martes

Ni premio ni castigo.






La cara de la anciana se perdía entre  las sábanas y la almohada del hospital, era una arruga más sobre la blancura del algodón. Una cicatriz sobre el ojo derecho, y el nombre que figuraba en el registro de entrada, confirmaban que era ella: Catalina Ganceda, no había ninguna duda.
Entró una mujer  de la misma edad que la enferma.
—¿Usted es la doctora? ¿Cómo está Catalina? —preguntó, aferrándose a los barrotes de la cama.
—Me llamo Claudia, la encontré muy débil, llegó deshidratada y necesita que la vea el cardióogo. ¿Usted es familiar?
—No, somos compañeras de cuarto, alquilamos en una pensión.
—¿La señora Ganceda no tiene familia?
—Si, un hijo pero hace tiempo que lo perdió de vista.
La respuesta estremeció a la doctora, que con una sonrisa consiguió disimularlo.
—Le acabo de dar un calmante, déjela descansar, voy a pasar más tarde, ante cualquier novedad me llama.
Señaló el timbre y salió.
Le temblaban las piernas mientras recorría el pasillo. Que absurdo es todo esto, murmuró. Ahora que había archivado los miedos y comenzaba a olvidar, aparece esta mujer a renovar el dolor que  guardó por años.
No quería recordar, pero las imágenes del pasado, son  escenas, iguales al  anuncio de una mala película. Fue hasta el bar y pidió una gaseosa fría, su lengua era un papel secante pegado al paladar, la presencia del mozo la sacó de ese mundo de recuerdos y al quedar a solas, ellos retornaron igual que ladrones a robar su paz.


“Doña Catalina y su voz autoritaria,  le había destrozado las ilusiones más puras que puede tener una mujer.
Diez y siete  años florecientes de vida y un solo pecado; enamorarse de Javier Ganceda, el hijo de la familia más rica del pueblo. Recordaba el día que Javier la presentó a su madre, él, orgulloso la llevaba de la mano y al entrar a la casa, Catalina les salió al encuentro, mirándola de arriba abajo y le dijo:
—¿Así que vos sos Claudia, la hija de Braulio y la María?
—Si señora.
—Es mi novia mamá —la voz de Javier tembló.
—¿Novia? —Respondió con esa altivez tan de ella—, a los veinte años no hay novia, hay amiguitas para pasar el rato, a tu edad hay que estudiar— y recalcó las últimas palabras con rabia.
—La quiero mamá —fue la primera y única  vez que escuchó a Javier hablar así.
Salieron a la calle llorando.
A partir de esa tarde todo fue diferente, Javier dejó de ir a la puerta del comercial a esperarla. Se encontraban algunas veces en el club y después de un tiempo, él dejó de ir. Claudia se enteró por sus amigos, que los Ganceda, le había prohibido su relación con ella. Su mundo comenzaba a desmoronarse, intentó hablar con Javier y fue imposible, no respondía el teléfono ni  aparecía por la plaza donde  se reunían.

Cuando habló con sus padres, sobre lo que  estaba sucediendo, las palabras se le congelaron en los labios, le costaba articular una frase coherente, su padre quedó mudo y María gritó hasta agotarse. Claudia estaba embarazada.
La pregunta se hizo hielo en el aire.
—¿Hablaste con Javier?
—Desde que lo supe lo estoy llamando y no me atiende, he ido a buscarlo a su casa y siempre me dicen que no está, ayer salió doña Catalina a pedirme que lo dejara tranquilo, que en unos días viajaba a España y no puede atenderme, le hablé de mi estado, me dijo que abortara o me hiciera cargo, que ellos no tenía seguridad que mi niño fuera de Javier.
María cambió de color, su cara era un incendio.
—¿Querés tener ese hijo? —preguntó.
—Sí.
Sin más palabras, María salió de la habitación, buscó  bolsos y fue guardando  ropa, Claudia no entendía.
—¿Mamá qué estás haciendo?
—Nos vamos a Buenos Aires, a la casa de mi hermana Sara, te vas a vivir con ella que siempre se queja de que está sola, vas a renovar su vida de solterona, no quiero que en este pueblo  ensucien tu nombre, sos más digna que ellos y doña Catalina, esa vieja bruja va a pagar caro, la vida le va a devolver gota a gota la hiel de este momento.
—¿Y el colegio?
—¡Lo terminas allá!

Vivir con la tía Sara, era la paz que necesitaba, era tan diferente a su madre que con sus gritos no le permitía olvidar y en cada visita a la tía, le repetía la misma frase: la vida le va cobrar a Catalina, muy  caro el mal que te hizo. Claudia terminó la secundaria y al año  siguiente comenzó la facultad.


Se acercó a la cama, todavía dormía, el pulso seguía muy débil.  Por la ventana el aroma del jardín entraba con el sonido de una voz apagada, sería su imaginación o el parque que rodeaba el edificio tomaba vida y hablaba.
La compañera de cuarto permanecía al lado de la enferma, ella la quitó de su ensoñación.
—¿Está mal verdad?
—Sí, estamos haciendo lo posible. Entró muy descompensada…
Quería hablar, explicarle a la mujer qué sucedía con su amiga y las imágenes del pasado no la dejaban  pensar con claridad; el llanto de su padre, aquel viaje en tren a Buenos Aires y esa cicatriz sobre el ojo derecho, no la dejaban pensar con claridad.
—Catalina ha sufrido mucho —dijo la mujer— hace años murió  su marido, el hijo la abandonó y perdió todo, ella fue muy rica y ahora está tan sola, que cosas que tiene la vida…
La amiga se secaba las lágrimas y seguía hablando, pero Claudia no la escuchaba,  la voz de su madre  retumbaba en su cabeza: ¡La vida le va a cobrar a Catalina, muy caro el mal que  hizo!












