3 parte.
Mientras filmaba la escena,
una de las ramas se agitó sobre él, intentó cortarla, las otras la
defendieron y se lanzaron sobre él en un ataque
feroz, con finas espinas que
marcaron su cara y brazos, lo
envolvieron con una flexibilidad de liana,
le arrancaron la cámara. Volvió a escuchar el latido, era el sonido de
un corazón acelerado que lo aturdía. Utilizando la navaja, liberó su cuerpo del
abrazo mortal que ya comenzaba a ahogarlo, cayó al suelo, rápidamente se puso
de pie y se alejó trastabillando sobre la hojarasca húmeda. Lo seguía el
latido, ahora parecía salir de la tierra, rebotaba en su cabeza, lo atontaba.
Los árboles y la cámara quedaron allí
entre el barro y las ramas que él había cortado con su navaja. Encontró el
camino por el que había llegado y nada quedaba de las flores blancas ni su
perfume.
El
guía seguía durmiendo, lo
zamarreo hasta que se despertó.
—Debemos regresar, al atardecer pasa la lancha
a buscarnos —le dijo.
—¿Y su cámara? —preguntó el Chúcaro.
—Caí en un zanjón y la perdí.
No comentó la experiencia vivida, pensaría que
estaba loco.
Llegaron al muelle y esperaron. Los
latidos se hicieron más nítidos, llegaban desde lejos, del centro de la isla. El chúcaro se arrodilló y
puso el oído y las manos en la tierra y dijo:
—La isla
late, tiene vida, es un demonio…
Bruman se estremeció, el frío de sus ropas
húmedas se calaba hasta sus huesos y el
miedo vivido le cerraba la garganta, no podía hablar, quedaron en el muelle
esperando la lancha que llegó una hora más tarde.
El viejo Cedrón los estaba esperando en el
muelle preocupado por la tardanza. La cara ensangrentada de Bruman y su
ropa hecha jirones no lo sorprendieron, gritó,
preguntando qué había sucedido, pero el alemán no habló y el chúcaro respeto
ese silencio.
Durante la noche Leandro Bruman no durmió,
estuvo de pie mirando tras la ventana la arboleda oscura, en un momento, fue hasta el río, se sentó en el muelle
mirando el agua que apenas se movía, ni un pájaro nocturno, ni el sonido
de los animales que salen por la
noche a comer se escuchaba, lo rodeaba una inmensa quietud, demasiada, se dijo. Necesitaba pensar, encontrar una
explicación y su mente era un papel en
blanco, el miedo vivido no lo dejaba razonar. Regresó a la cabaña.
Mientras guardaba su ropa manchada de sangre en
una mochila, pensaba: ¿habría imaginado a esos árboles que caminaban sobre el
fango? Como si fuera una respuesta a su pensamiento, al doblar la camisa, del
bolsillo cayó un puñado de largas espinas y flores blancas, las levantó, eran
las mismas que llovieron sobre él y marcaron el camino, lo habían conducido a
ver los árboles. De nuevo el aroma dulce con resabios de limón, invadió su
cabeza, cubrió el cuarto. Juntó las flores temblando y fue a arrojarlas al río,
que las fue llevando en su cauce hasta que se perdieron en la noche. Se quedó
sentado en el muelle, intentando razonar cómo era posible que los árboles
caminaran y… ese latido lo escucharon los dos, el chúcaro y él, esa isla era un
ente vivo. Tal vez con el paso de los meses y en la tranquilidad de su país y
su casa, lograría remontar en su memoria aquel espanto y escribir lo que vivió.
Por la mañana fue a la casa del viejo, lo
encontró tomando mate en la pequeña cocina, se sentó frente a él, quiso hablar
de la isla de los tigres y fue imposible, no encontraba palabras. Puso el arma sobre la mesa, le dio gracias a
Cedrón y le dijo que esa misma tarde regresaba a la capital y de allí a su país.
El viejo miraba los profundos cortes en los brazos del alemán, en su cara;
marcas que llevaría de por vida, se puso de pie, lo abrazó y le dijo:
—No diga que no le avisé, en esa isla hay algo
demasiado maligno para nuestro entendimiento.
Bruman intentó decir algo y las voz se le ahogó
en la garganta.
—No intente explicarme, sé que no hay palabras
que expresen el terror vivido, hace muchos años, yo era un adolescente, estuve
allí con una expedición, fui el único en salir con vida, hoy somos usted, el
chúcaro y yo, los que podemos afirmar que
la isla de los tigres es el infierno y en ella, el mal vive.
Mientras viajaba de regreso a la capital, Bruman
intentaba dormir, el tren se bamboleaba
y se le hacía imposible cerrar los ojos, de pronto, algo lo estremeció, era un
perfume penetrante, dulce, alimonado. Buscó en el vagón del tren, solo dos
pasajeros le hacían compañía, un anciano que leía tranquilamente el diario y un
joven policía, medio dormido. ¿De dónde había salido ese aroma? ¿De su imaginación?
Seguro que no.
Las palabras del viejo Cedrón volvieron a su
memoria y confirmaron lo que él presentía: “En esa isla hay algo demasiado
maligno para nuestro entendimiento.”
FIN.
22 comentarios:
Muy interesante y genial este relato...desde su inicio , cuanto misterio abarca y la intriga por un final...que por igual parece no tener un cierre final sino abierto a lo que vendrá...
He leído por ahí que hay muchos lugares en la tierra que se expresan en esas visiones, reales o no algunos han desaparecido y otros han quedado traumados al punto de no decir palabra...
