Navidad en Jujuy.

                                                   Pueblos originarios de Humahuca, Jujuy

 

Las calles dibujadas por las montañas de los siete colores, subían y bajaban, y las piedras del camino cansaban  al viejo que ya no daban más.

—¿Falta mucho? —preguntó al enano que lo acompañaba y cargaba al igual que él una bolsa pesada y una bota con vino.

— Estamos cerca —le respondió.

—Me gustan las pequeñas aldeas perdidas entre las montañas, aunque creo que ya estoy un poco longevo para andar por ellas.

Siguieron caminando, había oscurecido, fueron  aparecieron algunas casas y  un cartel que decía: “Bienvenidos a Jujuy.”

Las calles de tierra amarilla y el cansancio, les  había resecado la garganta. Bebieron vino de la bota y notaron que nadie circulaba por el pueblo, las casas cerradas y la poca luz daban al lugar un aire de tristeza. Hacía frío. Siguieron andando hasta encontrar una casa con la  puerta abierta de par en par. Pensaron en pedir algo de comer y se asomaron, no encontraron a nadie. De pronto, se escuchó el llanto de un bebe, que venía del fondo.

Se aproximaron y en un cuarto que era una tapera, la luna que entraba  por un resquicio del techo, iluminó a un hombre y una joven mujer, ella, apoyada sobre unas cajas, trataba de calmar al niño que lloraba  y el hombre, disponía lo que parecía ser una cuna con restos de cartones. A un costado unas ramas encendidas apenas daban calor al ambiente. La escena los conmovió, parecían imágenes oníricas o seres salidos de una pintura de Rubens, pero trasladadas a un pueblo pobre de Jujuy. Entraron unos niños con  los brazos cargados de sábanas viejas, se las dieron al hombre y él las fue acomodando sobre los cartones. Los pequeños se sentaron alrededor de la madre y el niño al verlos  dejó de llorar.

El viejo y el enano se miraron, algo flotaba en el ambiente que los ponía nerviosos, intentaron salir, y al hacerlo, se detuvieron asombrados; ante sus ojos aparecieron tres hombres  con largas vestiduras, el viejo retrocedió, el enano hizo lo mismo, quedaron en un rincón observando, como los  recién llegados se arrodillaban, inclinaban la cabeza y entregaban lo que parecían ser regalos, algo dijeron que ellos no lograron escuchar, sólo vieron la sonrisa de la madre y la emoción del papá.

El viejo temblaba, sus dientes castañeaban y no era de frío.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó el viejo casi en un susurro.

—Creo que tomamos demasiado vino —respondió el enano.

En puntillas de pie, regresaron a la calle.

—¿Quién nos va a creer cuando relatemos lo que hemos vivido?—preguntó el enano.

—Nadie, como nadie nos cree cuando les decimos que yo soy papa Noel y vos mi ayudante.

Cargaron de vuelta las bolsas y siguieron andando calle abajo, los colores de las montañas se hicieron luces para guiarlos hasta el pobre caserío que se asomaba al pie del camino.

                                                                        Cerros de Jujuy,

                                                               Cerro de los 7 colores, Jujuy.