domingo

Los Recuerdos.



Una enfermera abrió la puerta y lo miró interrogándolo con la mirada,  él dijo simplemente. “Antonio Carbonato”. La joven sonrió y lo hizo pasar.
La casa de descanso daba  la apariencia de ser un lugar acogedor. Un amplio parque con pinos y jazmineros que  daban frescor y  perfumaban a los abuelos, algunos tomaban sol recostados en sillones, otros descansaban en las galerías. Recorrieron un  pasillo y llegaron a un  salón, la enfermera le pidió que esperara. Minutos después regresó acompañada de don Antonio, hacía varios años que no lo veía y se sorprendió al verlo tan cambiado, había envejecido y mucho. La piel de la cara era una suma de líneas, un mapa de vida e historia.
Se sentaron  cerca de un ventanal. El viejo lo miraba con  ojos curiosos, comprendió, que él tampoco lo había reconocido. Entró otra mujer de uniforme azul, les  acercó una mesita y dejó en ella dos tazas  y un termo con té.
—Don Antonio ya casi no habla —le dijo— pero usted converse, que le hace bien escuchar.
Mientras servía el té, preguntó:
—¿Cómo se siente Antonio?
El viejo no respondió. Ignoró su silencio y siguió  hablando.
—Estuve de visita en Porto Recanati, su pueblo, ¿lo recuerda…?
—Italia —dijo con voz ronca.
—Sí, Italia y le traje una foto de allí.
La  dejó en la mesa, el viejo se inclinó para mirarla y la fue acariciando; su mano huesuda temblaba, mientras  su dedo índice recorría lentamente los detalles.
—Recanati —dijo— tengo muchos amigos acá —y marcó una calle.
Pedro asintió con  la cabeza y dejó que siguiera hablando.
 —Yo iba a misa todos los días —quedó con la mirada prendida en el color beige de la cortina, luego volvió a la foto.
De un rincón de su memoria, escapó aquel chiquilín de pantalones cortos que corría por las angostas veredas.
—La mama me levantaba antes que el sol  se asomara por mi ventana y yo iba a la iglesia, recorría  la calle solitaria donde  había un solo farol y mucho silencio, todos dormían en el pueblo, —volvió a observar la imagen y a encontrarse quién sabe con qué recuerdo, continuó— despertaba al padre Giuseppe y luego subía la escalera oscura y yo no tenía miedo, en el campanario hacía volar  y cantar a las campanas que despertaban al pueblo —quedó en silencio, evocando sus recuerdos—.La Nona Elvira me esperaba en el primer asiento de la nave principal, juntos escuchamos la misa…
Antonio estaba viviendo en sus nueve años, ovillaba las nostalgias y  caminaba de la mano de la nona.
La enfermera lo regresó a la realidad.
—Antonio tiene que tomar una pastilla.
Obediente la llevó a su boca y la bajó con un sorbo de té.
—Estoy admirada Antonio, qué conversador está hoy —le dijo  la joven.
Él la miró y dibujó una sonrisa.
Volvió  a acariciar la foto, su nostalgia caminaba  por las veredas del pasado…
—¿Qué recuerda Antonio?
—La nona —y la niebla del pasado se aclaró en su recuerdo.
Cierra los ojos y se recuesta en el respaldo del sillón. Pedro le cuenta los cambios en el pueblo y Antonio escucha y sonríe con los ojos cerrados.
Se acerca la enfermera y le dice que es hora de dormir su siesta. El viejo se pone de pie se toma del brazo de la joven y le pregunta:
—¿Vamos a misa? —ella sonrió, sin entender.
Pedro los miró alejarse y vio la foto que había quedado olvidada sobre la mesa; la calle, la Iglesia y su torre, el campanario.
Escuchó  campanas, sabía que era  producto de su imaginación. Le entregó la foto a la mujer del uniforme azul  y le pidió que la dejara en el cuarto de Antonio.
Algo sucedió en su pecho  y mientras se alejaba, tuvo ganas de llorar, sabía el motivo.





18 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

Emotiva y bella historia. Te mando un beso

Ernesto. dijo...