Como se dice la curiosidad mata al gato, pero en este caso la bien hilada historia nos deja un misterio ,como esos que por igual alguna vez escuché por el sur de mi país.
Un abrazo grande.
El relato a la altura de tu misteriosa manera de abordar el cuento- Pero puede asumirse el cuento como metáfora de la naturaleza agredida que devuelve los embates de los seres humanos que la agreden. Un abrazo. Carlos
Buen relato me encanto el final. Me gusto como mezclas el terror con un buen suspenso y algo de realismo mágico. Te mando un beso
Un cuento fantástico de principio a fin. Me ha encantado esta parte tan misteriosa con un final sin explicación por parte de los afectados. Esa isla no quería que la exploraran para seguir virgen. Una parte de la naturaleza en rebelión contra el hombre.
Me ha encantado como lo cuentas.
Un abrazo y feliz fin de semana.
El relato es estupendo, lo he leído con fruición, con deseos de saberlo todo, podría haber una moraleja de que la tierra se defiende pero no, no hay moraleja solo una isla que no quiere pisotones. El final es magnifico, no es una sorpresa es un regalo envenenado ¡Hay que ir a la isla!
Abrazos
Un relato impresionante. Un beso
Felicitaciones, la isla estaba viva y mucho más la selva, en ella hay reglas que no quieren que ningún intruso se las lleve fuera de ella. Creo que a este cuento se le pueden dar varias lecturas, la mía es que la isla es sabia y no quiere extraños en ella. Me gustó muchísimo. Un besazo y otro pontro ajja.
Me gusto tu historia. Debemos a prender que la naturaleza tiene sus ritmos y sus querencias, que el hombre no puede ni debe aprovecharlos.
Su sabiduría ni puede ser comprensible para los humanos, ni debemos aprovecharnos de ella.
También la selva es una moza que cuando dice ¡NO! es ¡NO!.
Besos.
Un muy buen relato con mucha imaginación, que te tiene intrigado desde el principio hasta el final.
Si no fuera por ese algo maligno,diría que es la naturaleza,harta de tanto desmán hacia ella,la que estuviera protestando de esa manera,pero con ese final abierto me inclino por pensar que algo incomprensible y poderoso salió de la isla con el alemán y subió también a ese tren.
Abrazos,María Rosa.
María Rosa, hemos seguido tu historia con curiosidad y mucho interés desde el principio al final, que no es final...Porque el alemán se va con el miedo en el cuerpo. El olor de la isla lo persigue y lo vuelve loco.Realmente cuando algo no se comprende, no puede explicarse y ni siquiera asimilarlo. Muy bueno, amiga. Tu destreza y maestría nos hicieron sentir la confusión y el terror del alemán, que salió huyendo.
Mi felicitación y mi abrazo de fin de semana.
Bonita e interesante entrega para finalizar esta "isla de los espíritus", (me he permitido la licencia, para mí de este título, espero me perdones).
Un abrazo en la tarde.
¡¡Me ha encantado!! Menudo final, María Rosa, me has tenido enganchada. Qué maravilla como has contado todo lo que ha pasado. ¡Qué miedo! Lo dicho, me ha encantado. Besos :D
Que intriga y temor, esos arboles que caminan... parecen como esas imagenes de terrores nocturnos y el hombre del sombrero que muchos ven en la oscuridad, que miedo.
Pero es una historia muy buena: belleza y miedo. Una formula espectacular.
Te mando un gran abrazo, querida y talentosa escritora y
que tu domingo sea hermoso y tranquilo.
Un viaje misterioso por la selva que le dejo un recuerdo. Sin duda una isla endemoniada. Intenso e interesante cuento amiga. Saludos.
¡¡Maravilloso!!
No tengo más palabras y seguir hablando estropearía el gran sabor de boca que me dejas.
Te aplaudo de pie :)
Hola Mariarosa. Mil gracias por tus palabras en mi blog.
He buscado el botón de "seguir" para seguir tu blog y no lo encuentro. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
El alemán pagó cara su curiosidad. La isla no quiere intrusos,no desea ser conocida ni admirada y se defiende con uñas y dientes.
Un relato genial que nos deja intrigados y nos preguntamos:¿le servirá al aleman esta experiencia para ser más precabido y prudente?
Un fuerte abrazo Mariarosa
Tu relato en tres capítulos es un alegato a favor de la Naturaleza y en contra de la ambición humana que la está destruyendo. Puede que los árboles y el resto de plantas no se muevan nunca como en el cuento,pero lo que está clarísimo es que son seres vivos imprescindibles para nuestra existencia y sin embargo los tratamos muchas veces como enemigos,así de imbéciles somos los humanos.
Me ha gustado mucho tu relato,Mª Rosa.
Un fuerte abrazo
Woow amiga mariarosa, que relato tan fantástico , me trasladaste justo ahí a esa isla y el misterio que la envuelve, haces que el lector se sumerja en la aventura, siempre he admirado la creatividad que tienes para crear tan geniales relatos y este me encanto mucho, lo leí de corrido las 3 partes , ya que llego tarde, disculpa, tome unos días de descanso pero ya estoy de vuelta
Un abrazo amiga, me gusto mucho.
Bien por el suspense hasta el final. Al aleman por curioso ese aroma le va a perseguir toda su vida ;)
Buen martes Mariarosa. Cuídate.
Un abrazo.
Estos no aparecen más por el Delta...
Muy buen cuento.
Saludos!
J.
Gracias por tu bello comentario Me encantan tus escritos porque salen de vos
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