2 parte.
Durante la primera hora de marcha
sólo encontraron; sauces, espinillos
y lianas. Más adelante comenzaron a
aparecer parches de agua estancada con nenúfares de extraño color oscuro,
juncos y helechos gigantes y un verde profundo que daba a las especies la
impresión de haber salido de la sinfonía verde
de Monet. Leandro filmaba y
anotaba en un cuaderno todo lo que llamaba su atención.
En un momento el alemán se detuvo, quedó en
silencio, el chúcaro lo imitó.
—¿Escuchas algo así como un latido? —preguntó
el alemán, el guía asintió.
—Seguramente algún animal nos está siguiendo
—dijo el chúcaro observando alrededor— mientras no se acerque estamos
tranquilos, seguramente tiene miedo.
Siguieron su camino.
Al medio día encontraron un claro rodeado de
grandes piedras, se sentaron en ellas a
comer, estaban cansados, se hacía
difícil caminar sobre un piso
acolchonado de hojas y agua que se hundía al andar.
Después de descansar, continuaron la marcha,
ningún animal salvaje les había salido al paso, sólo que cada tanto el latido volvía
a escucharse. Los anuncios de fieras salvajes de don Cedrón no se concretaron.
La selva se iba cerrando entre raíces y lianas. Algunos gatos salvajes cruzaron ante ellos,
tan asustados como los exploradores. La
cámara del alemán los tomaba en el aire. Árboles altos, muy juntos y
cubiertos de flores blancas, surgieron de pronto ante ellos, se
detuvieron, el alemán guardaba muestras e imágenes. Un raro aroma colmaba el ambiente; dulce y con resabios de
limón, un letargo profundo los fue
aquietando. Por primera vez el alemán se
sintió inseguro. No era una sensación placentera esa somnolencia que flotaba
del aire y les cerraba los ojos, Chúcaro se dejó caer sobre unas raíces, se
acomodó con su mochila y en pocos minutos quedó dormido. De nada sirvieron los
gritos del alemán tratando de mantenerlo despierto, al fin se cansó de protestar
y se dejo dominar por el cansancio.
Entre
sueños, vio una lluvia blanca de flores que formaban un camino, que al igual que una alfombra invitaba a
seguirla. Dejó atrás a Chúcaro y avanzó,
el perfume lo mareaba. El sendero se
hacía difícil, la selva cambiaba ante su asombró, la fronda parecía agrandarse.
Lapachos, urunday y árboles desconocidos,
gigantes a los que filmaba, le iban cerrando el paso. Se perdían en la altura ocultando el cielo,
el piso se hundía por la humedad de las
hojas acumuladas durante años, y una
fina garúa lo iba empapando. Algo se movió a su costado, se detuvo, vio a lo lejos
deslizarse un árbol, creyó que el aroma de las flores lo había drogado y estaba viendo visiones. Sin embargo
era real, el árbol se movía apoyando sus raíces
en el suelo y avanzaba lentamente. No reconoció la especie, el tronco
grueso y oscuro era flexible al movimiento.
Fascinado por la imagen,
contemplaba la escena, más árboles fueron desfilando ante su asombro, el silencio era total, ni un pájaro se
escuchaba. Tomó la cámara y filmó. La
hilera verde se detuvo a orillas de un
río. No había visto ningún cauce en los mapas sin embargo allí estaba,
angosto y ondulado, sus aguas, guardaba una quietud de estanque. El grupo
de arboles se detuvo, las raíces se enterraron en la tierra fangosa. En pocos minutos fueron
parte del paisaje, como si siempre
hubieran estado allí.
Continua el sábado....
18 comentarios:
Una historia con mucha magia. Un beso
La verdad es que casi se puede tocar lo que con maestría describes.Es una narración con magia,donde ese aroma dulce y con resabios de limón,casi se puede percibir.
Seguiremos atentos a la próxima entrega.
Abrazos.
Interesante se queda esta vez con esos árboles móviles; lo mismo está soñando al lado del Chúcaro, :).
Muy perfumada y mágica esta parte que cuentas con una descripción del paisaje, preciosa.
Atenta estaré para la tercera de este misterioso cuento.
Un placer la lectura María Rosa.
Un abrazo.
Vaya... se pone super misterioso... Que pena que hasta el sábado no venga la tercera parte.
Hasta entonces :)
El alemán es valiente, sigue adelante grabando y sin asustarse...Esos árboles moviéndose son todo un misterio, pero el protagonista se ve que quiere llegar hasta el meollo del problema...Esperamos la tercera parte, amiga...Buen temple en tus letras, María Rosa.
Mi abrazo agradecido y mi ánimo.
Cuenta conmigo el sábado, reservo silla de primera fila. Un abrazo
Deseando que llegue el sábado y es una paseo por un bosque donde la naturaleza está más que presente. Gracias cielo. Un besazo y feliz noche.
Un buen paseo por la selva, según parece en esta entrega.
Un abrazo.
¨Parece como si la selva. Se los va a tragar . Te mando un beso
Seguro que el sábado estoy en primera línea, para ver resuelto ese poético enigma de los arboles.
Besos.
Que emocionante capitulo, la selva guarda muchos secretos, nunca se termina de conocerla. Al alemán le esperan muchas aventuras. Saludos amiga. Me encanto caminar por tus letras aspirando ese perfume mágico.
¡Me tienes súper intrigada! ¡Deseando que llegue el sábado para conocer el desenlace! Hoy me ha encantado además ese ambiente tan mágico. Besos :D
Le cuentas la atmósfera del bosque y el miedo del guía turístico como si hechos reales me hicieran llevar ..., has compuesto una buena palabra. Saludos.
Sabes bien tenernos en ascuas Mariarosa.
Cuídate
Un abrazo.
Creo que este cuento ya los habías publicado, pero vale pena sentir de nuevo el pavor de la selva viva. Un abrazo. Carlos
La descripcion estetica de la isla no puede ser mas encantadora, mariarosa
que por cierto te veo por aqui al costado con corazones rosas y te ves muy bonita.
El paseante aleman, el investigador, el hombre culto que observa los cambios es para mi
un nostalgico. Precioso capitulo.
En el mundo hay tantos misterios como la vida misma, tantos lugares inhóspitos como esta isla que relatas , que al parecer tenia vida propia.
Genial relato amiga, un abrazo con cariño
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