martes

El adiós.


 

 

El tren se fue alejando con un traqueteo  de vagones,  quedé mirando las vías vacías y a la gente que regresaba de despedir a los viajeros. Se les murieron los besos y las palabras, hasta las manos se cansaron de agitarse  y  tal vez a muchos, alguno de sus sueños viajaba en ese tren.

Fui caminando hasta la salida. Giraban a mi lado personas apurada, los afiches de colores anunciando y vendiendo desde revistas a mayonesa, ese mundo ajeno, cruzaba cercano y no me importaba. Mi vida ya no estaba a mi lado, viajaba rumbo a otra ciudad a cientos de kilómetros y estaba segura que no lo volvería a ver.

Llegué a la boca del subte, bajé la escalera tan lentamente que me asombré, un tren en plataforma esperaba pasajeros y subí.

Espero llegar al banco antes de las tres, me dije, sino hago el depósito hoy,  voy a tener un dolor de cabeza, el dolor de cabeza lo tengo igual, deben ser los nervios de la despedida  y esta pena de no saber aceptar que hay situaciones que yo no puedo solucionar y que se cierra en mi garganta como una garra…

Cuando algo se termina, hay que saber decir adiós, y yo todavía, eso no lo aprendí.

 

17 comentarios:

Rafael dijo...

Es un momento difícil y, a veces, dejamos partir el tren sin ser capaces de decir adiós.
Un abrazo y felicidades por tu relato.

Campirela_ dijo...

Momentos duros que la vida nos pone en el camino. Hay que aprender a decir adiós, siempre dolerá menos la despedida. Un fuerte abrazo.

J.P. Alexander dijo...

Es muy dificil decir adios. Te mando un beso y genial relato.

Ester dijo...

Es un aprendizaje lento, por el adiós y la incertidumbre del futuro del otro. Abrazos

Elda dijo...

Un relato corto e intenso. Las despedidas siempre son tristes aunque a la persona se la vuelva a ver, pero cuando es para siempre creo que nadie hemos aprendido a decir adiós.
Me ha encantado María Rosa.
Un abrazo.

Susana Moreno dijo...

Un gran relato sobre lo dura que es a veces la vida. Un beso

Margarita HP dijo...

Si ya es dificil coger un tren sabiendo que dejas atrás todo, hacerlo además sin poder despedirse es tremendamente doloroso. Besos cariño, como siempre magnífico :D

Carmen Silza dijo...

Hola María Rosa, genial este relato donde nos dice lo penosa que es la vida.
Paciencia y esperanza, el tiempo nos roba pero también nos enseña.
Feliz día. Un beso

retazosmios dijo...

Creo que ni tú ni muchos hemos aprendido a decir ese adiós, ese nudo que te cierra y ahoga la garganta, es difícil de superar en ciertas emociones.
Un precioso y triste relato María Rosa.
Un fuerte abrazo.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Es difícil aceptar la marcha de una persona, que se lleva parte de nuestra vida...María Rosa.
El protagonista es consciente de ese momento y logra, a través de tus letras, hacérnoslo sentir.
Mi felicitación por el realismo y la entrega que le has puesto, amiga. Admirable.
Mi abrazo entrañable y feliz noche, compañera de letras.

Hada de las Rosas dijo...

Claro, todo el mundo dice "hay que soltar, soltar..." no siempre es tan facil, amiga.
Una tiene recuerdos, vivencias, programaciones, memorias en que se extraña a si misma.
Me encanto esta historia, necesita un director de cine.
Abrazo y buenas noches.

Sandra Figueroa dijo...

Es difícil y aveces imposible aprender a decir adiós a un gran amor... Magnifica historia amiga. Saludos a la distancia

Nocturno Náufrago dijo...

Amiga, eso no lo aprendemos nunca. Cada vez, en cada caso, pensamos en como hacerlo, pero no hay manera, no se aprende.
Saludos.

Ernesto. dijo...

Cabría deducir que la angustia y el dolor, es cosa del saber... como evitarlo!

El "charco" siempre está ahí, a la mano, que acabes metiendo los pies en el ya es cosa de uno.

Abrazo Mariarosa. Un relato breve pero intenso.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Esa angustia quién no la haya vivido, no sabe d angustia. Qué bien la desvelas. Un abrazo. Carlos

Laura. M dijo...

Aprender a soltar no es fácil ... el tiempo para ese adiós es el mejor compañero.
Buen domingo.
Un abrazo.

Susana Moreno dijo...

No es nada fácil decir adiós. Un beso

La Pianista.

    Nos acercamos atraídos por la sugestión de aquella música que parecía brotar de la tierra, de los pinos, de cada piedra del bosque. ...