Los últimos
rayos del sol atravesaban el ventanal,
la habitación cobraba tonos
dorados y un beso de sombra acariciaba los muebles.
En una
mecedora, la anciana bordaba. Sus manos ligeras, sabedoras de giros y enlaces
iban dibujando figuras en la tela. Envueltos como ovillos, sus gatos, dos
negros y uno blanco, dormían a sus pies. Cada tanto, uno de ellos alzaban la cabeza y la miraba,
luego continuaba con su celebración del descanso.
La
vieja detenía su tarea y recordaba. Su pensamiento
volaba a los tiempos juveniles donde el dolor era algo desconocido para ella,
palabra que sólo los mayores pronunciaban. Épocas donde el baile, los amigos y
la alegría ocupaban su vida.
Se
cansa de bordar y deja el sillón. Recorre
la habitación. Va acomodando los libros del estante, recorre los retratos
de la familia: papá, mamá, los va nombrado suavemente, como si los llamara.
Se detiene
frente a la ventana, apoya la frente en el cristal y observa las sombras que van
tragando el paisaje y se llevan los tonos rojizos del horizonte.
Como
todas las noches, llegan las voces. Voces sin rostro. Las reconoce; una es su
madre que regresa desde el fondo del tiempo y le dice;
—La
cena está lista Nene.
Se
dirige lenta hacía la cocina, sobre la mesa, la sopa humeante la espera.
Los gatos
la siguen, trepan a una silla y esperan.
La
anciana come, les cuenta de sus dolores y los mininos escuchan. Regresan las
voces. Ahora es su padre quien habla. Voz firme, clara:
—Apaga
las luces y vete a dormir.
Ella
obedece igual que en la infancia. Deja el plato sobre la mesa, le da de comer a
los felinos y camina lentamente hacía su cuarto.
—Padre
—dice alzando la voz— cierre las puertas y las ventanas. Nadie responde. Sólo
se escucha el sonido de las llaves al girar.
Al día
siguiente, la vieja entrará en la cocina, preparará el mate y tostará el pan. Con
paso lento, como cada mañana, abrirá las ventanas. Los gatos la seguirán
pegados a sus piernas.
Correrá
las cortinas y la luz de un nuevo día entrará en la habitación y el círculo se iniciara
de nuevo.
23 comentarios:
Llega un momento en la vida que todo es como ese "círculo" que definen tus letras.
Un abrazo.
El tiempo es relativo,vivimos varios tiempos a la vez,sobre todo cuando los años ya pesan y la nostalgia se apodera de nosotros.
Un relato dulce y apacible,como su protagonista.
Un abrazo
Que triste, todos los días con la misma rutina y hablando con las ausencias, pero nunca se sabe como va a terminar uno, aunque hoy día las personas mayores tenemos actividades que nos mantienen en forma y con otras formas.
De cualquier manera es un relato muy bonito y que hace pensar...
Un placer como siempre leerte M. Rosa.
Un abrazo.
La rutina es parte de la vida, sin darnos cuentas repetimos las mismas cosas, es verdaderamente un circulo que viene desde el nacimiento si lo vemos así, el al paso de los años lo acentúa, excelente María Rosa.
Abrazo
ES una historia triste y asidua, me temo. Esa soledad. Y tiene recuerdos de sus padres, no sabes la de veces al día que yo agradezco tener los míos aun.
Muchos besos preciosa. Una historia magnífica :D
Este circulo de la abuela es tan vivo que me sentí reconocido en él.
Que Dios te bendiga por tus buenos escritos, un beso.
Hola!! Es un relato precioso, aunque me ha dado un poco de pena y nostalgia. ¡Gran relato! Besos!!
Cuando alguien queda atrapado en el tiempo que ya no es, se crea ese círculo
de rituales que tan bien describiste.
Un abrazo Mariarosa.
Qué precioso relato... Es cierto que cuando se hacen ancianos es como si volvieran a la niñes y siempre llaman a su madre...
Muchos besos.
La vida sigue es una linda historia, aunque algo triste.
Hermoso relato,... una verdadera reflexión de como entramos en un círculo que se intensifica con el paso de los años, con la acumulación de recuerdos,...
Qué maravilla
tu texto da paz
gracias
Invariablemente todos vivimos ese círculo
Es el sino de nuestra vida y al fin cerrarlo
Claro a mi me gustaría tener mas que gatos de compañía...pero asi como voy , no se puede.
Besos
🐦🌼🐦🌼🐦🌼🐦🌼🐦🌼🐦
La memoria de los padres y sus marcas. que aún después de su muerte, se expresan en las rutinas. Hay que vivir la vida, aprecio como enseña del cuento, desde uno mismo. UN abrazo. Carlos
La memoria de los padres y sus marcas. que aún después de su muerte, se expresan en las rutinas. Hay que vivir la vida, aprecio como enseña del cuento, desde uno mismo. UN abrazo. Carlos
Su corazón se quedo a vivir de sus recuerdos. Tiempos de nostalgia.
Un abrazo!
Hola Mariarosa.Un cuento muy realista.A medida que la edad avanza vas recordando con más nitidez los consejos de los padres,y aún sin ser muy conscientes actuamos de forma parecida a como ellos lo hacian.Claro que actualmente tenemos a nuestra disposición unos adelantos que ellos no tenian, y esto nos permite poder salir de este circulo.
Te mando un fuerte abrazo
Carmen
Algunos le dicen círculo, otros rutina, aun cuando no sea necesario salir de la propia cabeza.
Saludos,
J.
Es un relato precioso. Me encanto. Besos
Es una historia de vida,...una historia con visos de realidad, de cotidiana y densa realidad..Una historia donde la anciana convive en una atmósfera compatible con la carga de la edad. Donde los gatos, los recuerdos , y las voces forman parte insustituible de una trama brillante. El tiempo se encargará de su decoloración. Magnífica la idea. Saludos María Rosa. Juan Angel Petta.
hola! fantastica historia , mezcla de añoranza y nostalgia, tierna y triste, muchas emociones en estado puro! gracias, vas al muro junto a los relatos de Francisca que sueña como tu , mundos especiales! saludosbuhos
Seres sumisos con la vida
Pienso que de alguna forma a esas edades debemos seguir comprometidos con el projimo y tener diferentes formas de darnos asi los dias se pueblan de musica y colores
Grato como siempre leerte
Cariños
Quizá no nos libremos de la soledad en esos años. Nunca podemos saber cómo será, por más sociables y bellod que seamos de jóvenes.
Besos.
Publicar un comentario