El inspector Garmendia entró en la casa, recorrió
la planta baja, salió al pequeño parque, las luces con sensor de movimiento se
encendieron y pudo apreciar; un limonero y algunas flores, nada que llamara su atención.
Volvió a la vivienda, subió las escaleras y se
encontró con un pasillo, varios dormitorios, al final un baño, una casa normal,
al menos lo parecía, sin embargo había sucedido un crimen.
En una de las habitaciones, una joven, demasiado
joven, pensó Garmendia, se estremecía entre sollozos entrecortados, Sánchez, la
mujer policía trataba de calmarla con palabras suaves; pero había sido
demasiado shockeante el momento vivido por la chica.
Haber
entrado al cuarto de su hermano y tropezar con su cuerpo fue un momento difícil de superar para una
joven ciega. Ella llamó al 911 y luego a sus hermanos.
Garmendia no quiso preguntarle nada, hasta que
se tranquilizara, se acercó al cuarto continuo, la policía científica todavía
trabajaba en los detalles. El médico forense se acerco al inspector y le dijo:
—Cinco puñaladas, una sola mortal.
—¿Está el arma?
—No. Parece una daga de lamina aplanada… debe
haber muerto entre las 18hs y 20hs, me voy, mañana te confirmo y paso el
informe.
Garmendia levantó la sábana que cubría el
cuerpo. Era joven, no tenía más de veinticinco años, de pie un muchacho de casi
la misma edad lo miraba, se parecían.
—¿El hermano? —preguntó Garmendia.
—Sí, soy Lucas Marines, nos aviso Clarita, mi
hermano mayor y yo trabajamos en un local de antigüedades.
—¿Cómo maneja su hermana el celular?
—Está preparado para ella, tiene botones de
memoria.
—¿El fallecido a que se dedicaba?
Pareció dudar al responder.
—Federico… estudia por la noche en la Usam y durante el día se encargaba de
mi hermana ciega, ella se desenvuelve bien, pero, hace dos años intentaron
entrar a robar y desde entonces él queda durante el día y cuando cerramos el
local, nosotros acompañamos a Clarita y él
va a la facultad.
Lucas Marines se dejo caer en un sillón, miró el
cuerpo cubierto y la cara se le congestiono de dolor.
—Mejor vaya afuera, en el parque el aire fresco
le va a hacer bien—le dijo Garmendia.
Volvió al otro cuarto, la joven se notaba más
serena, miró a la agente y esta le dijo con un gesto que la chica estaba mejor.
—Clara, soy el inspector Pedro Garmendia, estoy
encargado de resolver qué sucedió con su hermano. ¿Usted, cómo está?
Con un hilo de voz, la joven, respondió que
podía hablar, se puso de pie fue a buscar una guitarra, regresó con ella a la
silla y dijo:
—Estudio guitarra, lo hago sola, de oído,
escuché el timbre, a pesar de la música, luego la puerta de calle, mi hermano
le abrió desde adentro, alguien subía las escaleras, sus zapatos sonaban
fuerte, debía ser pesado, escuché que hablaba con Fede, luego discutían, deje
de practicar y puse el oído en la pared…
Quedó en silencio, acariciaba la guitarra, la
abrazaba y suspiraba, en ese silencio entró Lucas, se sentó a su lado y la
abrazó.
—Me asusté, no sabía qué hacer, gritaban,
escuché golpes, algo que caía, algo
pesado, me asuste más, luego Fede gemía de dolor, me dije que debía llamar al
911, los llamé y también a mis hermanos. Fui al cuarto de Fede y al entrar,
alguien que salía me llevó por delante, caí al suelo y el hombre bajó la escalera
corriendo, me puse de pie y al entrar tropecé con el cuerpo de mi hermano, le
dije; ¡¡Fede!! ¡¡Fede!! y no me respondió…me quedé a su lado, hasta que llegó
la policía, la puerta de abajo estaba abierta… subieron… y nada…eso es todo.
Clara y Lucas se abrazaron, eran dos criaturas
llorando desesperados, Carmona, el ayudante de Garmendia se acercó y le hizo un
gesto para que lo siguiera. Sobre el piso del cuarto de Fede la científica
extendió varios ravioles de Cocaína y tres bolsas grandes. Garmendia se agarró la cabeza.
—Demasiado para consumo propio —murmuro Carmona.
—En que mafia estaba este pendejo…llama al
hermano.
Lucas entró y su mirada fue rápida a las pruebas
que desde el suelo se ofrecían como joyas, el joven abrió los ojos, miró uno
por uno, al inspector, al ayudante a los de la científica.
