La sacristana se hizo a un lado para dejarme pasar. Ella quedó en la
puerta un instante y se retiró. Entré
solo. El sol cruzaba a sus anchas por
los vitro con imágenes de la Anunciación, me sentí embargado por una sensación
mística, inexplicable, hacía años que no entraba en una iglesia.
Me habían llamado del obispado, les preocupaban que las paredes de la Iglesia María Inmaculada, lucian rajadas, no sólo le quitaban belleza al templo, temían un derrumbe.
El inconveniente era que no había planos. El
edificio se había construido entre 1890
y 1897. Los planos, incluidas sus escrituras habían desaparecidos y la Municipalidad no guardaba registro de
ellos.
Caminaba girando mi cabeza de una pared a otra
cuando una voz me sorprendió:
—No se le ocurrirá tirar abajo el templo ¿verdad?
Un sacerdote franciscano de hábito marrón que le llegaba hasta el piso me miraba
muy serio.
—No. Busco la forma de entender cómo con estas
columnas se han producido
grietas.
No dijo
palabra más y no se separo de mi lado.
Luego de recorrer el templo, le comenté:
—Los planos perdidos, ¿no los habrán entregado en
resguardo, a alguna familia que colaboró con la construcción?
—No, lo planos están acá.
—El párroco me ha dicho que se han perdido…
—Sígame.
Su seguridad me desconcertó. Lo seguí. El párroco me
había dicho una cosa y este curita
aseguraba lo contrario. Al llegar al altar principal, giró a la nave de la
derecha, la imagen de Jesús crucificado presidia el pequeño altar, detrás, un
terciopelo azul cubría la pared. Lo levantó y sacando una llave del bolsillo de su sotana,
abrió una puerta de madera. Entramos a una habitación oscura, encendió
una lámpara de aceite que pendía de la
pared y avanzó hasta un mueble, lo abrió y extrajo unas carpetas y varios rollos de papel. Eran los planos. Me
los entregó y me dijo:
—Fíjese bien lo que va a hacer, el templo es muy
antiguo, pero es sólido.
Observé los detalles y la fecha; eran los planos del
templo.
—Gracias padre… ¿Cómo se llama?
—Luis Barcos.
Salimos, volvió a cerrar y a guardar la llave. Me
aleje con mi carga rumbo a la sacristía y él quedó allí, frente al altar, me
volví y me saludo con un gesto y una sonrisa.
La cara del párroco era de un asombro tal que no
lograba expresar palabra. Observaba con
atención cada carpeta, cada plano, hasta que al fin preguntó:
—¿Dónde halló este tesoro?
Le expliqué lo sucedido con voz entrecortada, yo
también estaba sorprendido.
—Esa puerta hace años que no se puede abrir, me
dijeron que después de la inundación del año treinta quedó trabada y jamás
lograron hacerla ceder. ¿Quién fue el sacerdote que abrió la puerta?
—Me dijo que
se llamaba Luis Barcos.
El párroco se fue poniendo blanco, retrocedió y mirándome
fijo a los ojos, dijo:
—Es una broma... ¿cómo estaba vestido?
--Con hábito franciscano color marrón.
Vi que comenzaba a transpirar, con un pañuelo se
secó la cara y volvió a preguntar:
—¿Está seguro?
—Ese fue el nombre que me dio.
Él daba vueltas por la habitación, seguía pálido,
cada tanto me miraba, pero no decía palabra, seguía pálido, por momentos intentaba hablar y la voz se le ahogaba. Me tomó del brazo, me llevó a la
entrada y me hizo leer en voz alta, lo
que con letras doradas decía sobre el mármol blanco del atrio.
“Aquí yace Luis Barcos ( 1810- 1895) Primer párroco de la Iglesia
María Inmaculada”.
13 comentarios:
Que cuento más interesante con el que me he quedado con ganas de más.Es una de esas historias que son apetecible que se alarguen, y si están elaboradas por tí, mucho más, y con ese puntito de misterio.
Un placer la lectura María Rosa.
Un abrazo y buen resto de semana.
Una historia muy bien narrada. Un beso
La vida y sus misterios, un cuento con ese misticismo que encandila y embelesa a quien lo leemos. Un besote.
Es un bonito relato con ese suspense final.
Un abrazo y felicidades por el trabajo.
Un misterio preciosos, un misterio que te hace creer en que todo puede ser. Que maravilla de historia, casi podría créemela. Un abrazo
Que bueno por esa iglesia...si existe mejor y aún mejor por el testimonio...
Hay cosas que nunca comprenderemos del todo mientras caminemos por esta tierra.
Abrazo.
Genial relato. Te mando un beso.
Siempre me emociona tus relatos, María Rosa. Si hubieras escrito veinte páginas más seguiría leyéndote.
Bonita historia la cual no creo que haga falta llamarla cuento, yo he vivido algunas de esas escenas, soñando, pero siempre con los ojos abiertos.
Un fuerte abrazo.
El misterio siempre se convierte en sorpresa en tus atrapantes relatos.
Un gran relato muy bien elaborado, tanto que parece creíble.
Un abrazo.
Otro gran relato María rosa.
Como ya han dicho en otros comentarios, dan ganas de seguir leyendo.
Cómo haya sido, un espectro, una alucinación del trabajador, no importa.
Lo bueno es que con los planos se podrá hacer un muy buen trabajo en esa iglesia.
Aplausos por tu excelente narrativa.
Va mi abrazo
¡Buen finde!
Me encanta la sorpresa de cierre de tus cuentos.Chapeaú,¡ me quito el sombrero. Mi aprecio. Carlos
Hola María Rosa, un buen relato con final más que misterioso.
Abrazos.
Me gusta como fusionas la realidad con lo misterioso, la mezcla de lo historico y lo paranormal,la escena en la que descubren los planos ocultos detras de una puerta sellada me causo asombro.
Me alegra volver a pasar por aqui y saborear tus ingeniosas y enigmaticas historias.
Besis
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