La casa pareció reconocerme, se abrió sola la
puerta, el viento y la lluvia, me dieron
paso.
Los años habían dejado su sello descolorido en
las paredes, la marca de los cuadros que alguna vez la alegraron, confirmaban, de
que hubo tiempos mejores en sus habitaciones.
Te vi llegar.
Entraste con temor, dejaste el paragua a un costado y
le diste paso a un señor desconocido que te acompañaba, era alto, muy delgado y
miraba los ambientes con un dejo de desprecio y vos, siempre elegante y tratando
de ignorar su gesto, lo fuiste guiando,
señalando los metros de cada cuarto. Comprendí que tu acompañante era el tasador de una inmobiliaria, ibas a
vender la casa de los viejos, nuestra casa de la infancia, los vi salir al
parque y los seguí.
Había un olor peculiar en el aire, es el que
deja la lluvia después de abandonarse sobre la tierra, una mezcla de humedad y madera, tal vez, de los hongos que aparecen cubriendo restos de
troncos y paredes descascaradas, donde
los ladrillos sudan olores añejos de
vida y misterio.
El hombre alto y delgado se fue, quedó en
llamarte y te quedaste sola, tu coraza de mujer dura se aflojó y te vi llorar, dejaste que tu cuerpo se
abandonara sobre una desvencijada silla y diste rienda suelta a quien sabe cuántas
evocaciones, que habían quedado en tu memoria. Lloraste hermana, lloraste y me
estremecí al verte tan desconsolada, hubiera querido dejar de ser un fantasma y
abrazarte, pero no pude.
De pronto
te pusiste de pie, te arreglaste el maquillaje y saliste muy erguida, volvías a
ser la señora de Ruiz Valente, sobre la silla, un soplo de brisa deshizo el recuerdo de mi hermana René, la chiquita
René.
24 comentarios:
Bonito encuentro a pesar de esa tristeza.
Un abrazo.
Tal vez la muerte nos permita mantenernos muy cerca de aquellos que amamos o nos aman. Cuánto nos falta por saber.
Besos.
La vida continua aunque a veces nos quebramos en los recuerdos
Cariños
Tu relato me hizo pensar que, las casas abandonadas no están solas, los espíritus de los que vivieron permanecen allí de alguna manera...Es muy triste vender la casa de la infancia y todo lo que alberga. La tristeza es comprensible. Pero, el hermano desde el más allá ve más allá de la tristeza.
Un gran relato, Maria Rosa.
Mi abrazo y mi cariño, amiga.
Un precioso relato lleno de sensibilidad, donde el pasado hace mella en el presente al deshacerse de una parte de él.
Me ha encantado esa presencia tan hermosa como narradora.
Un placer siempre tus historias.
Un abrazo y buena semana Maria Rosa.
En lo que uno abandona allí quedan los espíritus, los recuerdos de lo vivido en ello.
Una feliz semana.
Es muy bonito el cuento a pesar de la nostalgia del ser que ya no esta. Me ha gustado mucho. Gracias por tu visita. Abrazos
El tiempo nos convierte en otros, o tal vez no. Tal vez solo crea capas superpuestas, y detrás de todas ellas sigue estando el niño que fuimos.
Feliz comienzo de semana
Bisous
Nostálgico y tierno.
Un abrazo.
Dicen que esos lugares los espíritus viajan de aquí para allá. A mí la verdad no me gustaría toparme con ninguno.
Besos.
Emotivo relato y la voz narradora nos sorprendió. Si sigo leyendo lo que escribes, terminaré por creer en la existencia de los fantasmas, no lo dudes: tal es la fuerza de persuación de que dispones. Un abrazo. Franziska
Uy una historia muy conmovedora te mando un beso y te deseo una buena semana
Oh María Rosa, que bonito, qué bonito y qué profundo, como se puede mostrar una fuerza inusual muy lejos de ser auténtica, cuando es necesario. Y esa reflexión sobre la hermana que observa... qué bonito, de verdad.
Muchos besos:D
Me sentí como ese fantasma del pasado que un día pobló esa casa, ese espacio donde el amor fluyo con alegría, grandioso y bello este relato María Rosa.
Abrazo
Las paredes de las casas donde hemos vivido, guardan los recuerdos de nuestra infancia y también de los seres con los que la hemos compartido, algo de ellos queda también.
Entrar en una casa que tuvo vida y amor en otro tiempo, es dar aliento al ambiente para revivir un tiempo mejor, me quedo con las ganas de que esas dos hermanas se hubiesen abrazado, o por lo menos que ella lo hubiese notado de alguna manera, quizás ese momento de debilidad diga mucho.
Como siempre me ha encantado, gracias por escribir así de bonito.
Cariños.
kasioles
Tienes en tu mano viviendo un duende que despliega todos los encantos cuando escribes. Mi aplauso y un fuerte abrazo desde esta tu otra casa
Hola mi bella amiga hermoso tu texto como siempre
te contesto
No estoy enojada..me gusta variar mis textos escribo lo que viene jajaja un beso
Tu maravilloso relato María Rosa, nos lleva a ese punto en que entre este lado y el otro la linea es sublime y fina.
Vamos escuchando susurros, soplos de brisa, y aún así dudamos de que desde el otro lado nos acompañan.
Un abrazo.
Ambar
Un relato entrañable. Una figura relevante... Y un sentimiento latente.
Abrazo, Mariarosa.
Tu fuerza narrativa arrastra, qué bien has sabido conectar con la nostalgia de cada cual. Todos hemos vivido una infancia en una casa familiar que pertenece a nuestro ciclo vital y está entrelazando el mundo de los afectos con los que construimos nuestro propios recuerdos. Cargada de olor, sabor y compañía, hoy tenemos que cerrar los ojos para verla en toda su dimensión porque la realidad la ha ido trasformando.
Abrazo, Rosa
Que complejo es deshacerse de lo amado
ese hogar donde uno se creció y vivió lo mejor junto a sus familia...
Pienso en mi hogar materno por suerte ahor alo habita un hermnao
es doloroso dejar atrás esos recuerdos de amor verdadero.
Un lindo relato estimada.
Abrazos.
La mayoría de las veces, por no decir todas, es necesario dejar atrás el pasado, que es donde pertenece, para seguir adelante.
Eso no quita que el texto sea sumamente emotivo.
Saludos,
J.
Hola Mariarosa. Te respondo por aquí a tu comentario.
Tu “pero”, certero en su mayor parte, tiene otra salida, otra solución. Las “herramientas” que permiten la salida de la charca ya están implícitas en todo ser humano… Forman parte de ese camino/caminar en el que todos estamos. ¡La meta perfecta ya está en el corredor de fondo cuando inicia su andadura.
En el nacimiento está implícita la muerte. En la salida la meta. En el intermedio, ¡la vida y sus vicisitudes!, lecciones, avances, aparentes retrocesos… Charcas, desiertos, El Dorados...
De hecho el camino es como un círculo. Cuando llegas a la meta descubres que vuelves al punto de partida… ¡Pero descubres también que la “travesía” fue necesaria!
Abrazo.
Los encuentros con las emociones más hondas siempre suponen la presencia de testigos invisibles como en tu cuento y creo que nosotros pensamos en nuestros seres queridos que ya no están cuando nos sentimos, en medio de un desconsuelo, muy solos. Esa impresión me ha dejado tu relato, breve e intenso.
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