martes

Con el último aliento.



Obra ganadora del 1ª premio en el concurso cuentos, de la Biblioteca Juan María Gutierrez de Berazategui. Buenos Aires.


La botella en una mano y en la otra el látigo, Paco se tambalea hasta que consigue apoyarse contra los barrotes. El vino caliente le revuelve las tripas y se le hace reflujo ácido en la boca. El domador empuja la puerta, que se abre con chirrido a óxido. Y entra en la jaula. El león levanta la cabeza, lo mira.
¡Puta madre!, piensa Paco. Y sí: aquel gato roñoso estaba peor que el día anterior.
Hace días que Sansón no come. Paco da vueltas alrededor del león. Deja el tetra a un costado.
—¡Arriba, mierda!
Hay odio en los ojos de la fiera. El  látigo chasquea en el aire, marca el techo de la jaula.
—¡Arriba! ¡Vamos!
A Sansón el látigo le roza el lomo, intenta incorporarse.
—¡Sólo con golpes entendés!
El animal cae. Sus patas no quieren más. Paco intenta otro golpe.
Y Kathy, que ha mirado desde lejos la escena, ahora se acerca.
Se agarra a los barrotes tratando de detener a su padre.
—¡No le pegués, papá!
—A la mierda, pendeja. ¡Y vos, subí al banco!
 Sansón trata de impedir los latigazos alzando la pata.
—¡Basta, papá, por favor!
La voz de Kathy detiene el brazo, él la mira con fastidio.
—¡Callate, mierda!
—¡No ves que está enfermo, no le pegués!
Ella intenta entrar. Paco cierra la puerta de una patada.
—Sansón, viejo mañero…
Vuelve a castigar con rabia. Ya no quedan fieras en el circo, sólo Sansón. Sin él, su vida de domador termina.
  —¿Por qué sos tan malo?
El látigo se detiene.
Otra vez el gusto ácido le sube a la boca. Se marea, pierde el equilibrio. Agarra el tetra y sale  de la jaula maldiciendo.
Por ahora ese gato roñoso se ha quedado tranquilo.
Camina unos pasos, se vuelve y señala a su hija con  gesto amenazador. Intenta decir algo. Se va.
Kathy respira aliviada.
La jaula  no tiene  llave. Entra.  El león se tira sobre un fardo de heno.
—¿Qué te pasa?  Te traje carne picada. 
   La pequeña se arrodilla, le habla con suavidad y acaricia la melena descolorida. Sansón acepta sus cariños, se adormece.

La tarde incendia los desvencijados tráilers. Llegan, lejanos, los acordes de una guitarra.
En chancletas y ruleros, las dos trapecistas y la Mujer Barbuda matean y fuman a la sombra de la carpa.



Paco entra en el carromato. Tira sobre la silla su camisa y putea por enésima vez. Se acerca al cajón que le sirve de mesa. Aparta los restos del pollo del día anterior, manda al centro la botella de vino y cuelga el látigo de un gancho fijo al marco de la ventana. Con cuidado lo cuelga, con
devota confianza: conoce de sobra el poder que le da ese instrumento de terror. Se quita las botas y las lanza a un costado.
La cama es un revoltijo. La borrachera lo vence.

Anochece. Por la ventanilla entra olor a pescado frito: todo el mundo cocina afuera y adentro de los remolques, y a Paco el hambre le retuerce las tripas. Quiere salir de la cucheta, pero cae sentado.
—¡Kathy!
No hay respuesta.
 —¡Tengo hambre!
Logra levantarse, se asoma a la puerta del carromato.
 —¡Quiero comer, la puta madre! —Paco se sienta en los escalones, su voz es un ladrido—: ¡Kathy!
Tres o cuatro pendejos cruzan pateando una pelota. A él le fastidia esa alegría y entra.
Kathy llega corriendo. Ha estado jugando, y las trenzas le caen  deshechas sobre la espalda. La recibe el hedor a vino y abandono. Su padre espera, con los codos apoyados en el cajón y la mirada perdida. 
Ella enciende la  hornalla, calienta lo que quedó del mediodía. Le hierven las mejillas, sus manos tiemblan. Sabe que el horno no está para bollos. Paco tamborilea sobre la madera y pregunta:
—¿Para cuándo?
—Ya va.
Kathy sirve la comida. No se sienta. Espera la aprobación. La cara de Paco se transforma.
—Qué le pasó al arroz.
—Qué arroz, papá. Qué decís.
Paco empuja el plato, que cae al suelo. Kathy, agachada, junta los fideos con un trapo. Él intenta hablar: tiene la boca pastosa y la voz se le hace nudo en la lengua.
—Te dije que no me gusta el arroz.
Kathy se levanta y tira con rabia los restos a la basura.
Él la amenaza con el puño.
—¡Mierda! ¡Sos una mierda! —y el cajón se viene en banda con tetra y vaso incluido.
La pechea, la zamarrea de un brazo y la desparrama contra una silla desvencijada, que cede al impulso y se quiebra.
Paco golpea y golpea, la otra ni grita. Él se apoya en el tabique que sostiene una cortina… y todo se viene en banda. Pierde el equilibrio, se tambalea. y en ese segundo Kathy salta por sobre los peldaños y escapa. 
Corre, corre con el ángel de la guarda a su lado. Los insultos  quedan atrás. La noche se cierra tras ella.
Kathy llega ante la jaula de Sansón. Empuja la puerta, se tira en el piso y se pega al animal, que levanta la cabeza y la mira.
Paco  se acerca.

