Entre los recuerdos
que dejo mi abuelo guardados en el altillo de su casa, hallé una caja con mapas
y una carta ya amarilla y sin firma que me impresionó. La transcribo
tal cual la encontré, sin agregar ni quitar palabra, toda ella es una novela.
“A veces creo que la
memoria es un hilo que si lo mantengo tenso deja correr por el mis recuerdos. Otras
veces, ellos se pierden sin hallar su
lugar. La historia que viví y quiero relatar se disipa y no sé en qué camino o
desde que maraña del pensamiento intenta llegar a mí.
Yo era pescador en un punto perdido del mapa; La
isla de Usher.
El faro de la historia
que quiero relatar fue construido en un recodo de la isla. Dice la leyenda que
una tormenta, muchos años atrás, lo
destruyó. Sólo quedaron ruinas y una
historia difícil de creer. Nadie en el
pueblo, hablaba del tema ni se levantó otro faro.
Una noche en que varias
lanchas salieron a pescar, alguien
divisó nuevamente el faro. Allí estaba. Surgiendo desde no se qué mundo. La visión duro menos de una hora, muchos la
vimos. De pronto desapareció y volvió
ser una costa brava y vacía.
El comentario de lo
sucedido rodó por las casas, bares y
prostíbulos de la isla. Muchos no lo creyeron. Era imposible que un faro destruido
ochenta y tantos años atrás, apareciera
de la nada, iluminando el horizonte y luego se esfumara ante los ojos azorados
de los pescadores.
— ¡Que me cuelguen! Es
imposible —dijo mi padre— ¿estabas sobrio?
La pregunta me molestó,
en especial que retomara mi problema con el alcohol, era tema del pasado que yo
quería olvidar.
—No fui sólo yo, en las otras embarcaciones
también lo vieron.
—Bah… pavadas de pescadores
supersticiosos— exclamo mi padre. Y se alejó moviendo la cabeza.
Semanas después, todo fue olvidado. Nadie hablaba del tema,
creo que se encerraban en la
ignorancia que motiva el miedo.
Yo no lo olvidé. Algo que
no lograba explicar, me llevaba a
hablar y preguntar sobre las antiguas
tradiciones de la isla. Investigué con
los más viejos. Ellos recordaban relatos de su niñez. Hablaban de aparecidos y
fantasmas que relacionaban con el nombre
de la isla y el faro, pero no lograban darle forma a las historias, ellas
habían sido cubiertas con un manto de
silencio, que el temor borró de la mente de los aldeanos.
Llegué a la mujer más
vieja de la aldea, doña Encarnación.
Tenía noventa y nueve
años. No recordaba que había comido por la mañana, pero evocaba con detalles la historia de la isla.
Su casa estaba en las
afueras del pueblo, el abandono hacía
que los arbustos cubrieran la vivienda dándole un aspecto fantasmal. No me
gustó el lugar. Quedé en la puerta sin animarme a llamar. Ella se asomó, se acercó y me
dijo en voz baja, al igual que un secreto:
— ¿Así que estás
averiguando los misterios del faro?
Me sorprendí.
— ¿Cómo lo sabe?
—Tengo amigos que me
cuentan todo lo que pasa en el caserío.
Me extrañó su respuesta.
Me habían dicho que era una mujer
solitaria y sin amigos. Los vecinos se alejaban de ella, en realidad, no la
querían. Abrió la puerta e hizo un gesto
para que la siga. El interior de su casa era muy humilde, apenas dos sillas y
una mesa, a un costado una cocina a leña hacía humear una pava negra de hollín.
Me invitó a sentarme.
—El faro desapareció
hace muchos años —le dije— pero hace
algunas semanas salimos de pesca y lo vimos. Fuimos muchos.
—No me extraña —al
decirlo me miró fijo— ¿Y vos que pensás?
—No sé. Lo vi y desde
entonces no puedo dormir. Recordarlo me hace estremecer, me da miedo.
—Haces bien en tenerle
miedo —mientras hablaba sus manos huesudas apoyadas sobre la mesa, doblaban un
pañuelo—. Mi esposo murió en ese faro. Él había dicho que algo secreto lo habitaba. Todos sus amigos se rieron de él,
los malditos habitantes del pueblo se burlaron por meses diciendo que era un
embaucador, quiso demostrar que no mentía y una noche de luna llena fue al
faro: nunca regresó.
