domingo

Doña China.







   La casa de doña China era muy humilde. Encallada entre dos terrenos baldíos, mostraba sus paredes manchadas de humedad, y un techo  que era una colección de chapas oxidadas,  un pasillo que en algún tiempo fue de baldosas, ahora lucia como una boca desdentada. Sólo el jardín era una belleza, las flores de tacos de reina, las había  en todos los colores, se destacaban como un placer a los ojos.
   Quedé parada en la puerta, sin animarme a entrar. Todas mis convicciones caían al suelo como hojas secas. ¿Cómo iba a llevar a mi beba para que una curandera la vea? Al fin, tomé coraje y empujé el cochecito, Camila me miraba con los ojos llorosos, y me dije; adelante. Los pediatras, no habían logrado calmar en llanto ni la fiebre de Camila.
   Apenas crucé el portoncito de madera, apareció doña China  secándose las manos en el delantal, era de baja estatura, vestía humildemente y descubrí en su mirada una paz que me animó a llegar a su lado. Me saludó y los pelos hirsutos de su pera que parecían  alfileres, se hicieron notar en mi cara. Entramos. El interior era pequeño  y  se veía  limpio. Sillas de desiguales estilos y una mesa de madera que conoció mejores tiempos eran todo el mobiliario. En la pared colgaban cuernitos rojos de plástico, de madera y de  diferentes tamaños y en el ambiente flotaba un olor a incienso que me irritaba la garganta.
Dejó el delantal sobre el asta de una silla y me preguntó:
—¿Qué le pasa a tu nena?
—¿Cómo sabe qué vengo por ella?
Sonrió y no dijo nada. Proseguí:
—Hace varias semanas que no come bien, vomita, le sube y baja la fiebre, el pediatra que la está tratando no encuentra solución, me dijo que si sigue así la va a internar…
   Mi chiquita comenzó a llorar. Doña China buscó una frazada, la extendió sobre la mesa y colocó sobre ella, una tela  de algodón blanco. Se fue a lavar las manos y me dijo:
—Quítale la ropa y acóstala sobre la mesa.  
La revisó como lo hace un medico. Frunció la cara en un gesto que no me gustó.
—¿Qué pasa?
—Tiene fiebre por un empacho terrible.
—¿Un empacho? —Pregunté preocupada por su gesto — ¿Eso es malo?
—No.  Hay que curarla, ya voy a comenzar. Sujétala, voy a buscar algo.
Me asaltaron  ganas de salir corriendo. Presentí  un movimiento cercano, era un gato que  desde la ventana se movía y no dejaba de mirarme.
Como no me gustan los gatos, su presencia aumentó mi nerviosismo.
¿Qué hacía yo  en esa casa?
Abracé a la beba que comenzó a llorar, doña China   regresó con una cinta roja.
—¿Qué va a hacer con eso?
Pregunté y ella hizo un gesto con sus manos tratando de serenarme.
—Quédate  tranquila que no le voy a hacer daño.
Fue midiendo  con la cinta sobre la espaldita de Camila y murmurando en voz baja, palabras que yo no entendía. Luego lo repitió  en la pancita. Cuando terminó me dijo:
—Ya está curada, aunque vos no lo creas.
Se había dado cuenta de mi poca fe en ella. Me dije que doña China era un fraude,  y yo la tonta que había venido  a buscar soluciones que un pediatra no había encontrado. ¿Cómo iba  a curar a una bebe con una cinta roja y  palabras que nadie entendía?
Le pregunté cuánto era y me respondió: que las curaciones no se cobran, se hacen en el nombre de Dios. Al salir  de la casa, miré las flores del jardín y me parecieron más bellas y hasta sus colores me resultaron un claro arco iris.
Esa noche por primera vez en varios días, Camila durmió toda la noche.

La fiebre no volvió y yo aprendí a respetar a Doña China. 



21 comentarios:

Elda dijo...

Un respeto bien merecido y una historia muy bonita con un final bien feliz.
Tantas veces no confiamos en cosas que no entendemos, solamente cuando tenemos la muestra cambiamos de opinión, como la duda de Tomás, hasta que no vio no creyó, y es que es difícil creer sin ver...

Como siempre un placer leer tus historia Mariarosa.
Un abrazo y buena semana.

Susana dijo...

No conocemos todo lo que hay. Un beso

Campirela_ dijo...

Que buen relato es digno de fe ..o se cree o no . Hay personas que tienen ese gran don de curar y sanar , pero tan bien es muy importante creer en ellos .
En este caso lo mejor fue que la nena curo ..
Y sobre todo nos da otra lección nunca debemos prejuzgar a las personas por el aspecto muchas son las veces que nos llevamos sorpresas...
Un abrazo y feliz semana.

Marina Filgueira dijo...

¡Hola Rosa!

