viernes

Las margaritas.


 


 

Regresar a la casa que una vez nos vio plenos de felicidad; me acongoja.

En instantes, a las 5 de la tarde en punto, dijeron en la inmobiliaria, un arquitecto va a visitarla y a tasar cada detalle, cada habitación de la que fue nuestra vivienda. Pondrán precio a las paredes, esas que alguna vez nos abrazaron y nos dieron su calor, pero no sabrán cuántos momentos de risas, besos y abrazos todavía guardan, latiendo en sus rincones. Me decías que me amabas a pesar de que a veces creías que estaba un poco loca.

—Loca de amor —respondía y reíamos juntos. 

Sin embargo, todo termina.

Un día desapareciste. Algo se hace niebla en mi cabeza al recordar aquel día que te fuiste, algo que no puedo precisar y me lleva a aquella tarde; los dos tomando el té en el parque, bajo el limonero y tus ojos, algo diferente vi en ellos, y allí se pierde  mi recuerdo.

Te busqué por cielo y tierra, te esfumaste, igual a una voluta de humo que se deja ver gentil moviéndose en el aire y de pronto se eleva y desaparece sin dejar rastros.

Me dijeron tantas cosas de vos, hasta que formabas parte de un movimiento clandestino contra el gobierno. Pavadas. No lograba entender que después de un año tan feliz, me abandonaras, quedé vacía y sin fuerzas para continuar viviendo.

¿Entonces lo nuestro fue mentira? Nunca sabré la respuesta.

Después de un tiempo de esperar en vano, cerré la casa, deje los recuerdos amontonados entre lágrimas y noches en vela y ahora al regresar, tres años después, aquel pasado me hiere nuevamente.

 

Si me abandonaste, lo tuyo no fue amor, entonces; ¿por qué sufro?

Voy recorriendo los cuartos. Salí al parque, y algo llamó mi atención, el cantero de margaritas, cubría una parte importante del parque, nadie las ha cuidado y sin embargo el color de sus hojas brilla y su blancura es inmaculada.

Al mirarlas algo me perturba, me mareo, no me mantengo en pie, el tronco del limonero me sirve de sostén y regresa a mi memoria aquella tarde bajo el árbol, recuerdo mi mano temblando y la taza de té que cae. Tu voz es un grito, tus ojos enfurecidos y de pronto todo cambia, intento defenderme de tus manos que van y vienen sobre mi cara…me pongo de pie y retrocedo, intentas volver a golpearme, trato de defenderme, mi brazo levanta, algo pesado que no puedo identificar; es… una pala… con la que había plantado las margaritas; la descargo sobre tu cabeza, una y otra vez…estoy transpirando como aquel día. Veo tu cuerpo caer, tu cabeza sangrando y la imagen se pierden de nuevo en una bruma, una sucesión de escenas va pasando como en una película, el pozo, tu cuerpo y mis manos manchadas de sangre…y tierra…

 

El sonido del llamador de calle me trajo a la realidad, las imágenes se desvanecieron, y el reloj marca las 5 en punto de la tarde.

 

 

 

 

 

Cuento reeditado.

1 comentario:

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

El relato me gusta porque que bien manejas la cripticidad brumosa sobre el personaje
amante. Un abrazo. Carlos

Las margaritas.

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