Bosque en Bariloche, Argentina.
Cuando el vino caliente con miel, que tomaba
para aliviarse la ronquera, se le subía a la cabeza, el abuelo, solía contar
historias que nos reunían a los nietos alrededor de la mesa de la cocina;
silenciosos y expectantes.
Al tercer jarro, se le mezclaban los nombres, los
años y nos mirábamos, pero ninguno se animaba a contradecirlo.
La historia de Zoilo, el tropero, fue la que
más nos impactó aquella noche de lluvia, donde los relámpagos nos estremecían y
el miedo nos conservaba con los ojos bien abiertos, ni un suspiro se escuchaba; sólo la voz del
viejo y los truenos.
“Zoilo Sepiola había vivido en un
pueblo cercano a Bragado —comenzó a decir, después de saborear el primer sorbo de vino— .Su trabajo consistía en llevar el ganado
hasta el sur de la provincia de Río Negro, en ese entonces no existían los
alambrados y los hombres y las bestias, cruzaban buscando el camino más corto
para llegar a destino.
Zoilo era un tipo trabajador, de
piel oscura y de pocas palabras, la esposa, Anna, una cruza de criollos con
alemanes, era tan rubia que los dos, resultaban la noche y el día, siempre se los veía juntos y enamorados.
En uno de los viajes, Zoilo no regresó. Los compañeros no lograron dar
una explicación, había ido del grupo sin que se dieran cuenta, y por más
que lo buscaron, Zoilo no apareció. Misteriosamente,
dijeron, se lo había tragado la tierra. Sólo uno de ellos, el chino Funes, le
dijo a Anna que lo había visto muy acaramelado con una de las mozas de la
estancia del Socorro. Funes se encargó de hacer correr la noticia, que
Zoilo se había conchabado en una
estancia de Chile, junto con una mujer de nombre María. Por más que Anna recorrió
estancias cercanas buscando a su compañero, nadie le supo dar información,
algunos arrieros que llegaron de Chile, dijeron no haber visto ni a Zoilo ni a
la tal María.”
El abuelo se sirvió su segundo jarro de vino
y prosiguió: “Funes se valió de la
situación para acercarse a la desconsolada Anna, y con perseverancia se fue
ganado su cariño. Al año ya vivía en la casa de Sepiola.
En uno de sus viajes al sur de Río Negro, Funes se separó del grupo y regresó por otro
camino, para llegar antes, extrañaba a Anna y en esos largos traslados, temía
que ella lo abandonara. Iba bordeando la orilla del Nahuel Huapi, y al
internarse en el bosque, escuchó sobre el colchón de hojas secas que formaba el suelo, un
sonido de pisadas, se volvió y sólo encontró la hilera de los altos arboles que
subían y bajaban sobre las laderas que la naturaleza dibujaba en su entorno —El
abuelo quedó en silencio mientras bebía y nos miraba uno a uno—.A medida que el bosque se apretaba de arrayanes
y arbustos y el atardecer oscurecía el camino, la sensación de que alguien lo
seguía, lo perturbaba, el miedo se iba acentuando a medida que las sombras
avanzaban. En un momento, una figura indefinida se paró frente a él y espantó a
su caballo. Funes rodó por el suelo, el animal escapó despavorido y el hombre
quedó solo entre la inmensidad de los árboles y la noche. Al intentar ponerse
de pie la figura apareció de nuevo, no era humana, tras los jirones de ropa, aparecía,
el ser humano que alguna vez había sido. Funes, aterrado, se vio solo y desesperado
en la inmensidad del bosque, intentaba gritar, pero su voz era un eco de la
nada que los árboles apagaban. Echó a correr en la oscuridad, no llegó muy
lejos, tropezó con un tronco y rodó por el abundante cúmulo de hojarasca que amortiguó su caída. Se puso de pie y la
figura se acercó, esta vez más cerca, el olor a podredumbre le revolvió el
estomago, intentó retroceder y cayó nuevamente de rodillas, alzó la cabeza y la vio: sobre el
pecho de esa cosa que alguna vez había sido un hombre; brillaba la cadena con
la cruz de Zoilo. Funes se santiguó.
—Sos vos maldito, volvé al infierno de dónde saliste…
Buscó en su cintura el puñal y
amenazó a la figura que se acercaba.
—No te tengo miedo Zoilo, te maté una vez y voy a volver a hacerlo, vas
a regresar al otro mundo…
Un trueno detuvo el relato. El miedo nos
hacía toser y el abuelo siguió:
—A Funes lo encontraron en el bosque que rodea el lago Nahuel Huapi, un baqueano que andaba por la zona, descubrió
al chino, casi cubierto por las hojas,
tan secas como él. De su pecho
sobresalía el mango de su puñal y entre lo que quedaba de los dedos de su mano derecha; Funes apretaba
la cadena con la cruz de Zoilo Sepiola”.
Ahí terminó la historia. Ninguno de de los
presentes dijo una palabra, el silencio flotaba y se hacía bruma entre el
abuelo y nosotros.
El viejo terminó su cuarto jarro de vino y
miel, se levantó y sosteniéndose de los muebles, fue derecho a su cama. Ninguno
de nosotros fue a dormir esa noche, nos quedamos junto a la abuela que con su
sonrisa pícara nos preparaba un guiso carrero, y pan recién horneado, para
darnos fuerza y seguir aguantando los truenos que estremecían la noche.
28 comentarios:
Buenísimo relato. Yo no tengo recuerdo casi de mis abuelos, porque solo conocí a mi abuela materna y a mis abuelos paternos, pero la madre de mi padre falleció cuando yo apenas tenía cuatro años. Pero sí recuerdo que alguna vez mis primos, mis amigos y yo nos reuníamos en algún rincón del pueblo cuando había tormenta y nos contábamos historias de miedo. Eran momentos impagables, la verdad. Y tu relato me ha recordado esa época.
