viernes

Sucedió en la Pampa.



   

Era como si los habitantes  del pueblo se hubieran  esfumado, ni el canto de las aves se escuchaba. Kilómetros de pampa bañados de silencio rodeaban las humildes casas. Algunas golondrinas volaban en círculo, nadie sabía si anunciaban su partida o buscaban un lugar más seguro que los techos de los ranchos. En la torre de la Iglesia  los nidos de las cigüeñas  mostraban desolación, sus dueñas ya no estaban, su vuelo de alas amplias se había perdido tras las nubes.

Atardecía, el rocío cubría el campo dándole un tono dorado al pasto ralo  y salvaje y  las ramas duras de los espinillos se retorcían bajo los últimos rayos de un sol amarillento y otoñal.
Todos los vecinos se habían encerrado en sus casas, temían que algo iba a suceder, pero nadie sabía qué. Un perro sin dueño, intentaba dormir bajo un sauce  llorón, las ramas lánguidas acariciaban su lomo flaco y él, cada tanto, alzaba las orejas y oteaba el horizonte, gruñendo sordamente.

Oscureció más temprano, era como si el clima  se hubiera contagiado del temor. Las trancas de las cerraduras quebraron la quietud a un mismo tiempo y entonces sí, el silencio fue total.
Las estrellas  se habían multiplicado, eran  un cardumen de pequeños peces plateados, curioseando en la noche de aquel pueblo.

Pasada la media noche, un sonido lejano sobresaltó a los hombres y mujeres que no dormían, era una estridencia cada vez más cercana, tan cercana que aturdía; dentro de las casas algunos se abrazaron, creyendo que ese sería el final, los niños lloraban aferrados a la pollera de sus madres. Los cuadros y las cruces que colgaban de las paredes se movían inquietos, algunos cayeron al piso, las mujeres se santiguaron. Las cortinas  se elevaron, a pesar de que las ventanas estaban cerradas, y se agitaron el aire en una danza que duró  minutos. En un momento el ruido fue ensordecedor, el suelo temblaba y cuando los habitantes del pueblo, creían que su mundo de barro y adobe ya no soportaría más, el estrépito fue cediendo hasta convertirse en un zumbido lejano.
Al asomarse  los primeros rayos del sol, los vecinos abrieron sus puertas.

Las  macetas y los malvones, cada árbol, cada rosal y  hasta las mesas y sillas de los patios, aparecieron bañados de una película de polvo que los cubría con un velo gris y parejo, la mano de un artista  las había igualado en color. Alguna gota de rocío rebelde se dejaba caer en los cristales de las ventanas o sobre las enormes hojas de los plátanos formando el surco de un río diminuto. Todos creyeron que mandinga había cruzado esa noche por el pueblo.


Bajo el sauce, el perro sin dueño fue el único testigo de aquella tropilla de cientos y cientos de caballos salvajes que  había atravesado el caserío y no los habían dejado dormir.

23 comentarios:

Rafael dijo...

Bonito relato en esa "galopada" sin nombre.
Un abrazo.

Bertha dijo...

Menuda polvajera dejaron esos equinos salvajes y que angustia hasta saber de donde procedía ese estruendo.

Un abrazo feliz finde MªRosa.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Me hace recordar de un viejo cuentos que nos echaba, mi mamá, sobre una voz que escuchan en las noches sobre el tejado, y que interpretaban como "os afeito". Decían que era una fantasma, quizás habría sido peluquero, pero al observar una noche que los miedos se mandaron al carajo, el dueño de casa, el dueño de casa se dio cuenta que era una rama de una palmera, que rozaba el tejado, y producía ese efecto de "os afeito". UN abrazo. Carlos.

Gladys dijo...

Que bonito cuento esto me parece más bien una histori real un sorprendente final no lo esperaba, muy bueno me encanto.

Besitos de luz mi querida amiga que tengas un hermoso fin de semana.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Una buena historia.
El perro fue el único que no tuvo pánico.

Meulen dijo...

Muy bueno estimada...un relato vivido sin dudas...

claro , yo he sentido ese terror...esperando que un volcán erupcionara ...fue el 2008
y fue así, temblaba la tierra espantosamente cada 30 minutos, luego cada 20, luego cada 10 y luego...buuu!! era de terror y cuando reventó salté como un metro de donde estaba agarrada de tanta tembladera que quedé de bruces sobre un mueble de mi cocina...
es verdad , muchos no dormimos en casi tres días...

te dejo un abrazo!

EL AVE PEREGRINA dijo...

María Rosa, se dice que cuando va ocurrir algo, los animales son los primeros en presagiar lo que está por venir...
Bello relato.
Un fuerte abrazo.

el oso dijo...

Muy bello. Los grandes miedos están adentro, no afuera.
Besos!

Mari-Pi-R dijo...

Los perros son los que perciben mejor lo que va a ocurrir y son testigos de lo ocurrido.
Un feliz fin de semana.

Mª Jesús Muñoz dijo...

La mente del ser humano crea monstruos y él mismo se encierra en verdaderos laberintos...El perro intuía la verdad y esperaba tranquilo bajo el árbol...Muy bueno tu relato, Maria Rosa.
Mi abrazo y feliz fin de semana, amiga.
M.Jesús

AdolfO ReltiH dijo...

TU TEXTO ES UNA ESTAMPIDA!!!!!!
ABRAZOS

Abuela Ciber dijo...

EStupendo!!!!!
Me encanto la fluidez y por supuesto el final
Cariños y buen fin de semana

Mara dijo...


Sorpresa. ¡Eran caballos! Estaba esperando que nombraras el volcán. Muy buen relato. Saludos.

Rosana Martí dijo...

Estupendo relato amiga, que originalidad tienes a la hora de plasmar tu creación en mente y plasmarla así de lindo en tus letras.

Un fuerte abrazo.

Pluma Roja dijo...

Me gustó mucho este relato. Un buen cierre.

Saludos María Rosa.

Antorelo dijo...

Excelente texto con un final magistralmente desarrollado. Un abrazo, siempre me encanta leerte.

Diana de Méridor dijo...

Bello e inquietante. Qué bien nos transmite usted el ambiente de su tierra, y cómo me gusta encontrarlo en sus relatos.

Feliz tarde

Bisous

María Socorro Luis dijo...


El miedo a lo desconocido crea fantasmas en la mente. Tú sabes crear la atmósfera de forma magistral e inquietante y mantener el suspense hasta el final en el lector.

Siempre, mi enhorabuena, querida. Y un abrazo larguísimo.

Ambar dijo...

Un hermoso relato que te engancha hasta el final. has trasmitido muy bien el inquietante ambiente.

Saludos

TIGUAZ dijo...

Un buen relato, Rosa, como siempre un placer leerte. Un abrazo

José A. García dijo...

Siempre es más fácil creer en lo sobrenatural que en las explicaciones racionales.

Si lo sabrá dios...

Saludos,

J.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Sentí una sensación de espato leyendo tu relato, pero al final entendí.

Un abrazo.

MaRía dijo...

Eres magnífica en tus relatos , los impregnas siempre con un extraordinario halo de misterio

un abrazo

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