jueves

El tren del fin del mundo.

En el día de la tierra, homenaje a Tierra del Fuego.



A veces una imagen nos remonta a otro tiempo,  a un mundo de fantasía que creímos olvidado y que de pronto se abre en nuestra memoria como una flor en primavera, después de un largo invierno.
Los  matices de aquel  paisaje del sur patagónico se fijaron en mi mente y aún hoy  todo gira en un arco iris de luz, naturaleza, aromas y algo de misterio que no pude develar, pero que en las palabras de una mujer india se hizo realidad.





Había dejado de nevar, el frío era intenso, tan intenso que el té se enfriaba en mis manos de solo mirarlo. El tren del fin del mundo no llegaba, los pasajeros esperábamos impacientes y la ansiedad nos hacía movernos de un lado a otro.
Los ventanales del refugio, el techo a dos aguas de color celeste y el tintineo de las tazas, junto a los aromas de café y chocolate están vividos en mi memoria.
Al fin el tren llegó.
La alegría de mis compañeros de viaje no lograba quitarme de la tristeza, elegí ese viaje pensando que  estar en compañía me cambiaria el ánimo.  Los pasajeros  se sorprendían ante cada montaña besada por la nieve, ni el pitar del tren cubría sus gritos.
El Río Pipo me pareció un pañuelo de seda azul ondulado por el viento fueguino y frente a mí, una anciana acercaba su cara a la ventanilla para ver mejor, por momentos se quitaba los anteojos y se secaba los ojos; la imponente belleza la emocionaba hasta las lágrimas. Sólo yo parecía estar ausente ante tanta hermosura.
En la Macarena nos detuvimos, la nieve  cubría el paisaje, y al bajar  al andén un grupo originario se acercó a nosotros. Me sorprendió una mujer del grupo, su piel de un dorado oscuro resaltaba lo claro y sereno de sus ojos y al sonreír dejaba ven una hilera de dientes perfectos, me ofreció sus artesanías, collares de
piedras  que el río arrojaba a la playa durante  la primavera cuando las aguas del río Pipo crecían por los deshielos. No sabía cual elegir, ella tomó uno y me dijo:
—Este es para usted, llévelo, la va a ayudar a encontrar la felicidad.
Me sorprendí, tan notoria era mi amargura. Sin creer en sus palabras; lo compré. Lo coloqué en mi cuello, era liviano como una pluma.
Nos rodeaba una cadena de montañas. El viento helado me daba en la cara y me hacía estremecer a lo lejos una cascada dejaba oír su sonido musical bajo los tibios rayos del sol. El tren del fin del mundo se puso en marcha y desde el andén la mujer de los collares me saludó agitando su mano, devolví su gesto con una sonrisa.
Cruzamos un parque extraño; el cementerio de arboles. Ver el antiguo bosque talado nos enmudeció. Alguien relató la historia.
Los presos más peligrosos eran enviados a la cárcel de Ushuaia, se los consignaba allí para alejar toda posibilidad de fuga. Ellos fueron los encargados de talar los árboles que luego alimentaban las cocinas y estufas del pueblo. Un trabajo cruel e inhumano y en un clima salvaje. Hoy solo queda el cementerio de arboles,  la cárcel se cerró a mediados del siglo XX.

El regresó fue lento. Nos rodeaban  bosques increíbles de cohiues, lengas, guindos y otras especies desconocidas para mí. En un momento se  cerraron mis ojos, un sopor parecido al sueño me envolvió y en esa beatitud regresó la cara de la mujer india que me decía:
—Ya pasó lo malo, sonría que su vida recomienza.
Desperté.
Regresábamos. Nos habíamos  deteniendo en la estación de la Macarena. Bajé. Busqué a la mujer que me había vendido el collar, no la encontré. Pregunté a uno de los guías. Me escuchó en silencio y  preguntó:
—¿Cómo dijo que se llamaban los que le vendieron el collar?
—Onas… la mujer me dijo: somos  Onas…
—Debe haberlo soñado, usted se quedó  dormida, seguro lo soñó. Los Onas se extinguieron de Tierra del Fuego hace casi cien años…
—¿Y este collar? —pregunté.
El guía lo miró se encogió de hombros y me quedé sin respuesta. Es que el guía no entiende que los Onas fueron y son los dueños de esa tierra y que su espíritu sigue caminando en ella.