—¿Qué es esto?—la voz se le ahogaba en la
garganta por la emoción y el sollozo.
—Cocaína —respondió Garmendia.
—Nunca lo vi drogado, no lo puedo creer, tal vez
es de otra persona…
—Puede que sea dealer, vendedor, algunos no
consumen.
Lucas daba vueltas, gemía, era una fiera herida.
Carmona trato de calmarlo.
—Tranquilícese, ahora los de la científica se van y se llevan
el cuerpo y las drogas, le teníamos que mostrar lo que hallaron.
—¿Dónde estaba eso? —preguntó Lucas.
—Escondido en un hueco bajo las tablas del piso,
la cama cubría los detalles.
Entró un joven alto y delgado, parecido a Lucas,
quedó de pie mirando la escena, el
cuerpo de su hermano menor, la desesperación de Lucas y las bolsas de cocaína
en el piso, quedó mudo con la boca abierta a la nada. Se apoyó en el marco de
la puerta, su cara fue tomando una palidez de luna, miró a Garmendia y
preguntó:
—¿Qué es esto? Soy Marcos, el hermano mayor, recién llego de la central de policía, me tuvieron casi dos horas haciendo preguntas,
ya no me sostenían las piernas y esos desgraciados me trataban como si yo
hubiera sido el asesino —avanzó hasta el cuerpo de su hermano que ya estaba
tomando una rigidez post mortem, le quitó la manta que cubría el rostro y lo
acarició y le dijo con cariño— ¿En qué te metiste boludo?
Los de la científica se llevaron el cuerpo, solo
quedaron acompañando a los hermanos, Garmendia, la oficial Sánchez y Carmona.
—Vamos a la cocina le dijo Carmona a Marcos,
Garmendia los siguió. Como un autómata Marcos preparó café.
—¿Quiere que avisemos a alguien?—preguntó el
inspector.
La respuesta cargada de tristeza tardó en
llegar…
—No tenemos familia, mis padres murieron hace
varios años…
Bebieron el café en silencio.
Ya en la oficina, Carmona consultó:
—¿Voy a preguntar en la Universidad?
—Sí. Hay que moverse rápido, creo que este
pendejo se quiso pasar de vivo, yo voy a averiguar con “salitre”, él conoce a
todos los dealer de la zona.
“Salitre” lo miraba por encima de sus anteojos
negros, no estaba conforme con los mil pesos que disimuladamente Garmendia le
paso sobre la mesa, al fin, agregó uno más y el gesto del buchón continuaba fruncido,
recién al quinto; habló:
—El pibe Marines vendía en el bar de Carmelo, al
salir de la facultad se sentaba, con una cerveza y esperaba, los clientes eran pibes, a las doce se iba, sé que a veces vendía
en la casa y por la calle.
El inspector pidió dos cafés y volvió a
preguntar:
—¿Hay algún comentario de quién lo liquido?
—De los conocidos, ninguno, el pibe no afanaba,
cumplía con la entrega, era respetado —“Salitre” movió la cabeza intentado
decir algo, pero quedó en el intento— dudo
de que haya sido algunos de los vendedores o capos de la zona, yo que
vos, averiguaría… sobre los padres de los chicos que compraban.
Garmendia se sorprendió, más que un dato, la
frase fue una seguridad.
—¿Hay alguna noticia en el barrio que yo no sé…?
—Hace un mes murió un pibe que era cliente de
Marines, dicen que se le fue la mano entre la droga y el alcohol y el padre
andaba enloquecido averiguando quién le vendía al mocoso, es lo último que
escuche…
Carmona regresó de la universidad sin novedades,
regresó al barrio y se encargó de investigar quién fue el pibe que murió.
Resultó ser el hijo de un abogado; Gaspar
Caminos, profesor de la facultad, el hijo tenía quince años, no tuvo control y el corazón no le aguantó.
Investigador y ayudante visitaron a Caminos.
El abogado resultó un tipo joven no llegaba a
los cincuenta, corpulento y muy elegante, los recibió en su estudio, con
amabilidad.
El día que mataron a Fede, él estaba dando
clases, la coartada fue controlada y cierta. Garmendia y Carmona quedaron en un
laberinto sin salida. Hasta que a Carmona se le ocurrió:
—El tal Caminos es abogado criminalista, ¿quién
te dice que entre tantos mafiosos conocidos, no contrató alguno para el trabajo
sucio…?
Averiguaron entre los casos del Doctor Caminos y
los que tenían antecedentes de ser asesinos por encargo eran dos y estaban en libertad; el chino
Sandoval y Manuel Ardiles.
