Digámoslo así: las mujeres que hablan, piensan y actúan como
usted son raras.
-¡OH! –Dijo ella seriamente- no espere que las muchachas
hablen como yo. Eso viene más tarde. Son demasiado jóvenes, ante todo. Y luego
el hombre común echa a correr cuando descubre rudimentos de cerebro en una
dama.
Ray Bradbury “El vino del
estío”
El silencio era rey en la
oscuridad del viejo comedor. Los muebles, simulaban rígidas figuras reunidas
alrededor de la mesa. Apenas un rayo de
luna se filtraba por los postigos cerrados, los cristales abiertos daban paso a
la brisa que elevaba las cortinas y el ambiente parecía habitado de un toque
fantasmal. La puerta se abrió suavemente y una nube oscura se deslizó al
interior. Recorrió el cuarto hurgo en los cajones, en el último se detuvo, sacó
un cofre, lo abrió: perlas y cristales destellaron bajo el hilo de luz que
entraba curioso. Guardó todo en una bolsa, siguió su búsqueda.
Se encendió una lámpara.
Se incorporo
sorprendido.
Desde un sillón, una
anciana lo miraba. La amenazó con una navaja, la movió en círculos para
despertar miedo, no lo consiguió, ella lo miraba impertérrita.
—¿Dónde hay dinero? –preguntó
—Allí en la cocina, dentro del tarro de las
galletas. El hombre guardó la navaja.
Regresó con un puñado de
billetes.
—¿Sólo esto?
—¿Qué pretendes de una jubilada?
La tranquilidad de la
anciana lo irritaba.
—¿Por qué me mira así?
—Me sorprende que me hayas elegido para
robar, ¿qué puedes encontrar en mi casa? sólo cosas viejas. ¿Por qué no vas a
robar a los ricos? —preguntó.
— Gracias por el consejo. Los ricos tienen
casas vigiladas y alarmas, no estoy preparado para eso. Soy un simple ratero—.
Ella lo miraba pacíficamente.
—Tengo frío, alcánzame esa manta —dijo la
mujer señalando una silla. Él le alcanzó una frazada. Observó el ambiente, no
guardaba nada de importancia.
—Usted cobra una pensión de Italia —al
decirlo la miró fijo a los ojos— le pagan en euros o dólares. ¿Dónde los
guarda?
La situación lo había puesto nervioso,
transpiraba, su frente estaba húmeda.
—Te pasaron mal el dato —la anciana
disfrutaba con la conversación, sonreía— la pensión de Italia la cobran mis
hijas, dicen que esa plata en mi casa es un peligro, que yo soy vieja para
manejar tanto dinero, así que ellas se hacen cargo.
—Ja…! ¡Lindas sus hijas, tan ladronas como
yo! ¿Por qué no le cambian la alfombra o
la cortina que se ven tan viejas?
—Ocúpate de tus cosas y vos ¿Por qué no
trabajas?
— ¿Qué le importa? ustedes los viejos se
creen sabios ¿verdad?
—No, no lo somos, es una máscara que usamos
para disimular lo indefensos que somos.
— ¿Una máscara cómo en el teatro?
—Claro. ¿Acaso la vida no es una actuación?
–se quedó mirándolo con una sonrisa.
El hombre comenzó a dar
vueltas sin dejar de mirarla.
—Me hubiera gustado conocerla de joven. –el
ladrón se sentó en una silla frente a ella.
— ¿Por qué?
— Porque es inteligente y si a eso le
agregamos juventud, debe haber sido maravillosa.
—A los veinte años no tenía la sabiduría de
hoy. Los años, las equivocaciones, enseñan a vivir— la vieja lo miraba sin
miedo.
—Debe haber sido muy linda.
—¿Qué sabes de mi? Hoy no quedan rastros de la que fui, en
realidad soy una vaca que se tragó a una princesa, ella sigue en mí, pero mi
exterior es la vaca.
—Ja…!
Usted tiene humor, dígame qué hay de importante en su casa, para
llevarme.
—Lo que ves, desde que murió mi esposo no
cambie nada y de eso hace muchos años.
