Dejó
atrás la estación del ferrocarril y avanzó por la avenida principal. La
encontró asfaltada. Años atrás, había llegado a ese pueblo costero con su
esposa, estaban recién casados y eran felices. Hoy, ella se encontraba lejos y en brazos de un abogado, rico y joven,
mientras él, Javier Saporiti, era un desventurado, uno más de los muchos que
circulan por Buenos Aires. Solo y sin tener en quién pensar, caminaba sin apuro, nadie lo esperaba.
Entró a un kiosco y compró varias tarjetas navideñas, se dijo que era una antigüedad
enviarlas, pero a él le gustaban y no le importaban las modas.
Buscó
el hotel en el que habían pasado su luna de miel, estaba al final de la
avenida; a partir de allí, la calle se convertía en un sendero de tierra y arena, que bajaba hasta la playa. A los costados, los
arbustos, retorcidos por la sal y el iodo del mar, se fundían con las
enredaderas de pequeñas flores celestes.
Se
detuvo en la puerta del hotel, lo encontró diferente, modernizado; sin embargo,
seguía teniendo ese aire mediocre que suelen tener los edificios que se
construyen por etapas y sin gusto para el diseño. Entró.
Un
señor sonriente se acercó y dijo ser el encargado. Saporiti le dijo que se iba a quedar unos días y el
hombre tomó sus datos, luego cargó la maleta
y lo acompañó. Las habitaciones
se extendían hacia atrás y a los costados en forma de cruz. El encargado
le entregó un papel con los horarios del desayuno y cena, él no le prestó
atención. Cerró y guardó la llave.
El
cuarto aparentaba estar limpio; pero un olor a humedad, a cosas guardadas,
flotaba en el aire; se dejó caer en la cama, le dolía todo el cuerpo.
Despertó
entrada la noche, le estallaba la cabeza, se quitó la ropa y fue al baño, pensó
que una ducha le haría bien. Se quedó bajo el agua, disfrutando del placer, sin
pensar en el tiempo; de pronto, la cara de su mujer apareció frente a él y
regresó al momento en que ella le dijo que se iba, volvió a escuchar sus gritos,
sus insultos…
Junto
a la ventana que daba a un jardín, había una mesa pequeña y una silla. Buscó
las postales y se sentó a escribir. Eligió una que mostraba a un Papá Noel
subiendo a una chimenea. Primero pensó en su madre. ¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba feliz y vacacionando? No, mejor
no. Tal vez no le iba a interesar recibir sus deseos navideños, ella siempre
estaba ocupada con sus amigas y sus mesas de bingo. Le escribiría a su hermano.
El muy hijo de perra sólo pensaba en el dinero, en el valor del dólar y en sus
viajes. ¿Y a su ex? Mejor no acordarse, ni sabía dónde estaba, sí sabía con
quién. De pronto, su memoria recordó el cariño y la fidelidad de unos ojos casi
dorados y un nombre; Heidi, sí, ella lo
amaba, le escribiría una postal.
A
la mañana siguiente no bajó a desayunar. Al mediodía no almorzó. Por la noche
el encargado llamó a su puerta, no obtuvo respuesta, insistió; sólo recibió silencio.
Preocupado
fue a buscar las llaves de la habitación.
Halló
a Saporiti sobre la cama con un frasco de barbitúricos vacío a su lado y una tarjeta navideña sobre su pecho,
leyó el contenido: “Hola Heidi, mi
perrita querida; te deseo Feliz Navidad.” Y murmuró en voz baja: “Pobre
tipo, debía de estar loco, escribirle a su perra…
27 comentarios:
Pero todavía, reconforta un poco, ver a "esos locos", como dices, escribiendo a su perrita.
Un abrazo en la tarde.
Eso es amor verdadero. Un beso
Que bello tierno relato y triste a la vez , cómo es posible que el amor hga estos desastres en las personas ..escribir a su perrita fue lo mejor que pensó en ese hotel ..me gusto mucho mucho.
Un abrazo y feliz noche.
Un relato amable, nos has adelantado la Navidad pero ha merecido la pena. Abrazos
Que triste es encontrarte solo y buscar la puerta falsa.....buena historia nos compartes.....saludos.