—¡Te voy a moler a palos! 
Se le ahoga la voz en otro reflujo agrio. Enfurecido, patea los grandes canastos: la pendeja de mierda ha desaparecido.
    —¡Cuando te agarre, vas a ver!
En la noche, Paco es un espectro al que la luna blanquea desde su cuarto menguante. La mujer barbuda, el malabarista, los payasos del circo lo conocen de sobra. Nadie piensa asomarse.
Mareado, vuelve al carromato y se desploma en los escalones. Apoya los brazos en las rodillas y baja la cabeza.
—Soy tu padre… maldita seas.
Oleadas de nubes oscuras multiplican el horizonte, y un viento caliente se desprende del cielo y arrastra en remolino papeles y hojas y cuanta mugre encuentra. Se van apagando los sonidos, el campamento se duerme.

  El primero que madruga es el equilibrista. Sale a caminar. Y algo, algo que no logra definir —un amasijo de ropa o una bolsa de basura—, le llama la atención. Al verlo de más cerca, pega un alarido y despierta a todo el campamento. Uno a uno se acercan.
Allí está Paco. Desde la garganta, un surco y otro lo desgarran hasta el pecho. El pelo le cae sobre el lado destrozado de la cara, dándole el aspecto de una máscara de carnaval. La tierra se ha tragado la sangre, es sólo  una mancha oscura donde quedaron pegados papeles y hojas que arrojó el viento.
Ellos se miran, hablan a los gritos. Alguien dice que llamará a la Policía. Todos corren a la jaula.
Y ahí adentro están los dos: Kathy acaricia la melena, del cuerpo muerto de Sansón.






31 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Terrible Mariarosa, yo que amo los animales creo que sufrí más por
Sansón que por Katy. Pobre animalito. Un relato que llega al corazón.

¡Felicitaciones!

Besos.

Felicidad Batista dijo...

Mariarosa, me has transportado a un circo pero este no tiene las reminiscencias felices de la niñez. Es el drama de la violencia, el alcohol, el fracaso. Y las víctimas: la niña y el león. Perfecta contraposición que nos ilustra muy bien la trama. Logras mantenernos en vilo pensando quién d elos dos, domador o león, darán el zarpazo desgarrador.
El final como siempre nos sorprende, la fiera, el animal, pasa a ser el protector de Kathy y su padre es la alimaña que los maltrata y del que es preciso protegerse.
Enhorabuena por trabajar tan bien las emociones.
Un gusto leerte.
Abrazos

Delgado dijo...

Los circos con animales deberían desaparecer, dudo mucho que ningún león o elefante u oso sea feliz en un recinto tal.

La historia... excelente Sansón hizo un último sacrificio antes de morir.

Y tal vez kathy heredando el circo lo cambió he hizo el del Sol ;D

MAJECARMU dijo...

Maria Rosa enhorabuena por ese premio merecido,sin duda.
Hombre y animal frente a frente...y la humanidad más cerca de Sansón,que del domador...Terrible ese final,que queda en tablas,los dos mueren,pero la niña se salva y llorará eternamente su drama humano,la muerte de su padre y de su amigo...
Mi felicitación por la maestría,que asciende poco a poco hasta el climax final,por la intensidad,por el realismo y sobre todo por ese mensaje...El hombre a veces es peor que los animales,cuando no domina su mente.
Mi abrazo inmenso y gracias por tus palabras,amiga.
M.Jesús

Anónimo dijo...

Hola Maria Rosa.
Una historia muy triste donde una vez más podemos ver que no tener control de uno mismo le hace perder el respeto a si mismo y a los demás hasta llegar a tan terrible desenlace.
Me ha tenido absobida todo el tiempo.
Un abrazo.
Ambar

cachos de vida dijo...

