martes

Un día de noviembre.


 

 

La casa estaba en penumbras, el silencio  se deslizaba entre las cortinas  y se perdía en las habitaciones, reinaba  entre los viejos muebles.

La adolescente subía y bajaba  las escaleras, sus pasos no levantaban sonido. El juego la divertía a la vez que cansaba sus flacos huesos.

Se detuvo en el descanso del primer piso y se sentó. Sus ojos  recorrieron  los rincones, las sombras guardaban ecos, voces, hasta la risa de su madre le llegaba  alguna tarde, y surgía la ilusión de que el tiempo no había pasado y escuchaba su voz: ¡Mimí ven a merendar!

Las ventanas cerradas,  ocultaban el abandono  actual.  Algunos rayos de sol, como abanico entraban por las rendijas de las persianas, mostrando  pequeñas motas de polvo que bailaban entre la luz que amablemente desgranaba noviembre.

 

El sonido oxidado de una llave quebró la paz. Alguien trataba de entrar. La joven se escondió; ¡cómo si alguien pudiera verla!

La puerta se abrió y la figura de una mujer mayor se perfiló contra la luz de la calle. Alta, vestida de oscuro, mostraba una sobria elegancia y una cara triste, sólo iluminada por el celeste claro de sus ojos. Entró repiqueteando su andar por una cojera que dejaba oír un cansado;  toc tac, toc tac.

La recién llegada se detuvo en el salón de entrada, encendió los cirios de un viejo candelabro y giró lentamente, observando cada detalle. Los muebles cubiertos con sábanas la intimidaban, la observaban,  desde su extraña quietud de madera y algodón.  Recorrió el comedor, una opresión en su garganta la  ahogaba.

 

Mimi abandonó su escondite. Se sentó en el último peldaño, aferrada a los barrotes, controlaba los movimientos de la recién llegada. La lívida luz de su piel pareció acentuarse. Al fin se puso de pie y subió al segundo piso. Entró en su habitación y quedó pegada a la pared. ¡Es Lila! ¿Para que viene la muy maldita?

Con dificultad la mujer subió la escalera. Con los años el dolor en su cadera se acentuaba, más aún en días de humedad. Entró al cuarto de Mimi, fue directo al ventanal lo abrió y se asomó al balcón.  El día entró cargado de aromas y calor, quedó mirando la calle y su mundo de gritos circulando por la vereda y llegó  hasta Mimi que se tapaba la cara, no soportaba la luz.

La mujer  lloraba, aferrada a los barrotes del balcón.

¡Ahora llorás, Maldita! Exclamó Mimí, desde su boca muda.

¡Estás vieja, a pesar de tu pelo teñido y tu ropa elegante!  ¡Estás vieja!

Lila se volvió, recorrió la habitación acariciando cada mueble. Con su pañuelo de papel, quitó la tierra de la cómoda. Abrió los cajones buscando algo que ni ella sabía que era, el aroma a humedad y abandono la obligó a cerrarlos. Desde un rincón, un ruido conocido la detuvo. La mecedora de Mimí se movía. Tembló. Se aferró al mueble, un sudor frío bañó su cuerpo, nuevamente la opresión en la garganta la obligó a respirar hondo.

—¿Estás aquí? —preguntó.

El sonido acelerado de la mecedora fue la  respuesta.

—Mimí, perdóname. —Se inclinó aferrada al mueble— Mimí perdóname. Era tan  joven y tonta, envidiaba tu belleza, tus piernas sanas, hasta tu bondad.

Se cubrió la cara con las manos.

 ¿Cuántos años habían pasado desde aquel día?

Cuarenta, cincuenta,  no recordaba el tiempo. Recordaba el momento; Mimí con  quince años, alegres felices se balanceaba sentada en el balcón. Odiaba verla tan feliz, siempre alegre, dueña de  piernas sanas, no como ella que había nacido inútil para moverse, apenas si lograba caminar arrastrando su pierna. Y en un arranque y sin pensarlo  la empujó. Ni un grito, Mimí  cayó a la calle.

 

Cerró el balcón y salió. Bajó las escaleras. No lograba frenar el llanto ni el temblor de su cuerpo.

Miró el reloj detenido a las doce y diez de quién sabe qué día. Apagó las velas. Abrió la puerta, el sol se adueñó de  la sala y salió. El ruido de la llave al cerrar sonó brusco.

En el último escalón, Mimi volvió a quedar sola.  Su hermana había arruinado su paz, igual que había hecho con su vida aquel día lejano de noviembre.

 

Cuento reeditado.

 

 

 

 

 

24 comentarios:

Ester dijo...

Y el alma sigue vagando, no hay paz mientras queda rencor, que bien que lo hayas reeditado, no recuerdo haberlo leído y lo recordaría. Un abrazo

Bertha dijo...

La envidia es un puñal.El amor entre hermanos es muy grande; como también los odios ...

Un abrazo desde Atlántico Sur, estamos en alerta naranja mucho calorrr

Campirela_ dijo...

El remordimiento y la conciencia nunca dejan descansar y asi se demuestra en este cuento.
La envidia es lo peor del mundo ella hace que nos volvamos seres malignos sin piedad.
Un fuerte abrazo, disfrtua del resto del día muakk.

Margarita HP dijo...

Madre mía, impactante final. Como siempre, me ha fascinado. Besos :D

Rafael dijo...

