viernes

Infancia.


 

 

 

 

Había sido un verano terrible, nuestra pequeña casa,  sin ventilador era un horno en medio del campo.

Vivíamos sobre calle de tierra, era la hora de la siesta cuando vi avanzar a los tumbos un coche que entre los pozos y los desniveles sufría por avanzar, se detuvo en nuestra puerta.

Bajó una mujer  mayor, mi madre salió a recibirla y me dijo:

—Acércate que es tu abuela Mariana.

La mujer me saludó sonriente con un beso en la mejilla.

Mamá la hizo pasar, se encerraron en la cocina, me dejaron afuera con Cuco mi perro. No sé cuánto tiempo estuvieron hablando, cuando salieron mi madre dijo que me tenía que ir con la abuela, me dio una mochila con ropa y me dijo; que pronto, me iría  a buscar. Me abracé a Cuco llorando y la señora mayor sonrió, me dijo que si lo quería llevar, podía hacerlo, en la casa había lugar, subí con él en brazos, era pequeño y sus ojos parecieron alegrarse, como si entendiera que no se iba a quedar solo, la señora  cargó  la mochila, mi madre me dio un beso rápido  y no sé por qué, me pareció  que se alegraba con mi partida.  A los tumbos llegamos a la ruta, a partir de ahí el viaje fue agradable.

Estuve triste los primeros días, después se me fue pasando, Cuco fue mi compañero inseparable.

Mi primera alegría fue cuando la abuela Mariana me dijo que debía ir con ella, me iba a anotar en el colegio, “vas a empezar a ir a la escuela”

Mamá no me quería llevar, decía que estaba muy lejos para ir caminando todos los días  y que cuando comprara una bicicleta iríamos en ella, ya tenía ocho años y la bicicleta no había aparecido.

En pocos meses yendo a la escuela  y con la ayuda de la abuela, aprendí a leer y escribir, ella decía que yo era muy inteligente.

 

Sin que me diera cuenta pasaron dos años, crecí, encontré dos amigas que venían todas las tardes a hacer los deberes y a jugar; Tina y Emma.

De mi madre no volví  a tener noticias, hasta que una tarde apareció en la puerta de calle, casi no la reconocí por la elegancia y el pelo teñido de rubio.

Nuevamente como aquella mañana en el campo, las dos, madre y abuela,  se encerraron  a hablar, esta vez hubo gritos, mamá, estaba furiosa.

Salió y me dijo: “Prepárate que nos vamos.” La abuela se puso delante mío y le dijo que no, que no podía arrastrarme a su vida de loca, yo no entendí que había querido decir.  Me abracé  a la abuela Mariana. Mamá me agarró de un brazo y comenzó a tirar como si yo fuera una muñeca de trapo, le mordí la mano y recién me soltó. Se fue enojada y dando un portazo, un auto lujoso la esperaba y en él se fue.

Semanas después llegó un señor de traje oscuro y cara seria, traía muchos papeles, la abuela Mariana los leyó, firmó y luego me dijo: “Vamos a tener que presentarnos ante un juez de menores”.

No hablamos más del tema hasta el día de la cita en el juzgado.  Primero entró ella y yo esperé afuera, cuando salió tenía los ojos rojos, sólo me dijo; “responde tranquila a lo que te pregunten, no mientas.”

Dos mujeres sonrientes me esperaban, una de ellas era amble y hablaba con dulzura, la otra  me clavaba los ojos, como si fueran cuchillos.

Muchas preguntas sobre mi vida con mi mamá.

Conté todo lo que había querido olvidar en los últimos dos años. Los fines de semana con la vecina. Los novios de mi madre  eran  buenos, me regalaban chocolates, cuando alguno de ellos llegaba a la casa, Cuco y yo nos alejábamos, desde arriba de la higuera los escuchábamos  reír y cuando ellos se iban, dejaban botellas de cerveza vacías sobre la mesa, mi mamá se iba a dormir y yo limpiaba como podía, el desastre que habían dejado.

Preguntaron cosas que yo no entendía, luego comenzaron con la abuela Mariana.

¿Es buena contigo?  ¿Te reta, te pega, qué te da de comer….? Muchas preguntas tontas y por último: ¿Con quién quieres vivir?

—¡Con la abuela Mariana! —respondí.

—¿Por qué?

—Porque no grita, me lleva a la escuela y no me tira del pelo… y cocina todos los días, a veces, para mi sola…

Se miraron las dos mujeres con un gesto  en la cara que no entendí.

Después me enteré que la señora  de la mirada como cuchillos, era la juez de menores, en sus manos estaba mi destino.

Tardaron varias semanas en decidir que iban a hacer con mi vida, nos llamaron nuevamente y decidieron que mala o buena,  mi madre era con quién debía estar.

Ella me vino a buscar una tarde de lluvia. Con mi capa y mi paraguas rojo, me abracé  llorando a la abuela.

Fuimos a vivir a una casa elegante, con jardín y muchas flores, pero Cuco se quedó con la abuela.

