Abrí los ojos y no reconocí las rusticas maderas
de un techo pintado de azul, cerré mis parpados y al abrirlos descubrí con más
claridad que desconocía el lugar, desde una ventana abierta observé un cielo
celeste sin nubes, estaba en una cama y un lugar ignoto para mí, intenté
levantarme y el dolor en mi espalda me hizo gemir. Una anciana llegó rápida a
mi lado.
—Tranquila, no se mueva que ha tenido un
accidente y su cuerpo ha sufrido mucho, me llamó Ana.
Ella acarició mi frente y su mano fue un remanso.
—¿Qué me ha sucedido, un accidente…? —pregunté.
—Fue en la ruta, su coche dio vueltas y logramos
sacarla con mi esposo. ¿No se acuerda qué le sucedió?
Quedé pensando, tratando de hacer memoria y fue
inútil.
—No. Sé que manejaba por una camino bastante
averiado… no sé, ni recuerdo nada más…
—Nuestra casa está cerca de la ruta, escuchamos
un estruendo y vimos un coche dado vuelta con las luces encendidas… mi esposo Juan
y yo corrimos y la encontramos a usted desmayada, a duras penas la sacamos por
la puerta del acompañante, a los pocos minutos, el coche se incendió —me
estremecí al escucharla— la trajimos a nuestra casa, la acostamos y durmió, se quejó durante la noche…
La cara de la mujer me recordaba esas abuelas de
los dibujos animados, el pelo blanco atado con un rodete, la cara regordeta y
sonrosada y una sonrisa de media luna.
—Tendría que ir a un hospital, puede que le
hagan estudios para ver si tiene algún problema…
En ese momento apareció un anciano, alto y
corpulento, con un vozarrón me dijo:
—Hola señora, me alegra verla despierta, esto
estaba en su auto.
Dijo mientras me entregaba mi cartera, recordé
que en ella guardaba mis documentos y el dinero que había sacado del banco para
pasar mis vacaciones.
—Tendría que acercarse a un control médico, el
golpe fue tremendo…nosotros no tenemos como llevarla, pero podemos pedir una
ambulancia… ¿Quiere?
Los dolores eran cada vez más fuertes, trate de
incorporarme y el
malestar se extendió hasta mi pierna, no podía
caminar.
—Sí, será mejor que llamen a una ambulancia —les
dije.
En media hora ya estaba en una clínica. A pesar
del fuerte golpe, solo una fisura en la
costilla izquierda y moretones por todo el cuerpo fue el resultado del
accidente. Quedé internada en observación.
Una semana después y con muletas decidí ir a la
casa de mis salvadores, sin ellos hubiera perecido en el incendio. Recordaba la
cara de Ana y aún me emocionaba su paz y
sonrisa.
Un taxi me acercó a la ruta, todavía los restos de mi coche estaban a un costado de la
banquina. Entramos por la calle de tierra, lentamente nos acercamos.
—¿Está segura que este es el lugar —dijo el
chofer—acá no hay nada.
Me incorporé en el asiento para ver mejor y solo
vi una tapera, restos de lo que alguna vez fue una casa.
—Acá hubo
casa hace medio siglo—dijo el chofer.
No lo podía creer, ¿lo había soñado? Imposible.
Mi coche convertido en hierro retorcido era la prueba que estaba en el lugar
justo. El pasto quemado a su alrededor demostraba que no había sido movido. Mi
acompañante, tan asombrado como yo miraba
los restos de lo que fue y al fin me dijo:
—Sera mejor que volvamos, no me gusta nada lo
que veo...
Mis manos se aferraban a las muletas, me dolían
las muñecas, decidí entrar en lo que quedaba de la casa.
—Tenga cuidad señora, es peligroso moverse entre
esas ruinas.
Entré igual. El abandono me conmovió, la cama
desvencijada en la que había despertado días atrás estaba contra la ventana,
roto el respaldo, el colchón era un nido de gatos, pero al elevar la mirada me
estremecí al ver las maderas del techo pintadas de azul.
Salí confundida y llorando, el chofer no decía
palabra, comprendía que algo superior a
nosotros estaba sucediendo.
—Señora —dijo el taxista— porque no va a la
clínica y pregunta por el llamado a la ambulancia ¿quién lo hizo y a qué hora?
Fue muy buena la idea y eso hicimos, comprendí
que el chofer estaba tan interesado como yo en dilucidar el misterio.
En la clínica me reconocieron y se ocuparon en
averiguar quién había pedido la ambulancia.
Dijeron que fue un hombre el que hizo el
llamado, dejo su nombre Juan y el empleado recordó su forma de hablar, era una
voz que parecía un rugido, dejó un
número de documento que resultó falso.
El médico y el acompañante que manejaba la
ambulancia no aparecieron, nadie supo darme en la clínica, una explicación de ellos.
