ver las manzanas, pero SON bonitas y SE VEN apetitosas y solo el que las muerda sabrá si SON ricas."

La frase coloquial ¿qué hora es? ¡manzanas traigo!, significa que en ocasiones uno pregunta una cosa y el otro le sale por "peteneras"... :)))))

Abrazo.

Susana Moreno dijo...

Una historia muy dura. Un beso

Juan L. Trujillo dijo...

Esa niebla, conductora de todo tu bello relato, es la metáfora perfecta, para que la protagonista se perdiera en el olvido y buscara nuevos y más sentidos colores, en su nueva familia.
Besos.

Campirela_ dijo...

Una historia que bien podría ser verdad. Hubo tiempos en los cuales eso estaba a la orden del día. La violación del amo al sirviente.
Al menos su madre pudo despedirse de su hija.
La vida es muy injusta, con personas que no pueden defenderse de los que mandan. Un besote grande.

FIBO dijo...

Una historia que he leído muy detenidamente...la misma me ha encantado, como cada una de las que escribes...mis felicitaciones.
Un saludo.

Meulen dijo...

La vida tantas veces se mnarca por una mlas decisiones y en especial sobre otros...
Al menos ella tuvo el coraje de volver y abrazar a su madre y lo que es mejor salir de allí sin ataduras ...lo que seguro le permitirá vivir en paz con los que ama.

Abrazo.

Mª Jesús Muñoz dijo...

María Rosa, a veces la vida parece no tener lógica...A unos y otros los induce al sufrimiento, hasta que el tiempo pone todo en su lugar...De alguna manera el destino va trazando caminos y vidas, como si todo estuviera bajo un plan secreto y misterioso. Te felicito por tu claridad en la trama, y la resolución final, que deja un halo de paz en el aire.
Mi abrazo entrañable y espero que estés mejor, amiga.

El Sentir del Poeta dijo...

Querida amiga, una historia que me emociono, cuantas injusticias repetidas hay en la vida.
mariarosa, tienes una delicadeza y ternura en tus cuentos que llegan al alma.
Cariños y besos, que tengas un hermoso día mi bella amiga

Soñadora dijo...

Me ha conmovido mucho la historia de Maria, tan real, lamentablemente. Cuanto sufrimiento para toda la familia. Que dulce muerte tuvo la mamá, en compañía de sus dos hijas.
Un abrazo

Joaquín Galán dijo...

Una historia de gran realismo por ser muy creible, por desgracia. A veces se antepone la apariencia ante los demás al amor por los que te rodean.

Saludos Maria Rosa.

Conchi dijo...

Una historia dura pero muy real, lo de las apariencias influye mucho en algunas personas.

Abrazos.

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