martes

Una desconocida 2


 

2º parte.          

Pasados unos días, tomó mayor conciencia del engaño.

Iba a investigar quién era Sergio.  ¿Cómo encontrar a un tipo del que sólo sabía su nombre? El pensamiento le llegó como un mensaje.

¡Las viejas agendas de Laura! Ella decía que siempre pueden ser necesarias para una dirección o recordar alguna fecha, las encontró en el último estante la biblioteca, estaban ordenadas por año, retiró la del 2000, año que comenzaban las cartas. Hoja por hoja la fue leyendo, no halló nada significativo. En una de las cartas, Sergio hablaba de Gesell.

Buscó la agenda de 1999. Habían llegado de vacaciones en enero, no recordaba la fecha. Allí la encontró: “Villa Gesell nos recibió con sol, 26 de enero”.

En esa fecha y en ese año, él iba los fines de semana y los lunes regresaba a su estudio. Ella quedaba sola.   

“Conocí a los Salcedo.”

“Pasé el día con los Salcedo, son  muy amables, él, es especial.”

“Invitación a tomar una copa, Sergio Salcedo.”

“Febreo 20, regresamos a Buenos Aires, que tristeza, fueron las mejores vacaciones de mi vida.”   

¡Sergio Salcedo! ¿Sería él?  

Siguió revisando la  agenda, escondida en la solapa, encontró una tarjeta: con el nombre: Sergio Salcedo, editor  y  el email.  Dudo en escribirle o no, quería conocerlo, saber quién era ese hombre que durante tanto tiempo le robó el amor de Laura. Seguramente él no sabía nada del accidente y muerte de ella. Le escribiría y firmaría con el nombre de su esposa… no, mejor con un nombre falso, consultaría por su trabajo como editor. ¿Estaría en el país? Creo un nuevo correo electrónico y redactó un mensaje de consulta por una edición. 

Quedó pensando; si hasta el 2002 se escribían, ¿qué sucedió después? Cuantas preguntas y dudas daban vueltas por su cabeza.

 

Envío el email con otro nombre, dijo llamarse: Carlos Finquen. Al día siguiente recibió respuesta. Sergio Salcedo estaba en el país. Programaron una cita y al leer la dirección de la editorial, nuevamente una garra le cerró la garganta. ¡Por Dios! Calle Lorenzo López, Pilar. Entonces, seguramente,  ella regresaba de verlo a él, cuando tuvo el accidente.

Cómo pudo ser tan inocente y no darse cuenta que Laura lo engañaba, con rabia quitó el cuadro con su imagen.

Dio vueltas por la casa, iba de una habitación a otra, las sienes le latían, salió a la calle buscando aire fresco. Atardecía. El aroma de los tilos en flor era un aliciente, calmaba su  enojo, su rabia, ni él sabía que estaba manifestando su cuerpo, era una fusión entre rabia, impotencia y ganas de llorar. Caminó sin rumbo.

¿Y si estaba equivocado? ¿Laura regresaba de Pilar? No lo sabía. Pensar que durante tantos años lo engañó con ese tipo le crispaba las manos. Había una forma de saber la verdad, enfrentar la situación.

 

Llegó a Pilar en veinte minutos, era temprano, dio vueltas por la plaza, se detuvo frente al santuario de la Virgen del Pilar, “Virgencita, nunca he sido religioso, ayúdame a calmar este odio que crece en mi, dame paz.”

 

Era un lujoso edificio. Lo recibió un joven y lo acompañó hasta la oficina de Salcedo, lo hizo pasar y detrás de un escritorio estaba un hombre muy elegante y sonriente.

Preguntó:

—¿Sergio Salcedo?

—Si señor y usted debe ser Carlos Finquen…

—Así es.

Estrecharon las manos.  

Tomó asiento y mientras el otro hablaba de la editorial, él lo analizaba. “Era bastante mayor que él, pasaba los sesenta años, cuando Laura lo conoció, ella tenía veintitrés años y Sergio un poco más de cuarenta. ¿Qué vio en él? Seguramente se deslumbró. De pronto se puso de pie y dijo:

—No he venido por un trabajo editorial —Sergio quedó mudo y desconcertado— soy Ariel Montillo el esposo de Laura.

 

Continuara….

 

 

 

 

13 comentarios:

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Más tensión. Quedamos a la espera. UN abrazo. Carlos

Rafael dijo...

Pues... (Esperando la tercera entrega...)
Un abrazo y gracias.

- R y k @ r d o - dijo...

Um conto muito bem escrito. Esperando o próximo episódio.
.
Saudação poética
.
Pensamentos e Devaneios Poéticos
.

Susana Moreno dijo...

Pobre hombre. Un beso

Campirela_ dijo...

Wuauu..que mala nos has dejado con la intriga a ver que pasa jaaa. Gracias cielo, lo bueno se hace siempre esperar. Un fuerte abrazo y hasta mañana muakkk.

Ester dijo...

He repasado l entrega anterior y he disfrutado de la lectura, escribes muy bien, y nos dejas en ascuas jeje. Abrazos

Hada de las Rosas dijo...

꒱࿐♡ ˚.*ೃque tal querida mariarosa, feliz primavera! ꒱࿐♡ ˚.*ೃ
me dejo muy intrigada este nuevo capitulo. Que veia Laura en un hombre tan mayor..?
cuantos sentimientos, dudas y enojo, uf, que confusa sensacion sabiendo que Laura ya no existe...
Besos y feliz noche.

J.P. Alexander dijo...

Uy parece que va ver enfrentamiento. Te mando un beso

eli mendez dijo...

Este relato viene interesantisimo..Me habia perdido la parte uno asi es que vengo leyendo todo y veremos como sigue..
Solo se me viene a la mente que en cualquier circunstancia cuando alguien muere hay muchos aspectos de su vida que quedan alli, ocultos, algunos se descubren y otros quizas nunca.. tu forma de llevar el relato Marirosa siempre es impecable y atrayente , por sobre todas las cosas...Abrazo grande y por supuesto Feliz primavera!!!!

Elda dijo...

Fantástica esta segunda parte, me ha encantado. No me ha salido en mi blog, y no encuentro la tercera en el tuyo. Bueno voy a por la cuarta y quinta.
Un abrazo.

Rafael dijo...

Desde luego que es un relato completo y que engancha por los constantes giros que va dando el argumento que empleas. Felicidades.
Un abrazo y seguiremos esperando

José Luis Asensi dijo...

Vaya golpe en la cara.Eso no se lo esperaba el editor.El cerco se va estrechando, pero creo que habrá más sorpresas.
Habrá que esperar atentos a una nueva entrega.
Un abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No sé si justifica tanta intriga, motivada por el odio.

¿Cómo pensar que alguien le robó el amor de su esposa, si Laura estaba con él?


Dejás en el momento justo para despertar intriga.

Un abrazo.

La Gardenia.

  Nunca había tenido en mis manos una flor de Gardenia, ni imagine que esa simple flor me llevaría por caminos filosóficos en los que nunca ...