Un abrazo.
#yomequedoencasa
#devuelvocomentarios
Impresionante. Un beso
Muy bueno amiga, me encanta estos cuentos que nos dejas, es como haber estado sentada escuchando al abuelo en esa mesa camilla con brasero y todo ..Gracias cielo .
Un fuerte abrazo !!
Un gran relato muy bien narrado, mi abuela nos contaba historias, mientras nos daba de comer, decía que al estomago había que tenerlo contento y a la mente ocupada. Un abrazo
Tus relatos tienen algo "especial" que enganchan...
Un abrazo y felicidades.
Impresionante historia, María Rosa. Admirable tu temple y creatividad construyendo argumento y guión. Poco a poco nos llevas hasta el final, que toma sentido, porque al fin el tiempo todo lo pone en su lugar. Entrañable el ambiente de abuelo y nietos,que me trae recuerdos del pasado, amiga.
Mi felicitación y mi abrazo por tu buen hacer.
Rosa, eres genial, me tuviste en suspenso a medida que leía y me estremecía, acá llueve suavecito, es medianoche y estoy sola. Saludos amiga.
Interesante historia que he leído con mucho gusto como si fuera la niña que escucha a su abuelo en ese ambiente tan bonito, y con la tormenta de fondo para aderezar de misterio el relato.
Un placer como siempre leerte.
Un abrazo.
Primero fui a buscar que es un tropero. Y después leí con la intriga de llegar al final. Buenas las historias del abuelo. Sabes engancharnos mariarosa.
Cuídate.
Desde casa te mando este abrazo 🙅
Acción y misterio, en una mezcla que solo tú podrías lograr con esa gracia.
Un gran abrazo.
Una historia estupenda, bien contada, para mantener el suspenso y conducirnos a un final inesperado. El chino Funes había arquitectado bien la desaparición de Zoilo para quedarse con Anna. Pero no tuvo en cuenta el "regreso" del muerto y pagó con su vida.
Un abrazo, Mariarosa.
Uy buen relato con mucho suspenso te mando un beso
Oh María Rosa ¡me encanta! Como para irse a dormir después de semejante historia, menos mal que yo la he leído en la mañana, ja ja. ¡Me ha encantado! Besos :D
Al leer la historia que os contaba el abuelo, me acordé del mio.Mi abuelo tambien era muy bueno contando historias.Él no bebia.pero fumaba más que un carretero.
Mª Rosa,Has heredado el don de tu abuelo. Eres genial contando historias.
Te mando unn fuerte abrazo
Un relato estremecedor... :)))))
Menos mal que allí estaba la abuela para consolar los estómagos!... Y las mentes, claro.
Abrazo Mariarosa.
Muy bueno. Creo que ya lo habías relatado, apreciada amiga. UN abrazo. Carlos
Hermoso relato, me trajo recuerdos de mis paseos al campo...un beso .Lía
Un racconto incantevole !
Bonita historia.
Yo siempre estoy recordando anécdotas de mis abuelos en las novelas, es algo que llevo muy dentro. Me gustó mucho querida amiga.
Gracias por recordar conmigo el libro de Judith o Citu, la verdad que no sabía como se llamaba.Es un amiga fiel de hace muchísimos años. La quiero un montón.
Cariños.
Oh, yo amaba esas historias entre misterios y desenlaces duros y es que mis abuelos eran buenos para narrar esa guardada memoria del tiempo y las circunstancias que ni dejan de tener una verdad verdadera por así decirse.
Muy bien contada y que sería de esa memoria de la historia si no tuviéramos abuelos.
Abrazo, buen finde.
Que historia tan bonita, me a encantado
visitar tu blog y si me dejas, me quedo.
Besitos dulces
Siby
Ese tipo de historia solo se cuentan en esos días, con esas tormentas rodeándonos.
Saludos,
J.
¡Uf! Qué atmósfera de terror y misterio has creado. Contado a viva voz, como se contaban los cuentos en torno al fuego en las casas las noches de invierno. Me ha puesto la piel de gallina. Yo recuerdo esa tradición oral en la casa de mis abuelos del pueblo cuando era muy pequeña. Se me ha hecho presente, con el jarro de vino incluido.
Un abrazo, Rosa.
Un relato aterrador, que te mantiene a la expectativa hasta el final. Me ha gustado mucho.
Besos
Hola María Rosa, me alegra haber visitado este lugar de cuentos y leyendas. El abuelo estaría despistado, pero el relato fue impecable Jajajaja muchas gracias por el deleite. Te mando un abrazo y no lo olvides, siempre vuelvo...
Muitas noites meu avô tinha a mim
em uma de suas pernas a contar-me
histórias tão lindas.
Vou seguir o seu blog para ler outras
tão bonitas.
Beijos e se quiser, siga-me também.
jajajajjajaja... Los renacuajos son/serán de salamandras o ranas. Más bien de los primeros. Un comentario que le hago a mi nieta... Claro que antes de verterlos en el estanque, que algo meteré!, veré que sean peces de colores...
Abrazos Mariarosa.
Un relato muy bien ambientado con descripciones que lo realzan y ayudan a visualizar los personajes así como el paisaje y emociones que despierta.
Me gusta la forma de contar este mensaje donde en su desenlace comprendemos la maldad de Funes, quien termina recibiendo su merecido por parte del fantasma Zoilo.
¡Gracias, Mariarosa por dejarme tu atenta huella!
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