No quería volver, pero la muerte de la abuela Clara resultó un
motivo obligado. La primera en aparecer
fue la tía Eugenia, más vieja, con los mismos anteojos de marco negro que
endurecían su expresión y esa cara de vinagre que de pequeña me asustaba. Vestida
de negro como correspondía a la ocasión, me miró de arriba abajo y frunció la boca en un típico gesto, algo en
mí no le gustaba. La besé por obligación
y busqué un rincón donde nadie me viera y donde yo
pudiera verlos a todos.
El aroma de las flores y las voces
monótonas me mareaban, hubiera querido escapar, refugiarme bajo la mesa como hacía de pequeña; pero era
imposible.
Quedé
detrás de una maceta y su enorme helecho, que con su amplitud cubría mi pequeña figura. Era el lugar ideal.
Duró poco mi tranquilidad, con un café
en una mano y un cigarrillo en la otra se acercó Jaime. Tan sensual como siempre, la sonrisa
burlona y la mirada atravesando la tela
fina de mi vestido; los años no habían pasado para él. Lindo primo para un fin
de semana –me dije. Me ofreció el café y sonrió pícaramente, este desgraciado se está acordando de las siestas de verano bajo los sauces del parque. Sin
palabras me envió un beso con el dedo índice y se fue, respiré aliviada.
Fueron desfilando parientes, vecinos,
duraban pocos minutos y se iban.
Me acerqué a la cocina, dejé la taza en la
pileta y un sollozo quedo me hizo volver la cabeza. En un rincón, entre un
mueble y la mesada, sentada en el piso estaba
Mimí, la más chica de mis tías, apenas unos años mayor que yo. Se había quedado soltera cuidando a su
madre. Nadie reparaba en ella, nadie la consolaba, era la única que lamentaba verdaderamente la
muerte de la vieja. La ayudé a
levantarse y a sentarse, era tan liviana
y frágil que me pareció de cristal. Su cabeza inclinada no me dejaba ver su
rostro, la tomé del mentón y alcé su cara, le sequé las lágrimas. Era bonita,
pero en sus ojos la tristeza se había quedado a vivir. No encontré palabras
para consolarla. Ella dejó de llorar,
retorcía entre sus dedos mi pañuelo y entre hipos me dijo:
–Gracias por venir, mamá siempre hablaba de vos, te quería mucho.
Sonreí avergonzada, en los últimos años
casi no había visitado a la abuela. Mis ojos se perdieron entre las sillas de
madera, la mesa, el hule floreado y la frutera con manzanas de plástico. Pobre
Mimí, habían logrado que fuera un ser
sin voz ni voto, una esclava de la familia. Tuve ganas de llorar, no por la abuela,
sí por Mimí; ella se levantó y cerró las cortinas que daban al parque del fondo
donde el sol de verano retozaba, entre el limonero y las ramas de los sauces que llegaban hasta el césped, y donde seguramente Mimí nunca había jugado al
amor.
29 comentarios:
Fantástico me ha parecido el texto, y más, lo bien que lo relatas.
Hay una frase que me ha gustado mucho y es esta: en sus ojos la tristeza se había quedado a vivir, me parece muy poética.
Creo que en las familias amplias, siempre hay alguna mujer que suele pagar las consecuencias.
Me ha encantado leerte María Rosa.
Un abrazo.
El perfecto comentario de cualquier funeral, la asistencia por ese compromiso que a tan pocas personas importa, unos pocos lo sienten, el resto solo asienten. Se ve escondido tras esa maceta sin que nadie te vea ni sienta la presencia necesaria, quizás no es necesario. Una bella historia narrada como siempre con la maestría que te caracteriza. Mi aplauso y cariño desde Galicia.
Me ha encantado este cuento que tanto realismo refleja y considerar con que ligereza solemos aceptar la entrega y el sacrificio de los otros. Puedo decirte que algún caso real, muy semejante al de tu relato, he conocido a lo largo de mi vida. Da para muchas reflexiones. Un abrazo. Franziska
Historias de familias que probablemente se han desperdigado y solo se encuentran en los velorios. Cada uno de los parientes trae un recuerdo de otros momentos y en ese clima se revive el pasado. Siempre hay alguien que no vive su vida para quedarse a cuidar a alguien mayor. Triste para Mimí.
Muy bien narrado, como siempre.
Besos, Mariarosa.
María Rosa, la historia me ha resultado muy familiar...En mi familia conozco primas de mi madre,que se quedaron solteras cuidando a sus madres y cuando la madre faltó el mundo se les vino encima, porque no han tenido vida propia...Las quiero y las visito, ellas han sido muy importantes en mi vida...Gracias por esta historia realista y amena, amiga.
Mi abrazo y mi cariño, María Rosa.
M.Jesús
Mucha nostalgia en tus letras.
Un abrazo.
Una observación de encuentros de gente que se reúnen en tristes circunstancias y se va haciendo revisión de los recuerdos del pasado, como siempre tus letras son preciosas, un abrazo.
Que bien has traido a la memoria mas de una tia Mimi que hemos ido conociendo a traves de la vida
Ahora los tiempos modernos parecen irse quedando sin tias Mimi
Cariños
Un relato sencillo que refleja aspectos de la vida cotidiana en cualquier parte.
