jueves

La Busqueda.

 


 

Agosto de 1940. 

El verano arrasa la blanca arena de la costa adriática. Pero a quién le importaba el calor si se tienen veinte años y un corazón enamorado. Era nuestro  día,  el último juntos,  quién sabe por cuánto tiempo. En pocas horas debería presentarme al ejército y no sabía cuál sería  mi destino.

 

Carla caminaba tomada de mi mano.  Habíamos recorrido Sirolo de arriba abajo y llegado hasta la Costa del Cónero. Descansamos en la playa, debíamos cumplir una promesa, subir hasta  las Dos Hermanas y arrojarnos para luego regresar nadando a la playa. Eran pocos los que se animaban al reto. La arena  quemaba, la silueta de las dos rocas era una provocación.  Subimos, y al llegar a la zona segura, nos sentamos. Contemplamos el mar que desde allí era un regalo a los ojos. Las Dos Hermanas caían en picada sobre el mar, era riesgoso.  Buscamos una ensenada que se abría a nuestros pies como una cama de agua, serena y verde. Nos lanzamos. Resurgimos como dos peces conocedores y  dueños del lugar. Regresamos, escribimos en la arena; Renzo y Carla  y nos echamos en la playa. El sol comenzaba a ocultarse. Perdimos noción del tiempo, cuando abrimos los ojos, oscurecía y estábamos solos.

Bastó una mirada para entendernos, nos acercamos a un hueco del acantilado  que se desmayaba sobre la playa y nos amamos.

 

La vida no fue fácil para ninguno de los dos, la guerra marcó nuestras vidas tristemente. Yo terminé prisionero en Inglaterra y a ella la perdí en la locura de unos años crueles.

Tiempo después, regresé al pueblo. Nadie supo darme noticias sobre su paradero.  Algunos decían viajó  a Brasil con sus padres, otros nombraron a Argentina, lo cierto es que no la volví a encontrar.

 

Viaje a Argentina, me instalé en la ciudad de Córdoba y formé una familia. Pero nunca olvide a Carla. Muchas veces aún después de varios años, me parecía verla por la calle, la he confundido con tantas mujeres que tenían su mismo caminar o igual color de pelo. Mi matrimonio fue un fracaso y estoy seguro de que fue culpa mía y me separé. Seguía amando a una mujer  a la que no había vuelto a ver en años.

Agosto 1965.

Viaje a Italia. Nuevamente regresé a Sirolo. Todo había cambiado, era una ciudad moderna. La playa era diferente, sólo las Dos Hermanas seguían allí. Igual que antes. Caminé por la playa hasta quedar sin aliento. Al fin, agotado, regresé a la ciudad y entré a un bar buscando algo fresco. Atardecía. Un joven con una guitarra cantaba en un costado del salón, la música alegre me motivo a acercarme.

Le pedí que cantara una vieja canción, “Non ti scordar di me”. La voz del muchacho me turbó, cantaba con tanto sentimiento que me llegó al corazón.

Una mujer se acercó a escucharlo, la vi de espaldas.

—Cuántos años y cuántos recuerdos me trae esta canción…

—Lo sé, Mama Carla, por eso nunca la canto, pero un cliente me la pidió.

—¿Quién? —preguntó ella.

—El señor de aquella mesa, se lo ve muy triste, mira por el ventanal sin ver…

Ella se acercó a mí. No podía creer lo que veían mis ojos.

—Renzo…—dijo y tras el asombro del primer momento, las lágrimas y el abrazo, se cerró el círculo de la búsqueda.


17 comentarios:

Campirela_ dijo...

Qué bonita historia de amor, se me erizo el vello, solo de pensar el sufrimiento de lo dos, pero el destino les devolvió un nuevo comienzo. Un besazo, muy feliz noche.

Hada de las Rosas dijo...

Guau, que bonitas historias estoy leyendo, me encanta que estas super inspirada.
La historia de Renzo y Carla me recuerda que el amor puede perdurar a traves de las adversidades, jeje a veces me olvido.
Te dejo un abrazo grande!

J.P. Alexander dijo...

Linda historia Adore el final Te mando un beso.

Rafael dijo...

Una bonita historia en este relato. Felicidades.
Un abrazo.

Susana Moreno dijo...

Hermosa historia. Un beso

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Cuando el lector se siente feliz porque a pesar de la angustia, es el final que esperaba
Un abrazo. Carlos

Lu dijo...

Aynsssss Maríarosa! Qué final más encantador!
Adoré este relato, siempre bien narrada la historia, apuraba la lectura para saber si el final era el que yo esperaba.
Luego volví a leerlo, con calma. jajaja

Beso ¡que tengas un lindo fin de semana!

Tatiana Aguilera dijo...

¡Qué hermosa historia!...y yo que soy una romántica empedernida he gozado leyendo y, me pasó algo similar a Lu. Leía y leía con avidez, esperando un final hermoso y así fue.

Besos y abrazos MaríaRosa

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Carla. El adecuado nombre para una mujer de quien enamorarse.
Tardaron tanto en reencontrarse pero lo hicieron. Y además, todavía jóvenes.
Un abrazo.

Cabrónidas dijo...

En el mejor de los casos, la guerra nos quita un tiempo irrecuperable, aunque sólo seamos el que nos queda.

Raul Ariel Victoriano dijo...

Desde el inicio me atrapó tu manera cadenciosa de narrar y me llevó a ese final hermoso que decidiste para cerrar tu cuento. Aunque sin duda es muy difícil el oficio de la prosa en tus manos parece sencillo. María Rosa, me encanta la fluidez que lográs en tus cuentos.
Un saludo afectuoso.
Ariel

Somos Artesan@s de la Palabra dijo...

Hermoso, romántico relato, me gustó mucho como narraste la historia a tal punto que pude ver cada imagen en mi mente, saludos.
PATRICIA F.

Conchi dijo...

¡Que bella historia! Me he emocionado leyéndola.

Abrazos.

Laura. M dijo...

Emocionante historia Mariarosa,nos atrapa desde el principio. Y que final más bonito.
Buena semana.
Un abrazo.

Maite Sánchez-volarela dijo...

Otra preciosidad tan de tu especial estilo. Emociona de veras...
Me ha encantado.
Un fuerte abrazo!

Maite Sánchez-volarela dijo...

Y te prometo que no leí los comentarios anteriores. Y ahora veo que no soy la única emocionada...
Gracias por tu Arte.

Recomenzar dijo...

estas llena de romance que bueno!

En una librería de la calle Corrientes.

    Comprendo que no todo el mundo puede creer en la magia, yo creo. No se explicarlo, pero ella se presentó en mi vida sin que la llame...