miércoles

¿Dónde está Carlitos?


 

El policía parecía tonto, le explicaba lo sucedido y no me entendía.

—Explíquese de nuevo señorita —me dijo— hable despacio y no grite.

Respiré hondo y le dije:

 “Carlitos y yo habíamos salido para ir a la farmacia,  al cruzar la plaza el nene se encaprichó con ir a la calesita y como  no me gusta verlo llorar, le dije que sí, que lo llevaría. Le prometí dos vueltas. Carlitos subió al caballo de madera  y yo me senté en un banco del pasillo para verlo, me encantaba su sonrisa de felicidad.  Sacó la sortija, una y otra vez, no quería bajarse, yo lo miraba y de pronto no se qué paso, si fue la musiquita o los giros del carrusel, me dormí. Fue un instante. Al despertar, Carlitos no estaba y este señor, dije señalando al dueño del carrusel, niega todo.”

El  policía frunció el ceño y hacía gestos raros con la boca. Le dije:

—Entiéndame  agente  ¿Cómo le digo a la señora Dolores que perdí a su hijo? 

No respondió. Llegó otro patrullero y cerraron la calesita.

El policía se rascó la cabeza, me miró y  dijo al calesitero:

—Vaya  a declarar a la seccional,  mi compañero lo va a llevar.

El uniformado me invitó a subir al auto policial. Yo lloraba a moco tendido, él trató  de tranquilizarme, me aseguró que se encargaría de  hablar con mi patrona y le iba a explicar lo sucedido. Era tal mi desesperación que no lograba  armar una frase coherente.

 

Después del tercer timbre,  apareció  mi patrona con una bata de baño y el pelo mojado, nos fulminó con la mirada.

—¿Qué quieren?

—Señora ¿conoce a esta joven? —preguntó con amabilidad el agente.

—Sí.

—¿Señora; su hijo se llama Carlitos?

—Sí.

—La muchacha lo llevó a la calesita y el chico desapareció, seguramente se fue con algún amiguito, ya hay varios patrulleros buscándolo y…

Antes que el policía terminara su explicación, vi que los ojos de mi patrona se agrandaron como monedas, frunció la boca en un  gesto de furia.

—¿Qué dijo? —preguntó la señora Dolores con una cara de desequilibrada mayor de lo habitual.

El policía comenzó a explicar nuevamente la historia, aclaró que varias patrullas controlaban el barrio. Yo no paraba de llorar, me limpiaba los mocos con la manga del saco, había olvidado el pañuelo en el bolsillo del delantal.

La señora Dolores se ajustó la bata,  me miró y vi varios puñales saliendo de sus ojos y clavándose en mi cara.

—Mire oficial —dijo— está señorita, hace una semana que no trabaja en mi casa. Mi hijo Carlitos tiene treinta años,  es Pediatra en el hospital Fernández, y hace añares que no pisa una calesita. Internen a esta mujer en un siquiátrico y déjeme bañarme tranquila.

La señora Dolores cerró la puerta con un golpe que me hizo temblar. El policía bajó la cabeza,  subió a su patrullero sin decir palabra y se alejó despacito por la calle Monroe. Yo me quedé llorando.

¿Y Carlitos? Pregunté.  Nadie  respondió.

 

 

 

 

 

20 comentarios:

Rafael dijo...

Relato con ese final que tanto intriga.
Un abrazo.

Ester dijo...

Que pena que nadie le respondiera a la pregunta final. La historia está muy bien contada, y me gustan los giros y palabras que tu usas y yo no. Un abrazo

Bertha dijo...

Un final inesperado:me ha encantado leerte generas una admósfera perfecta...

Un abrazo primaveral de estos lares,Maríarosa

Susana Moreno dijo...

Me da lástima la chica. Un beso

A. Javier dijo...

Un relato que atrapa enseguida,
logra rápidamente ese cariño al
personaje principal y eso es maravilloso.

Enhorabuena!!!!
Besos

Alfred dijo...

Eso es lo malo, que nadie responde a la búsqueda de esa pobre mujer desesperada.

Besos.

Campirela_ dijo...

Asombroso, qué manera de llevarnos al suspense y ese final que deja claro que la pobre muchacha no estaba bien, o bien la señora Dolores guardaba un misterio. Me encanto.
Besos.

Enrique TF dijo...

Precioso, Maria Rosa, siempre hay un punto de locura encubierta en cualquier relato de éxito y este lo es. Saber cohonestar los tiempos pasados con los presentes, la realidad con la imaginación es un don y tú lo tienes.
Feliz jueves.

Nocturno Náufrago dijo...

Entre las personas y sus relaciones existe un entretejido complejo. Tan complejo en este caso que nos dirige hacia un enigma que puede llegar a ser infinito.
Un relato que muestra muy bien la impotencia o la locura. Quizás ambas cosas.
Un abrazo.

retazosmios dijo...

Un final intrigante que te deja en ascuas.
Buen relato María Rosa, como todos los que sueles realizar.
Un abrazo.

Citu dijo...

Uy genial relato el fina te quita el aliento. Te mando un beso.

Margarita HP dijo...

¡Qué final más inesperado! Me ha encantado amiga mía. Besos :D

lanochedemedianoche dijo...

Que bien encajan la palabras, eres muy especial para estos relatos, gracias María Rosa.
Abrazos

Meulen dijo...

Muy interesante donde se ve como una mente se puede quedar perdida en un mundo que solo el que sufre ahí lo sabe...
Un abrazo.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

El cuento tiene la virtud de abrirse a varias interpretaciones de los lectores
Yo me quedo con una fijación de la mujer por Carlitos de pequeño, cuando trabajaba para su familia y fue despedida quizás por la morbilidad que ya empezaba a delatar su anomalía mental. Genial entre tus cuentos este. Con aprecio. Carlos

Hada de las Rosas dijo...

La calle Monroe...! por aqui paso este suceso que puso los pelos de punta, amiga.
Si esta zona esta llena de espiritus... algunos estan en paz, otros no tanto...los hay buenos, malos y mediopelo :D
Es una excelente historia, y te mando un abrazo grande!
Feliz noche y feliz domingo.

José A. García dijo...

Tenía razón, Carlitos ya no estaba...

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿La protagonista tiene alucinaciones o hay una alteración temporal¡
Ambas opciones son inquietantes.
Un abrazo.

Recomenzar dijo...

Los leo no entiendo nada
demasiado
pesado para mi día de hoy
Saludos
y abrazos

J. S. Vila dijo...

Un artículo muy bonito y muy elaborado, sin duda alguna.

Un pueblo, allá lejos.

    La rutina de ir a la plaza, sentarme a escribir o dibujar se había convertido en una necesidad. Yo había llegado a ese pueblo en...