martes

La escalera.



No es que la casa de la abuela Lola me diera miedo, lo que despertaba mi inquietud  era  la oscura escalera y ese crujir de la madera que igual  a un gemido anunciaba mi paso.
Cada vez  que a escondidas de los mayores intentaba  subir al primer piso, algo sucedía, la voz de la abuela quebraba el silencio  y no dejaba que llegara  ni al quinto  escalón. 
Alguna vez lo logré. Sin que me vieran escalé esa montaña misteriosa, y fueron mis piernas las que temblaron  cuando la puerta del primer piso se abrió sola  y una luz descolorida se asomó como un rayo de abanico. Temblé. Una enorme sombra apareció  reflejada en el pasillo y allí quedó mi coraje de explorador, bajé temblando  y  con la camisa pegada a mi pecho.
Cuando  preguntaba; ¿Qué hay en el cuarto de arriba? La respuesta de los abuelos  era la misma: “Eres muy curioso.”
¿Quién o qué era esa sombra? ¿Por qué tanto misterio?
No volví a preguntar.

Una tarde mi madre y la abuela salieron. Mi padre y mi hermano habían ido con el abuelo a ver un picadito de futbol en la cancha del barrio. Un  dolor de cabeza y algunas líneas de fiebre me obligaron a quedarme en cama.
No había olvidado mi instinto  expedicionario de misterios ocultos. Cuando todos  salieron emprendí la tarea. Los peldaños crujieron  uno a uno,  los dos últimos  fueron difíciles de ascender,  mis piernas parecían de piedra. Nuevamente la puerta se abrió y la sombra se proyectó en el pasillo. Entré.
Una voz grave  me saludó:
—Hola Santiago.
El espanto me hizo retroceder, sólo atiné a bajar los escalones de  dos en dos. Entré  a mi cuarto, cerré  con llave, no podía dejar de temblar;  en un principio de  terror  me metí en la cama y me cubrí hasta la cabeza.
Cuando desperté, mi madre estaba a mi lado, muy pálida.
Intenté contarle lo que había visto en la habitación del piso superior  y no pude, las  imágenes  con resplandores de sueño  se cruzaban y algo siniestro  que no sabía definir flotaba en mi mente.
Cuando al fin pude expresarme, nadie me creyó. Dijeron que había sido producto de la fiebre. Para tranquilizarme mi padre fue al piso superior y no encontró nada que se pudiera presumir como extraño. Sólo los abuelos me miraron diferente y en ese momento un frío glacial me heló la sangre.

Días después regresamos a Buenos Aires, al despedirnos en el parque no pude evitar  que mi ojos volaran hacía  la ventana  de aquel cuarto. Y entonces confirmé  que mi terror no lo había causado  la fiebre.








20 comentarios:

Tatiana Aguilera dijo...

Las escaleras tienen esa particularidad, ocultan en sus sonidos pasos que han quedado ocultos en el pasado y esas escaleras viejas de madera: siempre hablan...
Un abrazo María Rosa.

Boris Estebitan dijo...

Gran relato y al final no fue producto de la fiebre esa misteriosa voz.

Chogüi dijo...

Interesante y misterioso relato, me ha gustado.

Como dicen por ahi: los niños y los borrachos ven cosas que nadie ve.
El misterio quedo el cuarto esperando que alguien más lo descubra.

Saludos.

Mª Jesús Muñoz dijo...

...Los abuelos sabían algo y lo miraron de otra forma...Una historia misteriosa, que nos engancha y la vivimos con intensidad, Maria Rosa, siempre lo consigues con tu sencillez y maestría, amiga.
Mi felicitación y mi abrazo inmenso por tu cercanía y tu visita.
M.Jesús

Mirella S. dijo...

Los misterios sirven para azuzar la imaginación... vos nos dejaste picando un final para que cada uno continúe la historia.
Me gustó mucho, Mariarosa, creaste un buen clima.
Besos.

lichazul dijo...

la curiosidad siempre gana y no fue la excepción para el protagonista
expectante relato Maríarosa
felicitaciones
abrazos

"subir al primer piso" me resulta curioso al leerte , acá por lo general las casa son de un piso ( el que da a ras de la calle) y cuando subimos a alguna que cuenta con escalera para el otro piso decimos subir al segundo piso

TIGUAZ dijo...

Todos en algún momento de nuestra infancia tuvimos miedos a los que nadie respondió nunca y quizás tampoco desearíamos que lo hicieran.
Quien no tuvo algún miedo inexplicable o alguna fobia inconfesable? Ese alguien, jamás fue niño. Un placer, como siempre leerte, Rosa, mi cariño y un abrazo.

Unknown dijo...

María Rosa ! Lo has hecho una vez más. Me dejaste seguir el relato conteniendo la respiración. Eres muy buena en la narración. Siempre te lo digo.
Hay que saber narrar y mantener la intriga.
Adoré tu entrada. Y me creí todo lo que dijiste. Y creo que la niña no mintió. En estas cosas los niños no mienten, puede ser que agranden pero no mienten.
Muchos besos del alma.
¡Buen descanso !

Pluma Roja dijo...

Un caso del más allá, ¿Pudo haber sido la fiebre? Tarea para el lector.

Me gustó mucho.

Saludes María Rosa.

cachos de vida dijo...

La imaginación de un niño puede crear y ver cosas que no existen, y tu sensibilidad creadora consigue hacernos dudar como al niño protagonista del relato. Felicidades.
Un beso.

Karima dijo...

Una entrada magnífica, con el suspense que saben recrear los grandes. Me has dejado expectante hasta el final, como en aquella entrada tuya que tanto me gustó con la niña frente al cuadro de su madre.
Gracias por el rato de lectura, María Rosa.
Un abrazo.

Marinela dijo...

Relato de la experiencia de un niño que alguna vez algunos hemos experimentado. ¡Fantástico!
Gracias por tus palabras y por tus versos tan bien escritos.
Ayer escuché en la radio, que en la adolescencia y en la ancianidad, es cuando más nos acercamos a la poesía.

Un abrazo querida Maria Rosa.

Diana de Méridor dijo...

Un don maldito, el de poder ver esas cosas que otros no perciben. No quisiera yo tenerlo! Aunque dicen que a todo se acostumbra uno.
Magnífico, madame. Qué bien se mueve usted en estos terrenos.

Feliz día

Bisous

AdolfO ReltiH dijo...

SIEMPRE TUS RELATOS, NOS ATRAPAN.
UN ABRAZO

cachos de vida dijo...

Feliz fin de semana.
Un abrazo.

Joaquín Galán dijo...

Intriga y misterio que mantienen la atención del lector hasta el final.
Buen relato María Rosa.

Un abrazo

MaRía [Capri ] dijo...

Con el tiempo aprendes que ante lo incomprensible mejor no hacernos preguntas.
Estupendo relato , es un placer pasear por tus letras
Un abrazo !

Ernesto. dijo...

Entretenido relato de una escalera...

También yo tengo vivencias de cierta escalera que, sin necesidad de crujir, era de piedra, me daba escalofríos bajarla a oscuras a la hora de ir al colegio en Ibiza... La voz tranquilizadora de mi tía, que sabía de qué iba "mi" cosa, me acompañaba en ocasiones hasta que salía a la calle.

Un abrazo María Rosa.

Soñadora dijo...

Hola Maria Rosa, después de un par de meses sin blogear me alegra ver que tu blog sigue activo y que tus historias siempre me gustan!

Un abrazo!

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Siempre habrá, en tus cuentos, Rosa, una razón para el suspenso, que confirma el final del relato. Un abrazo. carlos

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