No está mal acudir a una curandera cuando un médico no soluciona el problema, aunque se debe tener mucho cuidado con estas cosas, puesto que hay muchas/os falsos curanderos. Sin embrago si hay personas que tienen ese don especial de curar lo que un médico no cura.
Jesús curaba solo tocando la persona con su mano. Yo pasé por una experiencia similar a la tuya, con uno de mis pequeños y me dejó boquiabierta, puesto que al momento ya vi él resultado favorable. Hay cosas que cuesta creer, como dice Elda, es difícil. Pero en casos necesarios apelamos a lo que sea, puesto que, si no hace bien, mal tampoco le va hacer.
Un placer leerte, te dejo mi gratitud y estima.
Un besito y se muy, muy feliz.

FIBO dijo...

Mi abuela practicaba ese rito...con la cinta y desde el codo hasta la punta de los dedos lo media tres veces hasta llegar la medida al ombligo del enfermo de empacho...luego rezaba esta oración por tres veces en voz muy baja..."Jesús de Nazareth, que el bien venga para (nombre de la persona) y que se vaya el mal. Amén"


Me has hecho acordar de mi abuela...gracias...Me ha encantado por lo bien relatado y escrito.


Un saludo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Un cuento que recupera una tradición: la de las curanderas, y bien perfilado en tu proverbial manera de relatar. Por aquí aún, resistiendo los embates de la modernidad y postmodernidad,en las casas de la ciudad vieja, alcanza uno a leer anuncios en letra tosca de Sobanderos, rezadores y secretistas. Un abrazo. Carlos.

MaRía [Capri ] dijo...

Y yo pienso que la mamá también estaba enferma ... empacho de orgullo y una cura de humildad

estupendo cuento !

un abrazo bien grande

J.P. Alexander dijo...

Aveces solo nos queda creer . Buen relato

Margarita HP dijo...

Mi respeto a Doña China, y mi comprensión hacia esa mamá. Sí. Me ha encantado, como siempre, repleto de magia .

¡Besos! :D

Sandra Figueroa dijo...

Mi madre es curandera... Un cuento precioso amiga. Saludos.

Mari-Pi-R dijo...

Muchas veces hay que tener fe y creer en las personas que tienen un don.
Bonito cuento, un abrazo.

María Pilar dijo...

A veces las apariencias engañan y queda claro en este bonito cuento.
Reconozco que hubiera actuado como la madre, aunque también como ella, ante el sufrimiento de la niña, hubiera ido a la curandera. Desconfías porque hay mucho embaucador.
Me ha encantado.
Un abrazo, Rosa

Navegante dijo...

Uf, si sabré de esas cosas. En mi familia, tios, abuelos, se creía mucho en las curanderas. Debo confesar que muchas veces daban resultado, he sido curado de empachos así. Tengo entendido que es una tradición que se pasa de mujer en mujer, pero no a todas, la curandera debe elegir una y enseñarle.
En fin, interesante publicación.
Saludos.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Tu bonito relato me hizo recordar a doña Encarna, la curandera de mi pueblo... la visitaban gentes de diferentes y distantes lugares, era muy acertada.

Un abrazo.

Antorelo dijo...

Hermoso relato, siempre es un placer acercarse por aquí porque tu literatura nunca defrauda. He estado ausente un tiempo. Espero poder estar más presente a partir de ahora. Un abrazo

lanochedemedianoche dijo...

Siempre supe que curan el empacho, y lo hacen con una cinta roja, la miden como tu dices, y luego si le da corta es que tiene empacho como ellas dicen, y verdad que resulta, gracias. Me gusto recordar que en las sierras cordobesas lo curan así.
Abrazo

Ernesto. dijo...

La "ciencia" de los curanderos, no solo es respetable sino que ¡sana! Y de ello doy fe tras tratamientos médicos sin resultados.

Abrazo Mariarosa.

José A. García dijo...

Los padres primerizos (y los no tanto) siempre están dispuestos a creer en cualquier cosa que se presente como solución.

Saludos,

J.

Alís dijo...


A veces las respuestas se encuentran en lo que no podemos comprender, y eso no significa necesariamente que no tengan lógica y menos aún sustento.
Doña China seguramente es portadora de una sabiduría ancestral.

Buen relato

Un abrazo

Meulen dijo...

Valoración a la tradición, respeto por la sabiduría ancestral...
debemos ser humildes y aprender más de ellos y ellas
que su legado nos servirá en el futuro.

Yo también fui curada por esas médicas cuando ya estaba estirando la pata...por así decirse y gracias a su intervención pude crecer...

te dejo un abrazo

feliz mayo!

PD: ando atrasada leyendo , pero ya sabes de a poco me pondré al día.Gracias

Juan Ramón dijo...

La medicina actual abarca tan solo una parte, una parte nada más; y hay que valorarla porque tiene un gran valor, pero no lo saben "todo, de todo, de todo"

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