El viejo
Manuel era dueño de la única cantina de la isla Esmeralda, le gustaba escuchar
las historias de los marineros que visitaban cada noche su taberna, cada uno
armaba sus relatos de amores, de pueblos perdidos donde el oro nacía entre las
piedras o juraban haber conocido islas habitadas por amazonas hermosas, y
mientras
desgranaban
sus cuentos, Manuel los escuchaba y sonreía. Alguien le pregunto una vez, si
siempre había habitado en la isla Esmeralda, respondió que no, dijo que fue
marino y cansado de esa vida errante se radicó en Esmeralda buscando
tranquilidad.
- ¿Qué
transportaba tu barco? - preguntó uno de los presentes.
-Éramos
piratas, ladrones del mar…
Todos
asombrados, guardaron silencio y con la mirada le pidieron que dijera más.
-Cada
barco que asaltábamos, cada isla que invadíamos era una batalla, dejábamos un
tendal de muertes que terminó por agotarme, la última isla a la que llegamos,
era habitada por fuertes guerreros.
Manuel se
sirvió una copa de grapa, miró a los hombres que apoyados en el mostrador
seguían con interés su relato y prosiguió.
-Fue una
guerra, solo sobrevivimos el capitán y tres marineros, fui uno de ellos, aquellos
hombres eran demonios…nosotros estábamos acostumbrados a pelear con cuchillos, armas
de fuego, pero ellos con sus brazos, nos vencieron como si fuéramos niños,
hacían sonar nuestros huesos como cascaras de nueces, las balas nada les hacían
rebotaban en sus cuerpos, parecían de hierro, cincuenta y dos de nuestros
hombres quedaron muertos en esa isla. -Manuel se estremeció al recordar- ¡Eran
gigantes enormes! ¡Fuertes, nos quebraban
con un abrir y cerrar de sus manos!
Quedó en
silencio estremecido de recordar.
-No te
creo Manuel, esos hombres solo existen en tu imaginación-dijo uno de los
marineros.
-Eres un
embustero-exclamó otro.
El grupo
se largó a reír, burlándose de Manuel que los miraba muy serio, se sirvió otra
grapa, la bebió, se limpió la boca con el dorso de la mano y les dijo:
-¡Ya se
van a convencer!
Desapareció
tras la cortina que separaba la taberna de su casa y en pocos minutos regresó.
-¿Así que
soy un embustero? Mentirosos son ustedes que nunca salieron de esta isla, solo
salen a pescar e inventan historias que nunca vivieron, si yo miento a quién
pertenece esto, sino a un gigante….
Y tiró
sobre la mesa, varias muelas del tamaño de una manzana.
El
silencio cubrió la taberna, el asombro se dibujo en la cara de los presentes y
uno tras otro se fueron retirando con la cabeza gacha.
10 comentarios:
Una gran historia. Un beso
Bonito relato con ese final y suspense...
Un abrazo y felicidades.
Muy bien por ese marinero que nadie le creyó. Una historia de piratas que siempre gusta leer , por las aventuras que cuentan de tantos viajes vividos.
Un besote , feliz noche.
Vaya trofeos se guardó, le sirvieron para acreditar sus andanzas , Un relato de piratas que a todos nos gustan. Abrazos
Sin duda les dio un buen golpe al ego con la muestra que les sacó...Muy original relato, María Rosa.
Mi abrazo entrañable y feliz semana, amiga.
Me gusto la historia. Te mando un beso.
No me quiero ni imaginar cómo serían las caries.;)
Cuentas de tal modo las historias que al leerte me parece estar viviendola....
me encantó mariarosa
Un fuerte abrazo querida amiga
Contar para despertar el asombro. Un abrazo. Carlos
Buen relato. Hizo muy bien en callarlos a todos enseñando sus trofeos.
Buena semana. Mariarosa
Un abrazo.
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