23 comentarios:

mariarosa dijo...



Esta historia que les puede parecer un simple cuento, es una historia real. He cambiado los nombres y las profesiones, para no molestar a las familias que vivieron este drama.
Los años borraron el dolor y la Catalina de la vida real, ya no existe.

mariarosa

Margarita HP dijo...

Qué historia más trágica y por desgracia, auténtica en el sentido de que esto ocurre aun hoy en día en más de un lugar. Los prejuicios y la altanería se pagan caro, así es. Y qué triste debe ser morir solo, vivir solo... Y cuando has explicado que es una historia real... peor aun. Qué pena tener tantos condicionantes en la cabeza y anteponerlos a la felicidad de tu propio hijo. Espero que en la historia real, al menos, ellos dos se reencontraran con el tiempo.

Un beso muy fuerte amiga mía y que este 2018 te traiga muchísimo amor y salud. Muaakk :D

Susana dijo...

Quē triste acabar así por su propia terquedad. Un beso.

María Pilar dijo...

Trágico como la vida y cruel por tener que beber la pócima que ha sembrado, en ese sentido se puede decir que se ha hecho justicia aunque no para aquellos a los que arruinó la vida.

LA CASA ENCENDIDA dijo...

María Rosa. Mientras leía tu historia pensaba que era como la vida real. Se han repetido tantas veces estas vidas!! Es muy triste y debería enseñarnos algo, porque todos conocemos a mas de una familia con este lastre arrastrado.
Muchas gracias por tu visita, puedes venir siempre que gustes.
Besicos muchos.

buhoevanescente dijo...

hola! gracias por tu relato fuerte y triste pero con un trasfondo de realidad y veracidad, todo un placer el haberte conocido y brindemos por mas relatos como este, sino mejores!! y por un año nuevo lleno de luz y alegria! abrazosbuhos y felicidades para tu blog!!!

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

La vida misma como vindicta. Un abrazo. Carlos

Alicia dijo...

Al final la vida le dio lo que merecia... Un abrazo

Rafa Hernández dijo...

Se dan otros casos reales muy similares, porque el ser humanos, el el ser vivo más estúpido que existe.

Besos.

Anónimo dijo...

Vengo leyendo el don imprescindible de poeta mil gracias por escribir!
Buen año!
Lidia la que escribe

Soñadora dijo...

Es increible las vueltas que da la vida!

Un abrazo!

J.P. Alexander dijo...

Uy muy buena historia . La vida da vueltas te mando un beso

Mari-Pi-R dijo...

Una historia triste de las que suelen haber más de una, de todo a nada y así pasa también con la familia que uno se queda abandonado.
Mis deseos de buenas cosas para el 2018 y que sigas dejando bonitas historias.
Besos.

Joaquín Galán dijo...

Hola María Rosa.Dicen que en la vida todo se termina pagando,que no hay nada que nos salga gratis y yo creo que es así.Tu relato es,por tanto,un reflejo fiel de la vida.
Me gustó la forma de exponerlo,sin odio ni deseo de venganza por parte de la protagonista,actuando con calma y profesionalidad,lo que hace que su triunfo sea aún mayor.

Un abrazo y mis mejores deseos para el nuevo año.

Sandra Figueroa dijo...

Nadie nos vamos de esta vida sin pagar lo que debemos....así ella. Catalina tuvo que pagar el daño que hizo a Claudia.....un gusto leer esta historia real.....saludos....cuidate

Elda dijo...

Una bonita historia por lo bien que la cuentas, aunque la realidad, es triste. No sé si ahora seguirán pasando estas cosas, aunque creo que ya quedó en ese pasado donde las familias tenían que ser de la misma estirpe dejando el amor fuera.
Siempre un gusto leerte María Rosa.
Un abrazo y feliz año.

Mirella S. dijo...

Qué manera de aruinar la vida de su hijo, la propia y la de Claudia.
Tanta soberbia no le sirvió para encarar una muerte triste y solitaria.
¡Muy bien contado, Mariarosa!
Te deseo un 2018 lleno de serenidad y buenas historias, para disfrute nuestro.
Un gran abrazo.

J.P. Alexander dijo...

Te mando un beso y te deseo un feliz año

Sara O. Durán dijo...

El cielo y el infierno están en esta vida, no se necesita ir más allá y nadie se va sin pagar por lo que ha hecho.
Fuerte abrazo, con mi deseo de que 2018 sea un año espléndido y maravilloso para ti, en todo.






SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

La vida es una gran maestra

Paz y un feliz 2018

Isaac

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Y la promesa fue cumplida. No puedo tener lástima por la señora Catalina. Tuvo lo que desató, causó que el hijo la abandonara, por eso está sola.
Claudia pudo lograr algo. Y tal vez logre ser feliz, lo merece.
Bien contado.
Feliz año nuevo-.

Anónimo dijo...


Excelente relato....y un excelente retrato de una situación lindante con la mas cruda realidad....Tiene el aroma, el color y el sabor de una historia de vida.de esas que suelen hacer estremecer el alma...Un tema por demás astringente, aún para loespìritus mas remisos a las circunstancias duras de la vida...Una brillante forma de terminar el año...Besos y abrazos....Juan Angel Petta

Maru dijo...

Una historia verídica, aunque no única, estos hechos suelen repetirse con mucha más asiduidad de la que imaginamos, lo que pasa es que no todos somos conscientes de las repercusiones que tiene la maldad ... espeluznante. Abrazos María Rosa

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