—¿Cuánto hace que murió?
—No sé, perdí la cuenta —la vio ponerse
triste— con él se fueron mis ganas de vivir.
—Esa lámpara es de bronce —dijo señalándola—
parece de calidad, me la llevo.
Abrió la puerta de calle,
iba a salir con la lámpara y se volvió.
—No la quiero robar… necesito dinero ¿comprende?
—Ya te dije, el dinero se gana trabajando.
Él se volvió y cerró la
puerta.
—¿Trabajando en qué? Un tipo como yo, mal
vestido, con la piel oscura y mis rasgos, es mal visto en todos lados. Si me
contratan me pagan menos que ha otros, ya pasé por todo eso —mientras hablaba
regresó la lámpara a su lugar.
—Llévate las joyas, es lo único de valor que
tengo.
—¿Qué le va a decir a sus hijas?
—No te preocupes, no se van a dar cuenta
hasta que me muera.
Él se detuvo frente a
ella, inclinó la cabeza para mirarla mejor.
—¿No la visitan? ¿Quién se ocupa de usted?
—Yo misma, y mi vecina que es tan vieja como
yo, pero camina mejor.
—Cuando sus hijas se den cuenta, de que
faltan las joyas ni usted ni yo vamos a estar aquí –dijo sonriendo.
—Desde ya comienzo a disfrutar la cara de
desesperación de las dos, van a desconfiar una de la otra y se van a echar en
cara el escamoteo. Vete, antes que me arrepienta.
El ladrón abrió la puerta, se volvió hacía
la anciana, mirándola muy largamente.
El ambiente
pareció iluminarse, todo desapareció repentinamente, sólo quedaron dos seres
heridos por la vida, duró apenas unos segundos, fue una luz, un relámpago,
ellos comprendieron: fue un tiempo mágico.
—¿Por qué me miras así? —preguntó la anciana.
—Es que de pronto, algo sucedió, la vi
distinta… era una joven princesa.
Ella sonrió.
—…Y tú no eras un ladrón…
Cuento reeditado.
Estimados amigos, me despido por un tiempo, les dejo mi cariño y hasta pronto.
María Rosa.
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14 comentarios:
Con lo bonito que es tu cuento, lo ilusionada que iba leyendo y al final avisas que te despides, solo puedo desearte lo mejor que todo te vaya bien y cuando regreses aqui estaremos cuidando tu blog. Un cesto de abrazos
Gracias por dejarnos este cuento como regalo de tu despedida, bien emocionante nos has dejado jjj.
Feliz descanso, un abrazo
Un buen cuento. Vuelve pronto.
Abrazo.
Me gusta como manejas el suspenso. Te mando un beso.
Me van a hacer falta sus cuentos. Pero esperaré a que vuelva. Su pluma es relevante, como este cuento con dos personajes muy teatrales. Mi aprecio. Carlos
Una maravilla de historia. Hasta pronto. Un beso
Tus relatos, aunque sean reeditados, se siguen con atención.
Un abrazo y descansa, como dices.
Lo que ha pasado ahí dentro quizá es un síndrome. Habría que averiguar los apellidos de la anciana y el ladrón. :)
Me parece un cuento muy humano. Tiene algo de romantico, en el sentido que revela la dignidad de dos personas que el mundo suele ignorar o despreciar.
Aqui ocurrio un pequeño milagro: la empatia inesperada. Esto es poesia pura.
Que descanses y te espero, siempre rondando por aqui. Bacio.
Que lindo tu cuento Mariarosa, se regalaron mutuamente un encuentro de dos almas sin caretas.
Un abrazo y hasta tu regreso
Me ha encantado tu cuento. No tardes mucho en volver.
Abrazos.
Un cuento con mucha ternura y con mucha vida dentro.
Hasta pronto, espero, Mª Rosa.
Un abrazo
Un más que excelente relato Mariarosa. Tierno y entrañable. Y con ese final de los cuales tú eres maestra!
¡Hasta la vuelta!
Abrazo.
La soledad y la necesidad hacen que todo se vea y se sienta diferente.
Saludos,
J.
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