Mamá no la quería, decía que se pintaba
demasiado para ser una empleada domestica, creo que estaba celosa por lo amable
que era papá cuando hablaba con ella. Amalia, así se llamaba la chica.
Mamá le dijo que mientras estaba en la
casa, debía llevar la cara lavada. Amalia no le hacia caso, hasta
me pareció que días después se maquilló más. La tensión entre las dos era
difícil, se miraban y sus ojos sacaban chispas. Cuando se dirigía a ella, mamá
le hablaba con voz de enojo, esa que empleaba cuando yo hacía algún lio y
Amalia no respondía, le hacía gestos burlones por detrás.
Al principio me causaba gracia la
situación, creo que mamá no se daba cuenta, o tal vez si, y como la necesitaba,
la ignoraba.
Mamá estaba casi todo el día fuera de casa, por la mañana iba al juzgado y por la tarde atendía el estudio, llegaba justo para la cena, así que la empleada atendía la casa y la cocina.
El mal humor de mamá se extendió a papá,
discutían muy seguido y en una de esas veces, Amalia fue el motivo. Yo estaba
sentada en el piso del living, detrás de un sillón y escuché a mamá que dijo; “esa
mosquita muerta” mote que utilizaba cuando estaba muy enojada con Amalia,
después no entendí; pero mamá gritaba y papá no respondía.
Durante mis vacaciones de invierno, Papá aceptó un trabajo en Córdoba, debía poner en marcha las nuevas maquinarias de una fábrica de envases, sólo mamá pareció alegrarse, porque Amalia y yo nos quedamos tristes.
Cuando papá regresó cargado de regalos y
alfajores, que era lo único que me interesaba, volvieron las broncas, los
escuchaba discutir por cualquier cosa.
Una mañana papá me levantó para ir al colegio, me dijo que Amalia estaba enferma, y mamá me prohibió que vaya a verla, yo no le hice caso y la encontré con náuseas y muy triste. A partir de ahí, nuestra comida fue un delivery diario.
Amalia regresó pálida, tenía los ojos
apagados y cuando le preguntaba que le sucedía, me acariciaba la cara y me
decía que no era nada grave, simplemente un malestar de estómago.
Por la noche escuché gritos, me asomé por
la baranda de la escalera y vi a mamá furiosa, parecía amenazar a Amalia, que sentada en una silla no hacía
más que llorar y a papá que intentaba decir algo, pero ella no lo dejaba
hablar. Escuché clarito cuando le dijo a la chica que preparara sus cosas y se
fuera. Me asusté, si Amalia se iba, que iba a ser de mi, quién me haría la trenza con moño azul, me llevaría a
la escuela y me prepararía los
panqueques con dulce de leche al regresar. Pero a mamá no le importaba nada de
eso, sólo quería que Amalia se fuera.
Al poco tiempo, también papá se fue, me
quedé sola, hasta que vino una empleada nueva, pero no era como Amalia, no sabía
cocinar, ni contar cuentos y se la
pasaba mirando televisión.
A papá lo veía de vez en cuando, creo que mamá no le permitía que me visitara, me preguntaba, que truco judicial habrá usado para prohibirle estar conmigo. A veces venia a la salida del colegio, pero no se acercaba. Él se quedaba en la esquina mirándome, nos saludábamos con la mano mientras yo subía al micro del colegio y él a su coche. Ayer me pareció ver a Amalia en el asiento del acompañante, no sé, tal vez me equivoqué, pero por las dudas no se lo voy a decir a mamá.
28 comentarios:
Que se ha repetido miles de veces, infinidad, a lo largo de la vida...
Y es que la vida es!! Y no se la puede encajonar!
Un relato bien marcado en sus tiempos y emociones.
Abrazo, Mariarosa.
Tristes circunstancias para las tres mujeres. Tipos tan abusivos.
Un beso.
Si es que debe de ser muy peligroso tener una empleada en casa con buena planta, mejor en esas circunstancias, emplear a una caduca y fea, jeje.
Fantástico relato tan real en algunos casos como la vida misma, con el agravante cuando hay hijos que son los que pagan las ausencias.
Me encantó leerte María Rosa.
Un abrazo.
Los niños son inteligentes e intuitivos, captan la verdad en las voces y en los ojos...Buen relato, claro y contundente, Maria Rosa...Cada cual con sus necesidades, sus miedos, encuentros y desencuentros.
