Apareció
de pronto en medio de la ruta.
Primero
fue una imagen difusa, a medida que me acercaba, la descubrí, era una
adolescente, me detuve.
Hizo
señas para que la llevara, abrí la puerta y se hizo un ovillo en el asiento, no
dijo palabra.
Era
extraña su apariencia, daba la impresión de ser una hippy de la década del 60,
cabello largo desgreñado, ropa holgada y pollera que le llegaba a los tobillos.
Le
pregunté a dónde iba y me miró sin responder, no volví a dirigirle la palabra y
seguí en la ruta.
Minutos
después me pidió que la acercara al pueblo que
anunciaba un cartel a la derecha y
a una calle en especial.
Tengo
que desviarme de mi camino, no puedo llevarte, respondí.
Te
conviene llevarme, es por tu bien, exclamó con gesto huraño.
Le
pregunté si me estaba amenazando, me miró a los ojos y me dijo; no es amenaza,
es un consejo. Sus palabras y el tono me estremecieron.
Al
fin la llevé, perdería apenas media hora por el desvió de ruta, y como no tenia
apuro, pero si curiosidad la acerqué a esa calle.
Entramos
al pueblo y en ese instante una serie de explosiones muy cercanas me estremecieron, la gente que
circulaba en la calle, asustada por las detonaciones se iba deteniendo y
mirando hacía la ruta, de allí llegaban, algunos corrieron buscando guarecerse,
otros como yo no sabían qué hacer.
La
hippy se bajó de mi coche y yo tras ella, se alejó y ante mis ojos asombrados
se esfumó en el aire. No lo podía creer.
Corrí
y llegué a la esquina, mis ojos miraban
a uno y otro lado, giraba buscándola.
Había
desaparecido. La calle quedó desierta, las explosiones dejaron de oírse, ahora
eran las sirenas policiales y las ambulancias las que cubrían el aire.
Un
gendarme apareció de pronto y armado
hasta los dientes. Pude observar que eran muchos e igualmente equipados.
Algo
raro ha sucedido, me dije.
Tiene
que desviarse a la ruta sur, exclamó autoritario.
¿Qué
ha sucedido? Pregunté.
Un
atentado, hicieron saltar la ruta —fue la respuesta— hay cientos de muertos y
heridos, circule por favor…
Tomé
la ruta sur entre un tráfico pesado y conductores tan asustados como yo.
“Te conviene llevarme, es por
tu bien”. La voz de la hippy resonó en mis oídos.
¿Quién
era esa mujercita? ¿Un demonio, parte de una organización delictiva?
Pero
al recordar su forma de desvanecerse en el aire… ¿O un ángel? Nunca lo sabré.
12 comentarios:
Aunque nunca llegue a saberlo, cumplió la función de ángel de la guarda. ;)
Saludos.
Muy buen relato, Maria Rosa. Me encantó la trama y la desaparición extraña de la chica que le da un toque fantástico a la historia.
Un abrazo.
Ariel
Hay personas que nos avisan de algo y bien se puede decir que son ángeles.
Me gusto, me tuvo intrigada, muy bien llevado.
Un bespte.
Ante la duda me quedo con el ángel...
Un abrazo.
Buen relato te deja la duda. Te mando un beso.
Ante cualquier duda que surge de lo incomprensible siempre hay que pensar en un ángel.
Saludos, bello 2024.
Fuese lo que fuese, fue providencial.
Hermoso relato Mariarosa.
Abrazo.
Me encantan tus relatos, María Rosa, se agradece.
Un fuerte abrazo y sea un sueño o una realidad, es cierto que muchas veces nos preguntamos por esos ángeles que nos rodean y que se desvanecen y/o cuando menos nos lo esperamos.
Un abrazo, Maria Rosa
y/o aparecen cuando menos nos lo esperamos.
Tue relatos siempre nos dejan con la intriga. Creo que ella lo ayudó.
Buena semana Mariarosa.
Un abrazo.
Hola Maríarosa! A pocos días del nuevo año te deseo un muy buen 2024, en el que no te falten salud, amor y mucha inspiración para seguir deleitándonos con tus relatos.
Bonita historia por cierto.
Con ese final para pensar. En todo caso, no importa mucho quién ha sido esa mujercita. Importa que fue la que salvó a la protagonista.
Va mi abrazo
Me gusta
como escribes
tienes magia
Espero que hayas iniciado este año
con salud paz y amor
Un abrazo desde Miami
Publicar un comentario