20 comentarios:

Rafael dijo...

Bonito relato el que nos dejas.
Un abrazo.

Claudio Ariño dijo...

Buen relato, con misterio y a su vez para reflexionar.

cachos de vida dijo...

Cada relato nuevo superar el anterior. Siento envidia de tu capacidad creativa, pero, de corazón, felicidades, mi genial amiga.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.

Kasioles dijo...

Un ángel bajó del cielo y quiso ofrecerte el collar de la felicidad ¡precioso tu relato!
Vengo para agradecerte las letras de apoyo y cariño que has dejado en mi espacio.
Poco a poco, yo también volveré a encontrar la paz.
Cariños en el corazón.
Kasioles

PEPE LASALA dijo...

Me ha encantado el relato María Rosa, porque además tiene su mensaje. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala

Abuela Ciber dijo...

Bellismo relato deigno de la zona recorrida
Irrealidades que lugares remotos puedenhacer realidad
Cariños y buen fin de semana

Mari-Pi-R dijo...

Estos encuentros son misteriosos es lo inesperado en un momento tal que lo necesitabas, esta persona te ofreció el collar que iba a dar media vuelta a tu visión del día.
Bonito como todos los tuyos.
Un abrazo.

TIGUAZ dijo...

En ocasiones es mejor no preguntar. ¿Donde o quien tendrá el collar?
Quizás lo engulliría el destino. A cada cual mejor Rosa, mi sincero aplauso.

Meulen dijo...

yo he viajado por esos parajes...se d e lo que relatas...
me impresiona aún esos recuerdos...
te dejo un abrazo!

lanochedemedianoche dijo...

Un relato bellísimo y misterioso.
Besitos

AdolfO ReltiH dijo...

RELATAS IMÁGENES MUY BELLAS!!!!
ABRAZOS

Luján Fraix dijo...

QUÉ PRECIOSOS RECUERDOS E IMÁGENES DE UN LUGAR SOÑADO QUE TIENE HALO DE SOLEDAD PARA MÍ PERO QUE ME ENCANTA.
UN BESO GRANDE QUERIDA MARIA ROSA.

MaRía dijo...

Pura ensoñación en tu cuento María Rosa
Uno de esos paisajes que yo al menos pienso de cuando en vez, por el hecho de pensar que se siente ahí , esa soledad que a la vez abraza , lo intuyo ante tal inmensidad
Y en ese lugar para soñar su sueño comenzó a hacerse realidad, eso sin duda ¡
Me encantó
un abrazo fuerte, fuerte

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Algo habrá de misterio, porque el collar existe y esos lugares también.

Un abrazo.

Rosana Martí dijo...

Cuando el río suena es que agua lleva...un precioso relato amiga, mis felicitaciones.

Un fuerte abrazo.

Elda dijo...

No sé como he llegado hasta aquí, pero estoy encantada porque tu relato me ha parecido maravilloso, con ese halo de misterio que me ha envuelto por completo.
Un placer y un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Su espíritu vive, el de los Onas. Hermoso. UN abrazo. Carlos

Meulen dijo...

Recorrer la vida a lomos de ese caballo. nos remonta a lo que somos
y seguimos siendo
eternos pasajeros de esta vida...de este Planeta...

que estés bien estimada.

María Socorro Luis dijo...


Precioso relato. Con la inquietud e incertidumbre que deja lo fantástico.

Con mi admiración y cariño.

Ernesto. dijo...

Momentos vividos que el recuerdo y la emoción ha traído al presente. Una vez más vivimos como testigos presentes tus relatos. Es curioso como se evade nuestra propia realidad para viajar a lomos de ese tren y verlo todo... Hasta la sonrisa de la mujer.

Un abrazo, Mariarosa.

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