El tren fue deteniendo su marcha con la
pereza digna de una tarde de verano,
desde la ventanilla el paisaje no resultaba atractivo. Parecía una postal
antigua en medio de la nada. Minutos después, el guarda, un hombre robusto de andar lento,
fue recorriendo los vagones y explicando a los pasajeros que ya nos habíamos puesto de pie y no entendíamos
qué sucedía, que un desperfecto en las vías había obligado a detenernos, calculaban que en una hora o
poco más, se solucionaría el problema.
—Pueden bajar y recorrer el pueblo —nos
dijo— hay una bella laguna a pocas
cuadras.
—¿Dónde nos encontramos? —preguntó una
joven.
— En el kilómetro 301 —respondió el guarda.
No había en la estación un cartel que
anunciara su nombre, ni casas que dieran al lugar el aspecto de un pueblo. Los años y el
abandono habían convertido a la plataforma
del anden en un estrecho corredor con algunas butacas de espera, tan rotas, que ni asientos le
quedaban. Las hojas y papeles, llegados quién sabe de dónde, subían y bajaban con el viento que en su eterno viajar los depositaba en los
arbustos que crecían entre las grietas
del cemento. Entre tanto abandono y
contra el alambrado de la estación, unas caléndulas amarillas daban con su
toque de color un poco de luz a tanta melancolía.
Un grupo de personas nos animamos a visitar
la laguna. Caminamos unas cuadras acompañados de una brisa que levantaba el polvo de la calle y formaba remolinos con las ramas secas.
Encontramos un cartel que en forma de
flecha dejaba leer “Lag n “; las letras que faltaban, seguramente, las habían devorado la lluvia y el sol. Entramos a un
bosque apretado de talas y chañares, un
perfume dulzón cubría el aire y hacía placentero nuestro andar. Pronto descubrimos la línea horizontal del
agua; habíamos llegado. El ambiente se volvió fresco y el aire se vistió de
aromas diferentes; el romero y la flor
del chañar perfumaban nuestro paso.
Quedamos al borde de la laguna, mirando
asombrados; árboles secos y algún techo
sobresaliendo del centro de la misma y, recortándose contra el cielo celeste, la torre de una iglesia y su cruz. Nuestros acompañantes recordaron la
historia que yo desconocía, graves
inundaciones, muchos años atrás habían sepultado
la villa. Una emoción ante la realidad de lo que ya no era, nos estremeció, quedamos en silencio velando
los restos del pueblo y con la mirada perdida en el agua gris.
—Ustedes también vienen a rezar el ángelus.
Nos volvimos buscando al dueño de la voz y, sentados sobre un tronco, dos ancianos nos observaban con curiosidad, no
los vimos llegar o no advertimos que ya estaban allí.
—¿Qué ángelus? —preguntó una de las
señoras.
—En pocos minutos el Padre Miguel va a
rezarlo, como todos los días.
Sorprendidos, nos miramos.
—¿Dónde está el Padre Miguel? —pregunté. No
había nadie más que la pareja y
nosotros.
La anciana señaló la cruz que sobresalía
del centro de la laguna y dijo:
—Allí.
Nos miramos inquietos y creo que todos
pensamos lo mismo; están delirando. Sin agregar palabra saludamos y retomamos el camino de regreso. A poco de andar, un sonido de campanas nos estremeció. Las contamos. Treinta y tres campanadas.
—La edad de Cristo —dijo una de las señoras— son para llamar a oración.
Algunos corrieron, otros apuramos el paso,
pero a todos nos estremeció la incertidumbre que provoca el miedo a lo inexplicable.
Corregido y reeditado.
23 comentarios:
Los pelos de punta María Rosa. Qué maravilla de relato, que ambientación, acompañada de esa imagen tan sugerente y bueno... ese Ángelus. Maravilloso amiga mia. Besos :D
Qué impresionante. Un beso
Creo que me hubiera quedado, hubiera intentado hacerme invisible y esperado hasta el final. Pero so lo digo desde la distancia jeje. Un abrazo
Hay muchas leyendas sobre los pueblos que quedan bajo el agua. Y todas son inquietantes. Te felicito, Mariarosa... me ha encantado leerte conteniendo la respiración.
