viernes

Un mundo de cien recuerdos.


Se le nublaron los ojos, Federico  pensó que  la vista le estaba jugando una mala pasada. Las personas a su lado,  perdieron imagen, las voces  se diluyeron y una sensación de ser el centro de un círculo neblinoso  lo rodeó.
Arrojó la rosa y con ella sus años infantiles, los recuerdos del secundario, los partidos de futbol y la presencia de ella siempre a su lado.   Dejó atrás el cortejo y regresó caminando.  Adiós mamá, dijo en voz baja, tenerte era  seguir siendo chico, contuvo las lágrimas y respiró hondo, era el fin de un tiempo, el de ser hijo.
Debía regresar a la casa. Sarita no había querido acompañarlo, ella cuidó de su madre durante más de  diez años,  también ella  era mayor, había pasado largamente los setenta y este disgusto la iba a afectar de alguna manera.
 ¿Qué haría con la casa? Nada, no haría nada, mientras Sarita viviera  seguiría habitándola,  descansando en la mecedora entre las retamas y los malvones del jardín.

Recorrió la habitación de su madre.
Desde  la puerta, Sarita  lo miraba. El ropero era el mismo de su niñez, madera oscura, brillante y un espejo enorme en el centro.  Se vio en ese mismo lugar, su madre  aliviaba su rodilla y le decía;  no se corre, se camina y con cuidado. La voz de Sarita lo sacó de su ensoñación.
—¿Te preparo un cafecito?


En un mueble del comedor encontró una carpeta negra, era igual a las que usaba en el colegio, una Nº 3. Los folios de nylon contenían extrañas memorias, boletos de colectivo,  de tren, estampitas,  postales, fotos, una receta de un dentista, antiguas  figuritas  de colección, se perdió entre tan raros  recuerdos. Sarita entró con el café.
—¿Qué es esto? —le preguntó.

La anciana se sentó frente a él.
—Objetos que tu madre  guardaba.  Los encontraba en el tren,  en un bar o en  libros viejos  que comprábamos en librerías de segunda. Todo tiene una historia, alguien los abandonaba y tu mamá  los rescataba del olvido.
Siguió hojeando la carpeta, años le habrá llevado armar ese pequeño mundo de nostalgias, se dijo. Cuánto ignoraba de su madre, él siempre viajando, ocupado en su trabajo  y ella seguramente distrayendo su tiempo para no extrañarlo.
—Fui un cretino con ella…siempre ocupado.
—Era tu vida Fede —exclamó Sarita—  trabajar, atender  tus hijos, tu esposa, es una vorágine que te lleva y no te das cuenta y más aún viviendo lejos. Ella lo comprendía. Esta carpeta   era su entretenimiento —Sarita  se puso de pie—. Federico  estoy cansada me voy a dormir…
Al quedar a solas volvió a repasar  los folios, fueron una parte significativa en la  vida de su madre, un  mundo chiquito, sin ningún valor en realidad, sólo para ella fue importante. Cuántas vivencias habrá encontrado en cada   postal, en cada foto, ellas acompañaron  su vejez  y le dieron la posibilidad de elevarse sobre  su tristeza, crear  un universo de historias desconocidas y poder soñar con un mundo de cien recuerdos.                         





27 comentarios:

Rafael dijo...

Bellos recuerdos los encontrados por tu protagonista, con historias por desvelar.
Un abrazo.

Pluma Roja dijo...

Precioso y el cierre me encantó. Esa reflexión del hijo.

Saludos cariñosos.

Unknown dijo...

Recordações que sempre carregamos e nos mostram o tempo que passou, o que perdemos e aquilo que vivemos.

Diana de Méridor dijo...

Qué preciosidad de relato. Me ha emocionado muchísimo, precisamente estos días en los que he estado revolviendo mis recuerdos, mirando fotografías y recordando historias y fantasías que tejimos un día. Una carpeta como esa puede contener un universo precioso.

Feliz día, madame

Bisous

lichazul dijo...

recuerdos y nostalgias se asoman de entre los renglones Mariarosa

buen fin de semana

CHARO dijo...

