miércoles

La vereda de enfrente.


 


 

Algo había en la vereda de enfrente que a mi madre le atraía, se arreglaba, se sentaba junto a la ventana y miraba por horas hacía allí, por momentos sonreía y saludaba con su mano, yo miraba y no veía nada. Cuando le preguntaba, no respondía, apenas esbozaba una sonrisa y seguía mirando.

A sus noventa años, una demencia senil solía sumergirla en silencios que solo ella entendía.

¿Pero qué había en esa vereda que lograba captar su atención por tantas horas?

Cuando una vez intenté llevarla de mi brazo a cruzar la calle y llegar hasta allí, no quiso hacerlo, se puso pálida y su cuerpo se estremeció, negándose a caminar, volvimos a casa, se sentó en su sillón y pude notar que seguía temblando.

Pregunté a Felipe,  su hermano menor, que con ochenta y dos años, tenía una perfecta memoria, tal vez él recordara.

¿Qué había sucedido en la vereda de enfrente?

-No recuerdo gran cosa -me dijo- solo que allí vivía un chico que estaba enamorado de ella y nuestro padre no lo quería, le prohibía acercarse a la ventana y que charlaran, pero eran chicos tendrían catorce o quince años.

-¿Y qué fue de ese chico?

Felipe se encogió de hombros y dijo:

-Creo que años después se mudaron, pero ella siempre lo recordaba como el amor de su vida, no supe nada más de él…

-¿Puede ser que eso haya quedado grabado de tal forma que hoy espera verlo pasar…?

-Puede que sea así…no sé, nuestro subconsciente guarda todo en su caja de cristal y cuando quiere la abre y salen recuerdos que estaban olvidados.

-Pobre mamá, ella espera ver en la vereda de enfrente a su primer amor –acaricié su cabecita, ella sonrió y dije…-   cuando la veo feliz saludando a lo que yo creo es la nada, seguramente está viendo a su amor, mientras yo me preguntó; ¿A quién ve?

 

 

15 comentarios:

Campirela_ dijo...

Hay recuerdos que ni una demencia se los puede llevar de la mente .
Amores que quedan tatuados en el ser de la persona. Un besote .

🌺 Hada de las Rosas 🌺 dijo...

Me conmovio ese amor silencioso que sobrevive en su memoria. A veces, los que vemos desde afuera parece ser nada pero para quien mira y recuerda, puede ser todo.
Un abrazo, feliz noche

Alfred dijo...

A saber cuáles de los recuerdos atesorados, mantendremos en la senectud, y de ellos los que serán prioritarios.
Un abrazo.

Rafael dijo...

Relato con gran ternura en sus letras. Felicidades.
Un abrazo.

Susana Moreno dijo...

Hermosa historia. Un beso

Ester dijo...

Me ha encantado pasar a leerte, de aqui siempre salgo satisfecha. Abrazos

ETF dijo...

Qué delicadeza y ternura hay en este relato. La nostalgia se hace visible en cada gesto de esa madre que saluda al recuerdo, como si el amor de juventud tuviera aún el poder de iluminarle los ojos.
María Rosa, has logrado capturar lo invisible y convertirlo en emoción palpable.
Gracias por compartir esta joya de memoria y sentimiento.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Y existen además tantas realidades...

Paz

Isaac

Soñadora dijo...

Hay recuerdos que se quedan grabados en nuestro corazón. Su sonrisa y saludos demuestran que para ella era como volver a vivir sus recuerdos.
Abrazo

Ernesto. dijo...

Enternecedora historia, Mariarosa.
Siempre esa creatividad vivificante y original. Y "cierta" la mayor parte de las veces.
Abrazo.

Cabrónidas dijo...

Hay padres que causan en sus hijos e hijas daños irreparables. Y encima se quedan tan tranquilos.

Mónica dijo...

Hola Mariarosa.
Has contactado una vivencia muy emotiva. Tu mamá es muy bonita.
La historia me ha emocionado.
La demencia nunca olvida nada del pasado. Es así como se centra el cerebro de una persona mayor. Recordando el pasado y olvidando el presente del día a día.
Un abrazo.
Mónica

José A. García dijo...

Ciertas experiencias dejan una marca tan profunda que resultan imposible de olvidar.

Saludos,
J.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

El cuento tiene la nostalgia de un amor juvenil que, se quedó insoluble pero agarrado de esa parte del cerebro donde las cosas vuelven, así se haya perdido la memoria. Un abrazo. Carlos b

Lu dijo...

Hola María Rosa. Acá llego, poquito a poco voy retornando a mi cotidiano luego de mis vacaciones.
¡Qué historia bonita, tan plena de ternura!
Hay recuerdos imborrables, perduran aún cuando ya nada de lo pasado puede recordarse.
En todo caso, a los noventa años la protagonista pudo sentirse feliz saludando desde la ventana- otra vez- a su gran amor. Seguramente ella lo vivía como real y es lo que vale.
Va mi abrazo con el deseo de que tengas una muy buena semana

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