Merecido premio a tan maravilloso relato. Felicidades a una gran escritora.
Un beso-

omar enletrasarte dijo...

del principio al final, atrapante
saludos

El Gaucho Santillán dijo...

Buen relato.

Samsòn tenìa algo que decir, antes del final.

Un abrazo y feliz dìa de la poesìa.

lanochedemedianoche dijo...

Triste relato bien llevado, me encanto.

Feliz día de la poesía.

Besos

lanochedemedianoche dijo...

Feliz día de la poesía.

Besos

Anónimo dijo...

MARAVILLOSOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
BESOS

Luján Fraix dijo...

HOLA QUERIDA MARIAROSA
MAÑANA PASARÉ CON MAS TIEMPO A LEER TU RELATO.
FELIZ DIA DE LA POESIA, NO QUERÍA DEJAR PASAR ESTA JORNADA SIN SALUDARTE.

BESITOS

Mercedes Pajarón dijo...

Merecidísimo premio; es un relato excelente desde cualquier punto de vista. En especial, has bordado la miserable y patética psicología del protagonista.

Un abrazo.

La Dame Masquée dijo...

Enhorabuena, madame, por su merecido premio. Es un relato magnífico, muy bello y emotivo, y excelentemente narrado.

Buenas noches

Bisous

Diego dijo...

Gran escrito!
Muy bien ganado ese primer premio
Un gran papel el de Sansón.

Abrazo grande

Mercedes Vendramini dijo...

EXCELENTE! merece muchos premios! Cuánta realidad en el dolor de ese animal y el amor de la niña.

Felicitaciones!
Gracias por tu saludo!
Mi abrazo.

Anónimo dijo...

Bien llevado el cuento, parecía que iba por un lado, y sorprendió por el otro. Sansón resultó un león cansado que defendió a quien lo defendía.

Cinarizina dijo...

Hola Mariarosa...me super-encantó este cuento, porque terminó como yo quería. Créeme que entre un ser humano como Paco y el león, me quedo con el león. Amo a los animales y la gente que los maltrata es perversa.
Te felicito por esta tremenda hiostoria. Recibe un fuerte abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Muchas felicidades por el premio.
Y de paso felicito a Sansón.

Besos.

Man dijo...

Felicidades Mariarosa:
Me ha gustado mucho tu relato con ese acento tan argentino.
Me quedo con este fragmento que me parece buenísimo:

"Oleadas de nubes oscuras multiplican el horizonte, y un viento caliente se desprende del cielo y arrastra en remolino papeles y hojas y cuanta mugre encuentra. Se van apagando los sonidos, el campamento se duerme."

Genial.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Merecidísimo premio, el cuento es triste sí, pero está excelentemente narrado nos atrapa desde el inicio..

Muchas felicidades Mariarosa
Besitos.

Tatiana Aguilera dijo...

Maríarosa:
Gustaba de los circos; pero cuando observé de qué forma trataban a los animales, nunca más asistí...Tu relato amiga, enternece. La pequeña niña con ese gran dolor sufrido, se fortalecerá...Buen trabajo.
Un beso para ti.

Palabras como nubes dijo...

¡Me quedé helada! Grandioso, mujer!!! Merecido premio, nuestras felicitaciones!!!!!! :)

J&R

cachos de vida dijo...

Feliz fin de semana.
Un beso.

LA ZARZAMORA dijo...

Enhorabuena por ese merecido premio.

Sin lugar a dudas el Hombre es la mayor bestia del universo.

Besos.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Un buen cuento de circo. Crèame que en este género sólo he leído dos que me hayan ensalmado: uno de Henry Miller, en su libro de cuentos, La sabiduría del corazón y el tuyo. Un beso. Y más que merecido el premio que lo acredita. Carlos

El Mirlo dijo...

Eres buena narradora.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Estremecedor relato, con un final que hiela la sangre y nos deja mucho para reflexionar.

Abrazos.

tia elsa dijo...

Felicitaciones por el premio! Terrible y dramático relato Mariarosa, por suerte ya no se permite animales en los circos por lo menos en el ámbito de capital y provincia de buenos aires. Besos tía Elsa

E. Martí dijo...

Escalofriante... la vida por dentro de los circos, el trato a los animales, la ternura de la niña y el pago del animal...
Felicidades por el premio, que es una lección de vida
Besos

Franklin H. Romero Revilla dijo...

¡Qué relato tan movilizador de sensaciones, Mariarosa!, me ha dejado realmente impresionado...
¡Muchas gracias por publicarlo!

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