Mil besitos para ti y feliz día♥
A veces notamos un estremecimiento por cosas parecidas que no tienen explicación.
Un abrazo.
Un bello e impresionante relato, para nada esperaba ese final, buen bien tramado Mariarosa.
Mis felicitaciones.
Te deseo un buen resto de semana.
Un abrazo.
Un relato muy bello por los paisajes que va descubriendo, paisajes, a veces, nostálgicos y cómo no encantados. El final es de puro terror o al menos de puro misterio bañado de temor.
Te felicito, un buen relato.
Un abrazo.
Que bueno, ese misterio es fe, los pueblos que por algún motivo las inclemencias del tiempo los ha sepultado bajo sus aguas, tiene un misterio, no olvidemos que esas almas de sus habitantes tal vez dancen errantes sin encontrar su lugar en la eternidad. Interesante tú texto, Como siempre me encanta leerte y te agradezco tus historias. Un besazo y muy feliz semana.
História muito interessante que gostei de ler.
.
Um dia feliz … cumprimentos
.
Pensamentos e Devaneios Poéticos
.
Tus relato bellamente urdido y misterioso confirman la sospecha del lector. Un abrazo. Carlos
Que bonito y emocionante. Un lugar misterioso como todas las leyendas que hay en algunos pueblos sobre todo si tiene un lago, como al que yo voy en verano desde que era pequeña.
Pero lo más emocionante es como tú lo cuentas, siempre tan mágicamente.
Felicitaciones, y un abrazo.
La historia te quedo esplendorosa como este mes glorioso de noviembre
entre frio, lluvia, viento, jacarandaes y olor a petricor.
El tren, el paisaje y las campanadas... lo que no se puede entender,
ni explicar... todo asi contado y flotando en mi imaginacion
le dieron un toque mistico y maravilloso. Nada de temor, solo placer angelical.
Besos, buenas noches
De como las letras pueden contagiar animo.
Este relato un es un ejemplo. Gracias por compartir Maria Rosa.
Un misterio que ya no lo es...tiene su explicación en esas cosas que pasan y que a veces nos cuesta hablar
Muy bello escrito!
muy buen relato me gusto mucho - Te mando un beso
Oh, too bad you didn't like it. Thanks for the warning. I send a kiss
Muy bonito amiga, historias que yo no dudo puedan llevar mucho de cierto y que me encanta escuchar y leer..... Saludos.
Excelente relato María Rosa... el misterio siempre ha sido mi lectura favorita.
He disfrutado leyendo.
Un abrazo
Otra magistral historia María Rosa
Me meto en ella, me veo en la laguna, me siento partícipe de ese misterio.
Me gustan los relatos de misterios, esos que nos dejan pensando ¿"Y por qué no"?
Siempre me gusta leer sobre "poblados fantasmas"
Me encantó!
Abrazo
Maria Rosa, esos viajeros del tren nunca olvidarán esa parada...El misterioso lago les hablaba de almas presentes en el lugar, de esa iglesia viva llamando al ángelus...Lo cierto es que cerca de nosotros habita el misterio, que no podemos ver y que tú en este relato nos lo recuerdas, como una realidad, que permanece por encima del tiempo, amiga.
Muy bien escrito con mucho realismo y claridad. Pura maestría.
Mi abrazo entrañable y admirado, compañera de letras y amiga.
Gran historia, yo creo que las campanas las hacía
sonar algún pececillo travieso.
Un placer María Rosa
Un abrazo.
Muy bueno, quiero saber más sobre ese pueblo.
Saludos!
J.
Hay cosas muy sorprendentes.
Muy bueno tu relato.
Un beso.
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