El taxista no se separaba de mi lado, escuchaba
con el mismo asombro que yo, al fin salimos de la clínica, y me dejo en mi
hotel,
Antes de que bajara me dijo:
—Señora no lo piense más, ni analice lo inexplicable,
crea que fue un milagro y esos dos
viejos fueron sus ángeles…
Volví varias veces a aquella casa abandonada, no
logré conseguir pruebas de que había estado allí, solo el techo pintado de azul
y la llamada a la ambulancia eran lo único cierto y cuanto más hondo trataba de
bucear en lo vivido, más me confundía, al fin me quedé con lo simple, Juan y
Ana fueron dos ángeles, mis ángeles..
21 comentarios:
Un misterio, que por ser para bien, lo consideramos un milagro.
Un abrazo.
Un relato muy bonito. Un beso
Siempre me dejas en vilo (felizmente), Mariarosa, me has llevado en volandas con tu texto hasta el final de las emociones de tu publicación de hoy. Casi me haces llorar y no de pena. Me parece un suceso para recordar y para querer creer en algo más que en lo mundano.
Gracias.
Un relato misterioso, que nos deja la curiosidad y la esperanza de que sigan apareciendo "ángeles custodios" que protejan y cuiden a tantos seres que sufren en el mundo y que se ven solos e indefensos ante la vida, María Rosa.
Mi abrazo admirado y agradecido por tus hermosos y mágicos cuentos y poemas, amiga.
¡Cuánta ternura y suspense, (algo difícil de conjugar), hay en tus letras! Escribes muy bien los relatos, María Rosa, Felicidades.
Un abrazo.
mariarosa, interesante relato, conmovedor, precioso, a mi me has ytenido sujeta a el por la intensidad que lo he vivido
Me parece precioso de verdad querida amiga
Un fuerte abrazo y enhorabuena por tu forma de trasmitirnos
No te quepa duda Mariarosa que los ángeles existes. Un bello texto. Besos, feliz semana.
Los ángeles hacen su trabajo y no se quedan a recibir parabienes. Una historia conmovedora pro lo bonito de lo sucedido y ese toque de suspense que le da un cariz especial. Abrazos
Me gusto el relato. Te mando un beso.
Queda la intriga del misterio del relato, pero en la vida se suceden casos similares. Y cuánto ha sabido juntar relatos que se,afinan para darle entidad a su narrativa. Un abrazo. Carlos
Que bonito y misterioso cuentos. Me encantan todas tus historias con ese punto de intriga que se apodera de uno hasta que se acaba de leer.
Mis felicitaciones siempre María Rosa.
Un abrazo.
La salvaron dos ángeles.
Tus relatos nos hacen leerlos ansiosos esperando llegar al final Mariarosa
Un abrazo.
Que reconfortante historia, los heroes que la rescataron y cuidaron podrian no ser quienes parecen. Tal vez ellos fueron angeles en medio de la tragedia, no hay respuestas definitivas pero tanta generosidad despiertan gratitud en la protagonista y en nosotros, los lectores.
Yo creo en los angeles, en mi vida hay y hubo seres asi, sutiles y alegres, que aparecen en momentos clave o dificiles y desaparecen. Tambien trato con otros todos los dias y me confirman cada vez que son angeles verdaderos. Ellos me dicen que no, que nada que ver, pero a mi no me engañan; yo se que son angeles en una mision especial.
Me encanto la historia de hoy, me llego muy profundamente.
Un beso y un abrazo, feliz noche!
Me cuesta creerlo, pero son lo más parecido a dos ángeles. Lo que sí creo y afirmo es que es un relato muy bien escrito y que te engancha hasta el final.
Besos.
Genial historia Maríarosa
Al promediar el relato "se me aceleró el corazón"
Quería saber si encontraría la casa, y que vería allí. Gran suspenso y final inesperado
Y sí, elijo creer en los ángeles.
Beso
Mariarosa, bello relato, conmovedor y con intrigas, muy bello.
Un placer visitar y disfrutar de tus relatos.
Cariños y besos amiga
Qué estupenda historia! Me ha encantado. Me ha tenido en vilo. Eres única con estos misterios. Te agarra la historia y no te suelta… Bravo!
Besos
Algunas veces lo mejor es conservar el misterio antes que arruinarlo conociendo la verdad.
Saludos,
J.
Mariarosa, te dejo un saludito, que tengas un bello fin de semana.
Cariños y besos amiga
Angeles invisibles que a veces se cruzan en nuestro camino tendiendo la mano. Lindo volver a leerte María Rosa .
Un abrazo!
En el mundo existen los Ángeles. María, qué lindo relato este tan importante, y reconfortante. Gracias por tu manera de crear historias.
Abrazos
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