Extrañaba  mi mundo tranquilo en casa de Mariana, y  a mis amigas Emma y Tina, los meses pasaban y no me acostumbraba a tanta soledad, había una chica que me acompañaba, pero se pasaba las horas mirando televisión o pegada al celular.

Hasta que un día todo terminó.

Desperté en el hospital con un brazo y la pierna derecha enyesados. Me preguntaron que me había sucedido y les dije, que mi madre, enojada, me sacudió de un brazo y trastabillé  por el empujón y caí por la escalera. Mamá gritaba que era mentira que caí sola, nadie le creyó,  estaba más histérica  que nunca.

Nuevamente el juez de menores, psicólogas y me enviaron a la casa de la abuela Mariana para siempre. Volví a mi escuela del barrio, a mis amigas y a correr en el jardín   con mi perro.

 

Cuco es mi confidente y el único que sabe la verdad, aquel día, yo solita me tiré por  la escalera.

 

 


22 comentarios:

Rafael dijo...

Un relato lleno de ternura. Felicidades.
Un abrazo.

Margarita HP dijo...

Alucinante amiga mía. Y si, creo que yo hubiese hecho lo mismo. Me ha encantado. Besos 😘

Susana Moreno dijo...

Qué historia tan dura. Un beso

Campirela_ dijo...

Una historia que por desgracia se da más veces de las que se quisiera. La niña tuvo un acto negativo, pero era necesario para vivir una vida tranquila y no llena de inseguridades. El cariño de la abuela era sincero. Muy buen relato.
Un besote grande.

Alfred dijo...

Se veía venir que se había buscado la vida ella sola. Los mayores solo están para complicar lo que es bien sencillo.
Buen relato, gracias.

Bertha dijo...

Tan real como la vida misma, yo hubiera hecho lo mísmo...
Me ha encantado como siempre leerte estimada amiga.
Un abrazo, Mariarosa

Elda dijo...

Que excelente cuento, según lo leía me daba pena, menos mal que la niña volvió donde era feliz aunque fuera con una mentira. Seguro que en la realidad hay madres así, donde los hijos sufren.
Me ha encantado María Rosa, y es que lo cuentas tan bien, que da gusto leerte.
Aplausos por tu trabajo.
Abrazos y buen día.

Nocturno Náufrago dijo...

Genial. Desarrollo excelente. Imposible dejar de leer.
Supiste pintar una realidad que duele y le diste un toque de ingenio muy inteligente para definir la historia y conseguir una sonrisa en este lector que te comenta.
Felicitaciones.
Y un abrazo.

Enrique TF dijo...

Me ha impresionado tu relato, Maria Rosa, cuan dolorosa historia que casi hace que mis ojos se conviertan en cristal de ventana en día de lluvia.
Un relato corriente que me resultó fantástico ... y final feliz.
Gracias.

retazosmios dijo...

Una triste historia, pero tan real como la vida misma. Hoy día vivimos en un mundo muy alejado a lo que fueron nuestros años de niñez y realmente existen muchos padres que no se preocupan para nada de sus hijos, así pasa lo que pasa, que no es mucho para lo que realmente podría suceder. Bravo por la abuela y la niña.
Un placer leerte María Rosa.
Un abrazo y feliz fin de semana.

José A. García dijo...

Todos saben que los niños no mienten casi nunca.

Saludos,
J.

Hada de las Rosas dijo...

Mi vida, hiciste cualquier cosa por volver al calor del hogar que te brindaba tu abuelita!
Me parece una historia preciosa, dentro del dolor.
Una historia con final feliz que da una segunda oportunidad.
Besos, querida escritora!

J.P. Alexander dijo...

Pobre niña lo que tuvo hacer por tener paz y amor. Te mando un beso.

Meulen dijo...

Al final siempre se está donde se es feliz, una buena elección, el amor se gana por amor , no por obligación ...
Besos.

Jorge M dijo...

Un relato duro, conmovedor, cómo la vida misma, entiendo los motivos de la niña, uno hace lo necesario por su bienestar.
Saludos amiga

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que historia tan dura, con esa pequeña que hizo algo tan drástico para vivir con abuela, quien era quien la cuidaba.
Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

ESe final debía tener algo guardado. Pero sucede: los niños por su felicidad toman alternativas riesgosas. Siempre sorprendes, querida Rosa. Carlos

Ernesto. dijo...

Un final inusual por estos lares...
Pero no cabría negar la realidad que en muchas ocasiones los niños llegan a vivir. Y mucho más aún!
Abrazo Mariarosa.

Lu dijo...

Ay amiga!
Ya con lágrimas en los ojos llegué al final y ...
¡siempre logras esos giros en tus relatos María Rosa! ¡Bravo!
Y, siempre también logras que nos adentremos en las historias que narras.

En verdad son hechos que, lamentablemente, suceden más de lo que se sabe y quienes sufren son niños y niñas de diferentes edades. ¡Eso es lo triste!

Abrazo ¡buen finde!

Frases Bonitas dijo...

Fuerte muy fuerte relato que me deja sin palabras.

SPACE dijo...

Bonita historia sobre los niños.

J. S. Vila dijo...

El relato queda muy bonito. Esperemos publiques muchos más igual de bonitos e interesantes.

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