Hizo silencio y me miró,
ante el recuerdo su mirada cambió, se volvió dura, cargaba odio en ella. Quedó en silencio unos minutos y luego
prosiguió:
—Nada se supo de él,
hasta llegaron a decir que se había ido del pueblo con otra mujer. Sé que eso
es mentira. Él lo había dicho, en el faro había fuerzas oscuras.
Repetí como un tonto:
— ¿Fuerzas oscuras?
—Sí, vampiros.
Creí que la anciana
deliraba. Hice un gesto inconciente, que
puso en evidencia mis pensamientos, ya
que en seguida dijo:
—No pienses que estoy
loca muchacho, es verdad, ellos me lo
dijeron. Existen mundos que desconoces,
no te burles… ¿por qué creés que se llama la isla Usher? Ese nombre tiene que
ver con lo sobrenatural y misterioso.
—No me burlo. Simplemente
me sorprendo. Usted dice que ellos se lo dijeron ¿Quiénes son ellos?
—Los guardianes del
faro.
A esta altura estaba
seguro que la anciana no estaba en su juicio. Me puse de pie con intención de
irme.
—No te vayas todavía,
ellos me confiaron algo: el faro perteneció siempre a los vampiros. Luego de su
destrucción, los guardianes protegen el lugar. La visión regresará cada luna llena, hasta que
sus antiguos dueños y los guardianes
luchen en una batalla final. Es mejor que no regreses al faro.
Salí de la casa con una
extraña sensación, mezcla de miedo y descreimiento.
Ahora mismo pierdo el hilo
de los recuerdos y me cuesta escribir sobre lo sucedido en aquellos días. Pero
debo apurarme, mis fuerzas me abandonan.
La noche en que los
pescadores vimos la visión y cuando murió
el esposo de Encarnación, había luna llena, algo que no sabía definir me decía
que fuera al faro en la próxima luna.
Aquí es donde mis pensamientos se confunden,
no sé si regresé a la casa de la anciana o fue otra persona que me contó, que
la desaparición del faro fue una guerra entre las fuerzas del bien y del mal.
Una noche de luna llena
me acerqué a la playa. Mi espera no fue en vano, el faro apareció, me dirigí a
el.
Cargaba una mochila con herramientas, entre ellas un arma y una
linterna.
Sabía que el encantamiento
duraba un corto tiempo, no sabía cuánto. Debía apurarme. La puerta estaba
entreabierta. Subí los peldaños.
Doscientos cincuenta escalones me dejaron sin aire.
El gran foco estaba
apagado. Caminé por el balcón que lo bordeaba, todo era silencio. El mar lucia como una seda gris bajo la luz
lunar. Un ruido me sobresaltó. Alguien subía la escalera. Me puse en guardia, la
22 en mi mano me daba seguridad.
— ¿Quién anda ahí?
—pregunté temblando.
Dos hombres desconocidos
aparecieron. Sus ojos parecían
centellar. No hablaban. Los amenacé con
mi arma. Rieron.
Uno de ellos me arrojó una
cadena que traía en la mano. La esquivé.
Retrocedí. Avanzaban mudos. Me latían las sienes y el arma resbalaba en
mis manos por la transpiración y el temblor.
— ¿Quienes son?
No respondían.
—No quiero disparar
váyanse —seguían avanzando— ¡Voy a disparar!
Apreté el gatillo. El
sonido resonó en mi cabeza. Las balas
penetraron en sus cuerpos y ni una gota de sangre brotó de las heridas.
Mi miedo ya era terror.
Sus risotadas sonaron como un eco.
Mis piernas parecían de
cartón, me costaba moverlas y ellos no hablaban, sólo reían.
El pánico nublaba mi
vista, me sentía tan mal que no lograba moverme. Mi cabeza era un batallar de
pensamientos y preguntas. ¿Quiénes eran esos tipos y por qué me había metido en
semejante lio?
—Eres muy curioso
muchacho —una voz a mis espaldas me hizo volver la cabeza. Una hermosa mujer morena, vestida enteramente de
negro me miraba con burla.
Quedé entre ella y los
hombres.
—¿Quiénes son ustedes?
—Los dueños del faro
—respondió ella— vas a morir por entrometido.
Se acercó. Su piel era
blanca, transparente. Sus ojos emitían destellos rojos. El sólo mirarla me
había paralizado.
Uno de los hombres me
agarró por atrás sujetando mis brazos, me debatía sin lograr soltarme. La mujer observaba el
cielo, se movía inquieta, al fin pareció decidirse y bajó las escaleras. A lo
lejos un rayo iluminó el cielo, inmediatamente el trueno sonó con furia. Los
rayos se multiplicaron, la noche parecía estar iluminada por destellos de
colores. Algo que no entendí los inquietó, me empujaron a la escalera. Bajé tambaleando
con uno de ellos a mi espalda y otro delante.