Sandoval presentó pruebas de haber viajado y
estar en esos días en Río Negro junto a
su familia. Ardiles aseguró y lo confirmó su esposa de estar alejado de la
mafia, se había retirado a un pueblo en las afueras de Pilar, vivía muy
humildemente y se dedicaban a las artesanías que vendían en las plazas y en
locales del centro. Carmona confirmó que era cierto.
Mientras tomaban un café Garmendia meditaba, hasta que en voz baja preguntó a
Carmona:
—No te parece extraño que un tipo como Ardiles
que siempre tuvo un muy buen pasar económico, que era casi un dandi, se haya
dedicado a ser artesano y vivir en un barrio de medio pelo…
—¿Te parece una pantalla para despistar?
—Me resulta extraño… pedí que lo vigilen y otra
cosa; ¿Clarita es ciega y según dicen los médicos, los ciegos tiene
desarrollado los otros sentidos, habrá notado algún detalle en el asesino…algo
tal vez sutil, pero que puede ser una pista?
Carmona asintió.
—Es cuestión de preguntar.
Pasaban los días y no encontraban pistas
posibles. Volvieron a la casa de los Marines, Lucas les abrió la puerta.
—¿Alguna novedad Inspector? —preguntó a modo de
saludo.
—Nada por el momento, quería hablar con su
hermana, ¿es posible?
Quedaron en la planta baja esperando y a los
pocos minutos bajaron Clarita y Lucas. Pasaron a un cuarto pequeño con una mesa
y varias sillas, tomaron asiento y Garmendia no dejaba de observar a Lucas, que
se movía en su asiento y sujetaba la mano de su hermana sentada a su lado.
Carmona comenzó a preguntar.
Garmendia observaba en silencio.
—Quería preguntarle Clarita, ¿notó algún detalle
en la voz del hombre que discutió con su hermano?
La chica no respondió, pensaba…
—Parecía muy enojado, se atropellaba con las palabras,
Fede trataba de calmarlo, pero era inútil, el tipo lo insultaba con palabrotas.
Clarita quedó en silencio otra vez. Lucas
intervino.
—¿Es necesario que la presionen tanto?
—Nadie la está presionando —respondió Carmona—su
hermana tiene los sentidos más sensibles que cualquiera de nosotros, puede
captar detalles de la voz u otra cosa…y ayudarnos en dar con el asesino.
—La voz, si la voz, al gritar no, pero al hablar
tenía un acento diferente a la mayoria, era como si estirara las palabras… al
chocar conmigo me hizo caer de espaldas, era alto y corpulento y otro detalle
tenía barba, al levantar mis manos como defensa, lo note…
Garmendia y Carmona se miraron, inmediatamente
se pusieron de pie.
—¿Les ayudó lo que les dije? —preguntó la joven.
—Si Clarita, ha sido de gran ayuda —dijo
Garmendia.
Mientras viajaban de regreso fueron conversando
de los detalles que observó la chica y que pintaban de cuerpo entero al abogado
Caminos, alto, fuerte y santiagueño, de ahí ese acento que como un cantito
estirador de vocales descubrió Clarita,
ahora había que buscar como echar abajo su estrategia de que estuvo en
la facultad dando clase.
Tendrían que investigar entre los estudiantes y
sin levantar sospecha. El abogado Caminos ya conocía a Garmendia y a Carmona,
él que se hiciera pasar por estudiante debía ser joven y una cara desconocida para él.
La agente Sánchez se unió al grupo en la hora de
clase de Caminos, entre tantos jóvenes su figura paso desapercibida, era una
más, con Jean, campera, mochila, anteojos y una carpeta de apuntes.
Entabló charla con uno de los alumnos y le pidió
los apuntes del martes anterior, conversando y preguntando se enteró que no
hubo entrega de apuntes, que Caminos llegó tarde, después de las 19hs y que
solo habló de política y del gobierno, que se trababa con las palabras y que no
se le entendía que quería decir, estaba pasado de nervios.
De ahí en más, el abogado fue visitado
nuevamente por Garmendia y su ayudante, con una orden judicial, revisaron la
casa, escondido entre las toallas del baño encontraron la daga, lo detuvieron.
Fue difícil hacerlo hablar, pero todo estaba en
su contra, las pruebas de Clarita, su llegada tarde a la facultad y el
nerviosismo que confirmaron otros de sus alumnos, la daga y la muerte de Fede
cercana a las 18hs. En la indagatoria se quebró. La muerte de su hijo fue para
él un golpe del que nunca se iba a reponer fueron sus palabras, para él, matar
a Marines era una forma de librar a otros chicos de una muerte segura, se creyó
un justiciero y tomó venganza por mano propia. Quedó detenido y a la orden del
juez.