Sí, un emotivo relato lleno de recuerdos y sensaciones vividos por ambos personajes.

Y que, personalmente, no quisiera que fuese premonitorio de nada...

Abrazo Mariarosa.

Sandra Figueroa dijo...

Historia llena de recuerdos....lindo texto...un gusto leerte....saludos

Mari-Pi-R dijo...

Los recuerdos de nuestra infancia nunca los perdemos a pesar de muchos olvidos, bonito relato, que tengas una buena semana.

Elda dijo...

Un relato precioso y contado con mucho encanto a pesar de lo triste que me ha resultado, pues toca el corazón porque es tal real...
Unos momentos gratos los que pasó el dócil Antonio evocando algunos recuerdos de su infancia.
Siempre un gusto leerte M. Rosa.
Un abrazo y buena semana.

Rafael dijo...

Bellos recuerdos en un precioso relato.
Un abrazo.

Campirela_ dijo...

Que buen relato lleno de ternura y amor ..El anciano en su memoria no se le pudo olvidar sus paseos y sus rutinas , en su mente esas campanas siempre existirán al menos hay recuerdos que aunque muchos se los lleve una enfermedad otros perecen siempre ..
Muy bonito .
Un fuerte abrazo y feliz semana.

Susana dijo...

Hermosa historia. Un beso

Gladys dijo...

Que triste historia, esa es la realidad de los personas abandonadas en los asilos oh casas de reposo como le llaman, yo jamás habría dejado a mis padres allí solos sin familia. Una buena historia que me entristeció, no quisiera conocer a ningun Antonio.Abrazos amiga feliz semana.

Recomenzar dijo...

Logras hacer que uno sienta lo que tus palabras van formando.A eso lo llamo La magia del arte de las palabras

Mirella S. dijo...

A una edad avanzada la memoria camina hacia atrás y rescata recuerdos. Parece que los únicos que quedan más registrados son ciertos momentos de la infancia.
Bella y emotiva historia.
Besos, Mariarosa.

Mª Jesús Muñoz dijo...

M.Rosa, tremenda historia, que hoy se repite en muchas residencias...Los mayores están lejos de la familia y del presente,porque viven anclados en el recuerdo...Aquí podemos comprobarlo con la visita de un conocido, que intuimos que se trata de un familiar cercano, quizá su hijo,que se aleja entre lágrimas...Mi felicitación por tu sensibilidad y maestría,amiga.
Mi abrazo y feliz semana, María Rosa.

Franziska dijo...

El alzheimer el más terrible de los padecimientos que pueden caer sobre una persona. No somos nada sin memoria. Es muy significativo que lo más resiste a desaparecer son los recuerdos de la primera infancia. Es terrible el deterioro porque es una total invalidez porque llegan a no poder cerrar una puerta, a vestirse y ni a comer por sí mismos. Aterrador.

Un abrazo.

VENTANA DE FOTO dijo...

Un conmovedor relato que nos hace reflexionar sobre la vida de las personas ancianas ante esa triste enfermedad como es el alzheimer. su pasado se le ha borrado, pero tienen ciertos momentos de lucidez que les hace de nuevo a recordar aquellos momentos en que fueron felices en el pasado.

Esperemos que dentro de un tiempo se encuentre un remedio a tan penosa enfermedad.

Besos

Margarita HP dijo...

Qué bonito María Rosa, se te llena el alma de sentimientos que se reflejan tan bien en tus palabras. Esa fotografía... ha despertado mucho.

¡¡Besos!! :D

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

UN cuento bien tejido, a través de la memoria y la nostalgia. El final con un cierre sugerente. Un abrazo. Carlos

José A. García dijo...

Las campanas siempre suenen para quien sabe oírlas.

Saludos,

J.

Meulen dijo...

Que triste todo esto
Nadie está libre de esa enfermedad
Lo doloroso es que todos sufren
En especial los que son olvidados
Por aquellos que tanto aman

Mucho cariños para ti
Y mi gratitud de siempre

Abrazos.

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    La rutina de ir a la plaza, sentarme a escribir o dibujar se había convertido en una necesidad. Yo había llegado a ese pueblo en...