domingo

Afuera llovía.

Pintura de Leonid  Afremov.


Era desconsolador  regresar cada noche y encontrar la casa vacía. Una vida de silencio que lo recibía como un fantasma brotando desde  los rincones.  Lo abrumaba la melancolía, esa enferma incurable que vivía con él y le robaba la calma.

Los bares de la Av de Mayo lo recibían como a un amigo, los visitaba a todos, cada día buscaba un ambiente diferente. Los mozos lo saludaban con una sonrisa y allí, rodeado del bullicio de las tazas y  voces, se encontraba acompañado. En ese mundo de solitarios que se unían  para exorcizar el silencio, era un poco feliz.
Desde el ventanal del bar miraba la lluvia, los coches pasaban  levantando una oleada que llevaba el agua hasta la mitad de la vereda. Pablo viajaba en ese hastío, en ese cansancio del anochecer después de un día de trabajo.
Ella entró y se sentó cerca de un ventanal. Atrajo su atención la tristeza de sus ojos claros. “Debe ser otra alma en pena igual que yo”, se dijo. Rondaba los cuarenta, era muy delgada, la ropa mojada le sobraba por todos lados y sus ojeras hablaban del mal momento que debía estar viviendo. La escuchó pedir un café con leche. Ella tenía la mirada clavada en la mesa y sus manos jugaban con la servilleta de papel, doblándola una y otra vez.

Al momento de pagar su consumición, hurgó en la cartera, para buscar en el fondo algo que no encontraba; el empleado la miraba con un gesto ceñudo, Pablo comprendió que no tenía dinero.  El joven levantó la voz con gesto airado, a ella se le llenaron los ojos de una humedad salada que le iluminó la cara. Pablo se acercó y contuvo al mozo que ya la había tomado del brazo para sacarla a la calle. Le pagó la consumición y el  se retiró. Cambiaron un gesto sin palabras y Pablo salió. En la calle llovía fina y suavemente,  la humedad subía por  las paredes y dejaba ese olor a viejo que como un vapor se iba elevando mansamente. Notó que lo seguían, se volvió, era la mujer del bar.
—¿Me está siguiendo? —preguntó.
—Sólo quería agradecerle, fue muy amable.
—No se preocupe, está todo bien.
Ella continuó caminando a su lado, sin decir palabra, se sintió incómodo. Pasaron algunos minutos.
—¿No tiene dónde ir? —le preguntó y la mujer asintió con un gesto.
La llevó a su casa. Le dio un vestido de su ex.
Al verle arreglada, se conmovió, era diferente. Ninguno de los dos hablaba, él pidió un delivery, comieron empanadas. Ella no se atrevía a mirarlo y, cuando Pablo se fue a dormir, ella quedó sentada en el sillón. Él le alcanzó una frazada y una almohada, lo miró agradecida.

Se quedó un día y otro y al fin era una necesidad encontrarla al llegar de la oficina.
Cada día encontraba una sorpresa. Jarrones con flores y ventanas abiertas. Él jamás había preguntado por su vida pasada y ella no había querido saber de quién eran los vestidos del placar.
Una tarde, Pablo  llegó con un ramo de rosas y fue la primera vez que la vio sonreír.
Esa noche la escuchó entrar en la habitación, deslizarse en la cama y  estremecerse cuando sus manos tibias se deslizaron por su espalda.
Afuera llovía fina y suavemente.



 Cuento reeditado y corregido.

24 comentarios:

Margarita HP dijo...

Pero que preciosidad de historia María Rosa. Qué bonito y que hermosura de fondo. Me ha encantado. Gracias por esta maravilla.

Besos :D

Susana dijo...

Bonita historia. Un beso

yessykan dijo...

AAaawwww ¡me encanta la historia y sus elementos!
Muy linda y romántica, la chica ya estaba predestinada para él, inesperado ese final feliz.
Saluditos

Mirella S. dijo...

Un relato bellísimo, contado de tal forma que me conmovió.
Te felicito, Mariarosa.
Un abrazo.

Laura. M dijo...

Tu historia llega muy dentro Mariarosa. Unieron su soledad.
Un abrazo.

Gladys dijo...

Que bonita historia amiga me encantan tus historias pero sobre todo cuando tienen un final tan bello. Un abrazo feliz semana querida amiga.

J.P. Alexander dijo...

Si lo recuerdo me gusto , te mando un beso

Sandra Figueroa dijo...

Hermosa historia amiga, el amor llega de diferentes maneras..... Un placer leerte Maria Rosa. Saludos y abrazo.

La utopía de Irma dijo...

¡Qué bonito y el final me parece perfecto, de esas utopías que estás esperando que sucedan y suceden!

Abrazote utópico, Irma.-

A. Javier dijo...

Una historia que atrapa hasta el final.



Enhorabuena!!!

Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

La destreza y sentimiento del narrador es universal. Cuánto habla este cuento de tus calidades de cuentista. Un abrazo. Carlos

Meulen dijo...

Bueno, así quien no se enamora no? Un cuento que podría ser más real que el común de todo.
Claro que toda relación debe basarse en la verdad por dolorosa que sea.
Te dejo un abrazo.

Mª Jesús Muñoz dijo...

La lluvia regenera y mueve los sentimientos. Ella unió dos soledades, que quizá se buscaban desde siempre. Preciosa y sencilla historia, María Rosa.
Mi felicitación y mi abrazo.

Josefa dijo...

Me ha encantado esta historia. Precioso y romantico final.
FelicidDES.
uN BESO.

Ernesto. dijo...

Una bonita historia..., que en su principio, hasta la búsqueda de monedas en el bolso, sería "bastante" usual... Las carencias... Ya de ahí en adelante, si bien puede haber buena disposición y afán de ayuda, entra dentro de las limitaciones culturales, timidez y miedo por ambas partes.

Abrazos Mariarosa.

Rosana Martí dijo...

Una historia entrañable llena de grandes sentimiento, que hace reflexionar.

Un abrazo.

Navegante dijo...

Un relato de una delicadeza extrema. Transmite la pura sensación del amor claro, transparente y una solidaridad incondicional. Estupendo.
Un abrazo.

Lia dijo...

Que bien lo haces...un fino relato, me encantó. Un beso.

Estrella Amaranto dijo...

Conmovedor cuento impregnado de profundo romanticismo y con tintes poéticos que lo embellecen aún más.
Me gustó también el ritmo pausado, el decorado nostálgico y el silencio cómplice donde fluyen los sentimientos de ambos enamorados.
Un abrazo.

Juan Ramón dijo...

Una historia muy suave

ANNA dijo...

Gracias por ru visit y aportacion
Me alegra verte por ya tu blog
cuidate mucho
Besos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que historia tan especial, con algo de misterio, aunque no hayan elementos sobrenaturales. Es que un encuentro como ese, de dos seres solitarios, tan compatibles parece obra de magia. Y verosimil, el desafío de la ficción.
Me gustó.
Un abrazo

José A. García dijo...

Pues a mí me encanta el silencio.

Saludos,

J.

Sara O. Durán dijo...

No me canso de felicitarte. Eres muy buena, María Rosa, cuántas historias tenía pendientes. Ha sido muy grato este tiempo que pude darme hoy, para ponerme al corriente.
Un abrazo.

El museo

  EL MUSEO. Cuento. El problema del museo no era su vejez, era el abandono en que lo había sumido la desidia de sus últimos directores y l...