Oh que triste!, creí que su pena se iba a solucionar con Heidi y resulta que era una perrita.
Una historia preciosa a pesar de lo dramática, y que realmente habrá muchas personas que se sientan así de solas en la vida.
Un abrazo Maria Rosa y encantada siempre de leer tus buenos escritos.
Oh María Rosa, qué triste desenlace, pero qué bien narrado y llevado. Como siempre, me ha encantado.
Muchos besos :D
Muy triste este relato que tan bien narras, su perrita fue la única que lo amo de verdad, para el esa despedida fue importante aunque todo lo demás no estaba bien, gracias María Rosa.
Abrazo
Un final triste que se venía anticipando ante la soledad absoluta de Javier Saporiti, que no tenía a nadie a quien pudiera interesarle sus saludos navideños.
Como siempre, impecablemente contado.
Besos, Mariarosa.
Triste su situación. Estar tan solo. ¡Uf! Lo narraste increible.
Un abrazo.
Este cuento me ha emocionado y también me ha puesto un nudo en la garganta: la soledad de un ser humano que llegue a tal grado que le lleve a acabar para swiempre con un dolor insoportable. En cuanto en que sea un animal el único refugio que se pueda tener, puedo comprenderlo y lo sabemos todos los que tenemos animales de compañía. Me ha gustado mucho el cuento porque hay mucho que pensar después de leerlo. Feliz fin de semana. Un abrazo.
Siempre nos sorprendes con un final inesperado.La vida del pobre Saporiti ya no tenia sentido.
La soledad es mala compañera y mala consejera.Una historia triste, escrita con maestría.
Un abrazo Mariarosa
Sabía que era el único amigo fiel que tenía.
Buena historia, un abrazo.
María Rosa, tu cuento nos lleva a varias reflexiones. El hombre tarda en gestionar sus emociones, la soledad no le ayuda, sino que lo enclaustra en su pena. Y por otro lado,los animales nos dan siempre ejemplo de su amor incondicional.Nos duele el final,pero la realidad es así a veces...Me gusta cómo lo has escrito paso a paso, mostrando el ambiente y la situación.Mi enhorabuena, amiga.
Mi abrazo y feliz fin de semana.
Muy, muy bueno tu relato y muy triste...
Me ha gustado mucho.
Muchos besos.
Triste y bello relato que nos traslada a la soledad que muchas personas sufren en este mundo.
Feliz fin de semana!
Saludos mi estimada
Tarde comprende el hombre lo que es el real amor...y aunque no le sirve para dar un giro a su vida absorbida por la soledad y el dolor...
Me hiciste pensar en esas bellas tarjetas navideñas que por igual deberíamos usar ...
Feliz semana
🤗🌷💕🐦💜😀🌺💜💜💜
María Rosa, te deseo Feliz Día de la Madre.
Abrazo
La locura tiene muchas caras, casi tantas como nombres (y hombres).
Saludos,
J.
Al leerte me he emocionado, porque tu relato es un homenaje bien merecido, a todos estos "amigos incondicionales" que nos acompañan librándonos de ese mal que invade esta sociedad en la que vivimos.
Un gran abrazo y buen comienzo de semana
Una entretenida historia con ese final incierto y sorprendente con el que sueles rematar tus escritos. Y siempre con la calidad literaria tuya.
Abrazo Mariarosa.
Los locos pueden estarlo, pero aprecian el mundo de una manera muy especial.
Bella historia.
besos
No extraña que la soledad y el abandono en que unos seres humanos (sic) condenan a sus familiares, sea tan profundo, que sólo encuentran consuelo, en la fidelidad de una mascota, como un perro. Cuento que habla de la condición humana. Un abrazo. Carlos
Mal regalo hizo el pobre hombre a su perrita, para ser la única que le quería. Le dejó en herencia su soledad.
Feliz día, madame.
Bisous
Triste, muy triste terminar así... pero la ingratitud causa mucho mal, todos lo abandonaron.
Un abrazo.
Hola Guapa , la verdad es que no me esperaba este final
ahora , que como tú bien dices , no tenía a nadie que lo quisiese
y que mejor que escribirle a su adorable perrita , me a gustado mucho tu relato
te deseo una feliz noche , besos de flor.
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