Mi felicitación y mi abrazo, amiga.
Una historia muy real. Un beso.
Acabo de dejar un comentario largo y me ha desaparecido. No veo que esté indicada la opción de control de los comentarios... Este mensaje es una prueba.
Por lo que acabo de comprobar, efectivamente, he debido tocar alguna tecla que ha producido el error. Voy a tratar de ser más comedida en el comentario.
La niña nos da una pista muy importante. Recibe de Amalia el cariño y la atención que su madre no tiene tiempo de prestarle. En mi opinión, si en lugar de dos trabajos hubiera realizado uno solo, no habría perdido al marido y su hija habría evitado el dolor de la separación de un padre al que se quiere.
Todo el entramado de la historia que cuentas con mucho acierto bajo la mirada de la niña, nos va dando las pistas necesarias. Podemos entender incluso lo que la niña tardará mucho tiempo en ver con claridad.
Un abrazo. Franziska
Una historia común y corriente, por desgracia los desencuentros y las rupturas conyugales son frecuentes. La originalidad está en que sea la niña quien la cuente y en el modo perfecto en que la has contado.
Besos
Es tan real como la vida misma, las circunstancias y el corazón marcan las pautas, si a esto añadimos que los hombres somos un tanto pendones, tenemos un final casi dibujado.
Real como la misma vida amiga, mi aplauso y un abrazo.
Suele pasar estos líos amorosos, lo triste de ellos que quienes sufren son los pequeños que pierden el amor del padre y en este caso de la sirvienta que algo contaba en el hogar.
Un abrazo.
Cuando se vive para trabajar y para la profesión, no hay que poner una empleada bonita en la casa... jeje... El hecho que no permita a su ex ver a la hija no habla muy bien de ella, porque los niños no tienen que pagar las consecuencias de los errores de los padres.
Besos, Mariarosa.
Un relato muy emotivo.
Un abrazo.
Si no hubiese sido la empleada, habría sido una secretaria o otra mujer.
Creo que la pequeña estaba a favor de la empleada, hubiera preferido que se quedara en casa.
¿No les da la impresión de que la abogada, la madre de la pequeña, intentó envenenar a su empleada?
Suele suceder
Mujeres que envidian lo que otras han logrado y desean ocupar su lugar
Hombres debiles que se dejan tentar (escoba nueva barre bien)
Ambos egoistas
Quienes sufren son los niños
Cariños y buena semana te deseo
Aunque pensemos que a los niños no les afecta y que no se dan cuenta, pero si.-Y, siempre los que más pierden,por los enredos de los mayores.Son la la moneda de cambio a su egoísmo.
Un abrazo MªRosa.
Muy buen relato por lo que dice y por lo que se lee entre líneas.
Cosas no tan extrañas, al derecho y al revés. Muy buen hilo del relato.
Besos
TÚ SI QUE SABES HACER QUE UNO SE ENGANCHE EN TUS LETRAS. EXCELENTE RELATO!!!
ABRAZOS
Buen relato que deja un poco en suspense qué le pasaría a Amalia para que la echaran de esa forma... siempre un placer leerte. Un abrazo
Hola Ma. Rosa: Muy real esta historia, conflictos de la vida diaria, bellamente registrado por los ojos de una niña. Da gusto leerte, un abrazo!!!
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Qué buen relato querida Maria Rosa.
Nos muestras la vida misma desde la inocencia. Cuánta verdad no?
Un beso enorme
Excelente relato María Rosa, los niños en esta circunstancia son los que lo sufren.
Abrazo
Si, mejor no le digas nada....
Buen escrito
Luz & Paz
Isaac
Apreciada, Rosa. El cuento tiene un trasfondo social. La mujer formada en una cultura de clases. DE una altivez, que la lleva a la deshumanización, hasta tal punto de descuidar el afecto y amor por la hija. Creo que un cuento que habla de la conducta humana en el amor, y en las representaciones sociales. Pudo más el amor de una criada. Un beso. carlos
Algunos detalles mejor callar...
Siempre.
Nos leemos,
J.
Excelente historia. Nada que no pueda suceder en la realidad. Sugestivo relato de una situación que se precipita...Lamentable por la niña,..siempre pagan el pato...Saludos amiga.
Juan Ángel Petta
El relato es hermoso María Rosa
pero que terrible el silencio de un niño!
Un abrazo
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