Bonito relato, la actitud de esa madre me parece magnífica ya que es una forma de distracción muy positiva que evita caer en la monotonía del cada día que solo puede traer graves consecuencias para la salud.Besicos

TIGUAZ dijo...

A todos se nos antoja cercano aunque no deseada esa circunstancia. Mi madre tiene 83 años y aun sin querer me siento reflejado en tu escrito. Mi cariño y mi aplauso cercano en la distancia.

Unknown dijo...

Un hermoso texto.Suele pasar. Los hijos ya grandes tienen su propia vida que atender y muchas veces olvidan a la madre. Después , cuando la madre ya no esté vendrá ese dolor que no se irá nunca. Pero ... es la vida así de cruel a veces.
besos del alma. :)

Mirella S. dijo...

Las relaciones madre-hijo, de las que a veces se escapa o la vida empuja para otro lado, pero a las que en algún momento se vuelve.
Me gustó mucho ese mundo personal en el que sumergiste a la madre.
Besos.

Isidoro Ortega Contreras dijo...

Hola María Rosa: Soy muy joven en
este mundo tuyo de poemas,yo estoy
aprendiendo,y en mi vida para aprender, siempre trato de hacerlo
de la misma manera,aprendiendo de los mejores.
Me gusta lo que escribes.
Un cálido abrazo.
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Soñadora dijo...

Precioso ese mundo de cien recuerdos.

Un abrazo!

Soñadora dijo...

Por cierto, olvidé felicitarte por tus preciosas joyas!

Otro abrazo!

Antorelo dijo...

A veces, dedicamos a los mayores menos tiempo del que se merecen. Da que pensar tu relato.
Un abrazo

Anónimo dijo...

UFFFFFFFFFFFF, QUÉ RELATO!! ME TRAMA.
BESOS

MAJECARMU dijo...

María Rosa, qué bien nos has recreado el mundo de esa madre, que tuvo que inventarse la vida y el mundo de su propia soledad...Todos hacemos lo mismo cuando nos vamos quedando solos y los hijos se van...Puedo decirte, que cuando se fueron mis hijos vuestra compañía a través de vuestros escritos y comentarios me ayudó muchísimo a superar esa etapa...Las letras son presencias vivas...y a veces espirituales que nos inspiran,nos impulsan y nos curan..
Mi gratitud y mi abrazo inmenso por tu cercanía,tu buen hacer y tu amistad.
Feliz semana,amiga.
M.Jesús

TORO SALVAJE dijo...

Yo no quiero mirar ni los álbumes de fotos.
Se me han llenado de muertos.

Besos.

lichazul dijo...

ten una semana preciosa Mariarosa
gracias por tu huella
abrazos

María dijo...

Una madre lo da todo por sus hijos, en cambio, cuando se hace mayor, algunos se desentienden de los padres, la verdad es que es muy duro, como también es recordar en el pasado las personas que pasaron por nuestras vidas y ya no están.

Un beso.

omar enletrasarte dijo...

un retrato de la nostalgia, es su versión más generosa
saludos

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

No sólo cien recuerdos, tu relato contiene toda una vida...

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Una historia que estremece, que deja vívida sensación de pertenecer al cuadro,....de estar presente. Buenísimo Maria Rosa. ¡¡¡Genia!!!

Anónimo dijo...

Una historia que estremece, que deja vívida sensación de pertenecer al cuadro,....de estar presente. Buenísimo Maria Rosa. ¡¡¡Genia!!!ELCRUZADO

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

UNa forma de asir la vida: creando otro mundo, a través de fotografías, estampas, papeles...UN abrazo. Carlos

cachos de vida dijo...

!Cuántos recuerdos guarda una casa!Cuántos esconde una vida! Emocionan los pequeños detalles de tus relatos.
Un beso.

cachos de vida dijo...

!Cuántos recuerdos guarda una casa!Cuántos esconde una vida! Emocionan los pequeños detalles de tus relatos.
Un beso.

Netomancia dijo...

Que triste, los recuerdos suelen serlo.
Saludos doña Mariarosa!

Isabel dijo...

Que hermoso cuento y, cuanto de cierto. Un beso grande

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