Qué habrá sido de aquellas
tardes en que la lluvia aburría mis sentidos en este mismo patio, al que el
agua, dejaba brillante cual espejo, y donde la higuera se reflejaba, poblada de
hojas enormes escondiendo la miel roja del fruto abierto.
Regresan
imágenes que no he llamado, me acompañan y la sonrisa se renueva entre las
deshiladas gotas que lavan las baldosas que ya no son las mismas, ni yo soy
igual.
Dicen
que desde el pasado, los duendes nos llaman y cuando están aburridos juegan
con nosotros, nos convierten en piezas en un tablero de ajedrez y buscan en un
jaque mate hacernos llorar y perder la partida.
Dicen
que dicen, o son mentiras que la imaginación de algún loco soñó, tras una noche
de alcohol y mala yerba, y que alguien me contó.
Pero
algo sucede en tardes de lluvia, mientras las pesadas hojas que dejó el otoño
se van fundiendo entre el césped y la tierra, acunadas por la armonía que las
chispas hilvanan en el pentagrama de la tarde, algo sucede, llegan voces que
cuentan historias, vidas ajenas que quedaron escritas con tinta invisible en
las viejas paredes de la casa, casa que según me contaron levantó mi bisabuelo
al llegar de Italia. Había dejado atrás su ciudad: Verona y una historia
difícil. Él era un pobre trabajador, enamorado de una niña rica, que, en su
locura de amor, dejó todo y se embarcó con él, rumbo a un país desconocido y
lejano del hemisferio sur. Atrás se cerraron todas las puertas y aquí hubieron
de comenzar de cero. La tierra nueva fue generosa con ellos, les regaló
trabajo, hijos y amor, que los acompañaron hasta sus últimos días.
Los
duendes saben y cuentan esas leyendas que fueron pasando de padres a hijos, se
escudan en la lluvia y el sonido de las gotas les da resonancia musical.
Mi
madre me contaba que los duendes no existen, que esas voces que se escuchan y
las pequeñas luces que circulan por el patio cuando llueve, son los fantasmas
de la casa, ellos siguen aquí, nos acompañan, nos protegen, no se dan por
vencidos ante la realidad.
Y
como decía Borges: “Ajedrez misterioso es la vida, cuyo tablero y cuyas piezas
cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto”.
16 comentarios:
Serán duende o fantasmas, algo hay de misterio en esas luces, y esa vocecita que alguna vez oímos dentro oído, y las cosas que nos esconden y aparecen en otros lugares, quien sea no lo sé, pero segura que alguien es. Un besote, y muy bien hecho de volverle a traer.
Cerrar los ojos ante la lluvia, tras los cristales, y evocar el "ajedrez" de Borges...Gracias.
Un abrazo.
Me gusto mucho tu relato y me encantó la frase de Borges. Te mando un beso.
Ay, esos duendes traviesos, que juegan con nosotros como piezas de ajedrez, quieren hacernos llorar..! hiciste un jaque mate emocional, amiga!
Creaste un relato dentro del relato, que bien porque nuestros antepasados no solo son un recuerdo, sino presencias vivas en las paredes de la casa y en el sonido de la lluvia 😭
Preciosa fotografia, tambien 🤗
Besote
Una hermosa historia de esperanza. Un beso
Es bonito pensar que existen, que nos visitan a nosotros por algún motivo. Un abrazo
Si a mi me preguntan...¡claro que son los duendes!
Precioso texto, Maríarosa. Linda manera de contar cómo los recuerdos llegan y se instalan sin pedir permiso.
Y la nostalgia nos invade...¡y algún duende ganará la partida tal vez!
Abrazo ¡buena tarde de jueves!
Entre prosa poética y narrativa, un texto hermoso donde se funden la mítica de los duendes y la magia de los fantasmas que habitan las casas, porque nunca se van. SE quedan. Un abrazo. Carlos
Creo en el origen de tu bella historia porque creo que cuando la lluvia cae mansa, serena, algo mágico ocurre siempre. Es una historia con tantos matices y con tantas historias dentro de ella, que seduce al lector ya desde el comienzo. Como ese origen de tu bisabuelo de Verona y su enorme parecido con los eternos amantes de la ciudad inmortalizados por Shakespeare, Romeo y Julieta. Como ellos, tus bisabuelos tuvieron un amor difícil con la diferencia que el suyo triunfó mientras que el de amantes de Shakespeare terminó en tragedia, como sabes.
Y esos recuerdos tuyos infantiles al ver llover sobre un suelo querido, son una delicia. También lo son esos duendecillos que lo llenan todo con sus risas y sus travesuras. En fin, un cuento maravilloso, de lo mejor que te he leído.
Abrazos, Mariarosa.
María Rosa...bellos recuerdos de tu familia te va contando la lluvia y esos duendes, que permanecen eternizándolos...y tu nos los transmites, dejándonos la serena nostalgia de esa familia, que logró vivir y ser felices junto a sus hijos...Una preciosidad para guardar y volver a leer, amiga...La magia de la lluvia es real y a todos nos deja sus mensajes inolvidables, María Rosa.
Mi abrazo entrañable por tus buenas letras y tu cercanía.
Una bonita historia, Mariarosa. De la que destaco, en lo que me toca hoy, "...la miel roja en el fruto abierto".
Subido a la higuera de la huerta, unos nueve años, Palma de Mallorca, me veo ahora mismo, y hasta en movimiento...
Un placer.
Abrazo.
Cuantas historias como la de esos bisabuelos pasan de generación en generación. Y los duendes traviesos avivan los recuerdos .
Abrazos
Van quedando pocas familias que pueden contar una historia semejante, no sé si por suerte o por desgracia.
Saludos,
J.
Hermosa historia. El abuelo de Verona donde se desarrolló Romeo y Julita, historia de amor de todos los tiempos, como de todo tiempo puede ser, ésta que tan hermosamente has confeccionado, mucha magia en tus letras María Rosa.
Un abrazo.
Imaginemos que existen y nos traen buenos recuerdos como los que nos has dejado.Un gusto leer tus relatos. Gracias.
Buen Marzo Mariarosa.
Un abrazo.
Qué bonita esta prosa tuya, tan delicada... Parece biográfica, no lo sé porque eres una cuentista nata y tu imaginación no para de crear historias como esta :) En todo caso me ha parecido encantadora,: la lluvia lleva un mundo en cada gota y ellos lo saben ;)
Muchos besos y que tengas una primavera plena de flores del alma, versos y cuentos :)
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