Te diré que esa misma sencillez es un valor en sí mismo tras la grandilocuencia, luces y farolillos de las fiestas pasadas.
Un abrazo, Mariarosa.
María Rosa, tienes una sencillez para relatar, tan cotidianos, tan llenos de vida, de las situaciones que nos acompañan unos relatos de los cuales disfruto mucho, gracias por compartirlo.
Besos!!
Tienes un don, amiga mía, eres una gran maestra en el relato, siempre es un placer leer tus entradas.
Hay personas que hipotecan su vida por cuidar a los mayores, yo no quisiera eso para ninguno de mis hijos, siempre he pedido cordura para poder decidir y no sacrificar a nadie.
En cuanto a los velatorios, pienso que mucha de la gente que va por cumplir, está sobrando.
Cierto lo que me dices en tu comentario, aquí estamos en invierno y mi blog se ha quedado estancado en un otoño triste y sólo bello por su colorido.
De momento ando demasiado atareada, y es difícil mantener el blog abierto cuando te falta tiempo para ello, sabes que se necesita mucha dedicación y siempre he tenido la buena costumbre de contestar a todos aquellos que entran y dejan unas letras.
Pero verás que, siempre que tengo un rato, suelo visitaros y dejar un comentario, así no me olvidáis tan fácilmente.
Cariños en abrazos.
kasioles
Los pequeños detalles los haces grandes e importantes. Conviertes en maravilloso lo más sencillo.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
HoLA,
Me gusta lo sencillo, lo simple porque es lo mas bonito y lo mejor siempre, pocos son los que saben vivir y hacer asi!
un abrazo
Un relato que nos va llevando de la mano, por un paseo familiar, en que yo creo, todos hemos tenido a una tía Mimí, que comprendemos hasta final. Aunque no la retratados como lo has hecho tú.
Un abrazo fuerte y que 2017 sea de dicha y Salud para ti.
Un relato cuasi costumbrista,...pero salpicado por tus inefables rayos de sol literario....Parece gozar de una realidad tangible, pero lejana. Saludos bella y excelsa mujer de letras...Nos alegras la vida...Besos...+ abrazos...+ bendiciones...Juan Ángel Petta
Sufrido personaje. Que elocuente que lo contás.
Los que más ayuda aportan , son los que menos importancia parecen tener en las familias.Como la tía Mimí.
Un abrazo Mariarosa.
En la familia siempre suceden esas cosas dolorosas que nadie quisiera que pasaran.
Bella narración.
Abrazo
Precioso y nostálgico relato, lleno de sencillez por lo que lo hace más bello.
Hay muchas tías mimi que lo dan todo sin exigir nada a cambio.
Un abrazo con todo cariño.
Un relato lleno de vida...de verdades que atoran ...
la ingratitud también se refleja en esos hermanos ...si ellos no tuvieron responsabilidad
que se puede decir de los nietos-as...en estas circunstancia nada...
quizás a su manera Mimi fue feliz...porque se donó a la mejor de la vida
a quien le dio la oportunidad de venir a este mundo y quizás ese era lo que debía hacer...
un abrazo.
Precioso relato. Todos hemos conocido alguna Mimí pero pocos sabrían describir la situación tan bien como tu y con tanta amenidad.
Besos
Un relato maravilloso, cercano, tierno
y una vida que por el sacrificio asumido, dejemos si forzado o no, se ha vuelto prematuramente gris y es que el gris Maria Rosa ; no atrae ni a la familia
en fin .. que me encantó ¡¡
Un abrazo
Entrañable historia María Rosa. Tantas mujeres dedicadas a los demás sin que nadie repare en su renuncia, en su generosidad... dejando su huella tímida, apenas perceptible a ojos ofuscados en ver solo lo superfluo. Un abrazo.
Excelente, María Rosa. Una escena entre lo cotidiano y lo novelesco relatada con una pluma finísima. Me encantó.
Besos!
Por suerte se inventaron los geriátricos y nos evitamos a las solteronas que cuidan a sus ancianos padros...
Ahora, si lo de "suerte" es o no es ironía, es cuestión de discutirlo.
Saludos,
J.
Enternecedor relato, con una tensión dramática interna, con esa tía Mimí que puede haber en cualquier familia, escondida, casi invisible, pero que ha entregado con afecto su cariño en forma sincera, que siente en verdad la muerte de su madre. Impecable narración . Emotiva y conmovedora. Felicitaciones María Rosa.
Un saludo.
Ariel
Admirable como siempre, tu manera de poetizar la vida, con sus grandezas y sus miserias. Es un regalo leerte.
Mi cariño.
UN relato muy humano. Cuánto hay en tu relato del amor mezquino, y la exclusión misma en la familia. Un abrazo. Carlos
Un relato que es un espejo de la realidad. El cuidado de los adultos mayores -ya sean padres o familiares cercanos- es un gesto de amor. Pasado el tiempo, aquellos que se entregaron por afecto, tienen en su alma satisfacción personal.
Un gran abrazo María Rosa.
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