Algo le había quedado en el tintero a Garmendia, el nerviosismo de
Lucas Marines. Fue a la casa de antigüedades, Marcos no estaba, así que le
pidió a Lucas, conversar tranquilo en un bar, el joven cerró el negocio y se
fueron caminando hasta un barcito a pocas cuadras.
Garmendia indagó que había sucedido para que
estuviera tan inquieto y molesto con las preguntas de los policías, el día que
hablaron con Clarita. Primero negó toda molestia, al fin y viendo que el
inspector no le creía nada de las explicaciones que daba; habló.
—Yo sabía que mi hermano vendía droga en casa,
hasta me daba una parte de sus ganancias para que yo ocultara la verdad a
Marcos, es más, le mandaba clientes…
nunca esperé que fuera una acción tan peligrosa, al pensar que el tipo estaba
loco de dolor y también hubiera matado a Clarita, me vuelve loco de pensarlo,
me siento culpable de la muerte de mi hermano.
No pudo contener las lágrimas, Lucas parecía una
criatura, se lo veía desesperado, Garmendia lo dejo desahogarse y después le
dijo.
—Las decisiones las tomo Fede, que el asunto
estaba mal, si lo estaba, pero bueno, él sabía en donde se metía, y usted
también, ahora trate de cuidar a su hermana y mirar adelante, la vida de su
hermano no la va a recuperar por más que llore.
Garmendia llamó al mozo, pagó la consumición, y
se fue. Lucas quedó bebiendo su café frío y llorando lo que ya no tenía
solución.
14 comentarios:
Es un relato que "engancha" hasta ese final.
Un abrazo y felicidades.
Me encanta el detective Garmenia. Manejas muy bien el suspenso el final me sorprendió. Te mando un beso.
Es una gran historia muy bien resuelta. Un beso
Bonito conto que muito gostei de ler
.
Abraço poético
.
Pensamentos e Devaneios Poéticos
.
Quedo enganchado, Mariarosa.
Me maravilla tu forma de escribir...
"Con un hilo de voz, la joven, respondió que podía hablar, se puso de pie fue a buscar una guitarra, regresó con ella a la silla y dijo:
—Estudio guitarra, lo hago sola, de oído, escuché el timbre, a pesar de la música, luego la puerta de calle, mi hermano le abrió desde adentro, alguien subía las escaleras, sus zapatos sonaban fuerte, debía ser pesado, escuché que hablaba con Fede, luego discutían, deje de practicar y puse el oído en la pared…"
Feliz jueves.
Me encanta volver a tener noticias del sagaz detective Garmendia, es un capo y muy practico. Le dijo, ya nada se puede hacer, y a otra cosa. Tiro del hilo, ato cabos y descubrio el pastel escondido. Buena historia, buena saga, querida amiga.
Un besito y feliz descanso en esta noche lluviosa.
Así que es una historia más de tu serie Garmendia que yo desconocía, ya sabes hace poco tiempo que retomamos un contacto anterior. Es como un resumen de una novela completa y que me hace pensar que tu creatividad se inclina hacia el relato de novela negra. Creo que podrías desarrollarlo con eficacia. Un abrazo
Excelente capítulo María Rosa, lo he leído con bastante intriga deseoso de saber el final y que se hiciera justicia sobre esa trágica muerte. Las drogas nada bueno traen, sea un adicto o camello, es un mundo turbulento donde al final siempre suelen acabar mal. Lástima de chavales jóvenes con toda una vida por delante
Un fuerte abrazo, amiga y buen fin de semana.
Al final todo se solucionó.
Un fuerte abrazo.
Me encantó el personaje de Clarita, y las reacciones de los hermanos.
Todo el relato parece sacado de la vida real. Y el final queda muy bien resuelto. Hubieras sido una buena detective!
Un abrazo!
Bien nos enganhas con tus relatos y bien por el sagaz Garmendia por sus logros.
Blogger sigue dando problemas. No sé por qué no se me actualiza tu blog, me pasa con algunos. Mi última emtrada me costó mucho publicarla.
Un abrazo.
Un relato que bien podría ser el comienzo de una novela, no has pensado en seguir? los personajes del relato dan mucho juego, anímate y sigues escribiendo, yo te animo a que sigas ya tienes el primer capitulo, lo más difícil. Un gran abrazo, piénsatelo!
Me encanta Garmendia y sus casos policivos, UN esonaje para una novela de este género. Un abrazo. Carlos
Haces un gran relato estimada y que pena por una familia, pero seguramente se saca una gran lección.
Un abrazo grande.
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