No cansa leerlo, felicidades.
Un abrazo.

Rafael dijo...

No cansa leerlo, es muy tierno. felicidades.
Un abrazo.

Susana Moreno dijo...

Una historia terrible y muy real. Un beso

ETF dijo...

Qué bien escribes, Maria Rosa. Este texto es toda una historia bien contada de algo tan sencillo como difícil de comprender, pero es así y tú lo has contado como si hubieras estado allí, escritora.
Un abrazo muy fuerte.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Escribís de una forma, que dan ganas de abrazar a Mimi, su fuera posible.
Es inevitable odiar a su hermano, tener enojo contra ella, que terminó con la vida de Mimi. Y luego de muerta, arruinó la paz que sentía.
Bien contado.

Nocturno Náufrago dijo...

Festejo esta reedición, el cuento está buenísimo.
Los actos traicioneros se pagan, pueden obligar a cometer delitos, pero quien sabe si es mejor suerte la de quedar viva pero con la culpa.
Otra joya literaria nos dejaste, uno sabe que pasará algo y la transformación que va elaborando el relato nos hace llegar hasta eso que sabíamos que pasaría, pero sin embargo pasó en el pasado.
Muy buen juego temporal en medio de una trama tensa, que atrapa como todo lo que compartís.
Abrazo.

Hada de las Rosas dijo...

Que historia tan dura, querida amiga!
envidia y rencor entre hermanas
pero muy posible, sin dudas.
Comparten la sangre,
pero el amor las estrangula,
la rivalidad las corroe,
la sonrisa se esconde,
y el rencor entre ellas se acomoda para siempre.

Conozco un caso asi, que en vez de afianzar el lazo que las une
cada vez se debilita mas. Tristisimo.

Te mando un beso y feliz noche!

J.P. Alexander dijo...

Pobre Mimio, me gusto este relato. Te mando un beso.

Enca Gálvez dijo...

Tu relato genial, te propongo que sigas escribiendo, tus relatos bien puede ser novelas ¿no lo has pensado? pues piénsatelo yo desde aquí te animo hacerlo.
A sido todo un disfrute leerte, un gran abrazo!

Lu dijo...

Antes de partir de vacaciones, no podía dejar de comentar este otro estupendo relato.
Desde que comencé a leerlo me intrigaba esa adolescente...luego cuando alguien llegó pensé que era un fantasma...
¡Y me he sorprendido con el final!
Era justo a la inversa de lo que yo creía.
Genial, como siempre, Mariarosa
Ahora sí, ya no comentaré hasta que regrese
Abrazo

Laura. M dijo...

Trenendo relato me produjo escalofríos, y se agradece con el calor que tenemos. Que nmala es la envidia Mariarosa.
Un abrazo.

Cabrónidas dijo...

La cárcel del arrepentimiento ahogan más que unos barrotes.

Antorelo dijo...

María Rosa, como siempre, un magnífico relato que te atrapa desde el principio hasta el final.
El desenlace es genial.
Un abrazo

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Me encanta ese juego narrativo desde la voz del personaje muerto. En mi novela, La saga del último de los duros, empiezo la novela desde la velación del protagonista, que habla de su propia muerte, de la vida que le tocó. Un abrazo. Carlos

Ernesto. dijo...

Siempre el misterio a flor de piel...
Y luego esa carita de "¿quién ha tirado esa piedra?... ¡Yo no seño! :)))))
Abrazo Mariarosa.

Raul Ariel Victoriano dijo...

Como si caminara en puntas de pie, el lector se introduce de a poco en la trama, desde el primer párrafo, y luego la historia se tensa y se sigue tensando hasta el desenlace en el cual se pone de manifiesto la tragedia: la envidia, el rencor, nada menos que entre hermanas.
El contenido y la forma de la narración se funden hasta encontrarse, lo cual es otro mérito que se suma al trabajo cuidado y meticuloso de la prosa.
Me gustó mucho tu cuento, Maria Rosa.
Te mando un saludo.
Ariel

José A. García dijo...

Cada familia esconde un infierno que solo ellos llegan a conocer, incluso cuando este se hace público.

Saludos,
J.

Meulen dijo...

Un gran realto, de historias de esas en la realidad se repetirán y mantendrán en vil secreto...pero al menos ella tien conciencia vivida, sabe lo que pasó y por supuesto viviendo en la culpa , saber arrepentirse con la ida y sobretodo con Dios , ella de seguro encuentre paz y la otra descanso eterno...un fantasma que vive aferrado a lo que era su vida tampoco es bueno.

Una historia muy bien trabajada...
Abrazo.

stella dijo...

Me he quedado totalmente "pillada" al cuento ¡que realismo...me has tenido metida en la historia y viviendola
Me ha gustado muchisimo, te felicito
Un abrazo

Maite Sánchez-volarela dijo...

¡Hola, Mª Rosa!

Tanto el pequeño relato, encantador, de la mariposa que ignora su poder de vuelo, como éste, de un fantasma oculto con un dramático pasado, me han encantado.
Aquí destaco la fantástica ambientación; no te has dejado nada. No has metido de lleno en esas sombras tristes de la casa y en la historia que hay tras el fantasma. El detalle de la cojera de la dama, la melancolía del lugar, el dolor apesadumbrado de la mujer... Todo es como una escena de cine. ¡Bravo!

Un beso grande y que tengas muchos más momentos como estos, de estupenda inspiración!

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