Un ruido muy fuerte
pareció mover las paredes, se miraron y bajaron rápidamente olvidándose de mí.
Los truenos aturdían. El piso se abrió. Los escalones desaparecieron y me vi
impulsado por una fuerza superior que me llevaba a través de las paredes. Lo
último que vieron mis ojos fueron las llamas, cayendo del cielo. Espadas rojas que salían de distintos
ángulos y caían en un mismo punto: el
faro.
Todo desapareció, el
fuego arrasó con los restos del faro, tierra humeante sin rastros de lo que
allí sucedió. La furia dio paso una calma celestial, bajo una luna de seda.
Ni un miserable ladrillo,
da testimonio de lo sucedido.”
No puedo seguir
escribiendo. Me diluyo, mi esencia se pierde, no tengo más fuerzas. Mi período
de espíritu errante ha terminado. Dejaré de ser un fantasma, para ser…no sé, no
lo sé aún.
Se me ha dado este
tiempo de gracia con una misión, dejar testimonio de lo sucedido aquella noche.
Las fuerzas del bien y el mal, libraron una batalla. Una más, nadie dude que
sus ejércitos están entre nosotros y la lucha sigue.”
Volví a guardar los
planos y el manuscrito, temblaba, no sé si mi abuelo estaba loco o la historia
es real, pero no puedo ocultar el temor que sacudió mi cuerpo. tal vez lo mejor
será quemar todas las pruebas de semejante locura, porque eso debe haber sido,
la locura de un viejo, nada más…
12 comentarios:
Una historia impresionante. Un beso
Hay un encanto especial en tus relatos y te lo he dicho alguna vez, "me recuerdan mucho a los de Cortázar"...
Un abrazo y felicidades.
Un precioso relato es como entrar en ese faro y ver como se debatía el bien y el mal.
Desde luego nunca se puede decir que no halla mundos paralelos, la vida encierra muchos misterios.
Un besazo, y muchas gracias por tenernos en vilo ajja.
Me gusto el relato. Te mando un beso.
Caray que cuento más interesante, me ha tenido con el alma en vilo esperando a ver que sucedía.
Pero lo que más me sorprende es lo bien que lo has escrito para mantener el interés en un relato largo y que se me ha hecho hasta corto de lo que me ha gustado.
Si escribieras una novela, sería aplaudible, estoy segura.
Felicitaciones por tan buena historia María Rosa.
Un abrazo y buena semana.
Que las fuerzas del mal están entre nosotros, es una certeza comprobable. Basta con ver los telediarios.
Perfecta factura la de tu narración.
Seguro que estás preparado para otros más grandes intentos.
Saludos.
Tremenda historia! A medida que leía mi intriga aumentaba.
Pero, nobleza obliga, esta historia me resultó un tanto extensa. Algo que nunca me sucede con tus relatos.
Creo profundamente que las fuerzas del bien y el mal existen. Que hay personas con energía negativa y otras con energía positiva, tanto como personas débiles y fuertes.
Que no se presentan como espíritus o demonios, sino tal cual son: de carne y hueso.
Abrazo ¡buen miércoles!
Buenas noches talentosa maria rosa! es genial como me sumergiste en un minuto en un mundo de misterio y magia, haciendo que me cuestione la naturaleza de la realidad y la existencia!
La atmosfera de la isla de Usher, con su pasado oscuro, sus leyendas y el relato del abuelo, lleno de reminiscencias, mas los misterios del faro... ahi hay un pasado turbio que me lleno de inquietud.
Excelente cuento, amiga. Te mando un besote y que pases una serena y envolvente noche ✨🌙
A la altura de tu proverbial narrativa de misterio y gótico que atrapa. Lo mejor es que lo sabes contar con credulidad. Con aprecio. Carlos
Impresionante relato, me atrapo.
Cariños y besos
Me encantas escribes muy bien
Muy bueno éste también. Has caracterizado muy bien al personaje de la anciana. Y toda la batalla misteriosa una vez en el faro, también muy viva, como una película. Las fuerzas en lucha a veces, se dejan ver...
Enhorabuena por tu arte :)
Un abrazo fuerte (por cierto, tengo un cuento en el blog que aparece en mi perfil, que en cierto modo me recuerda a algunos de tus relatos :)
Cuando te venga bien, me das tu opinión. Gracias!
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