La juguetería
del abuelo Marcos olía mal. Sería la mugre acumulada por los años o
las cajas cubiertas de polvo y los
desechos de ratas que se apilaban en los estantes, todo marcaba su señal de
abandono.
El lugar
llevaba cerrado, demasiados años. La abuela Trinidad lo había clausurado, con total
convencimiento, que el abuelo se había
agotado trabajando allí. Los juguetes, decía,
fueron los culpables de su muerte. Se refería a ellos como seres
endemoniados.
Carlos entró al local e intentó encender la lámpara
que colgaba de un cable, fue imposible,
seguramente habían cortado la electricidad. Fue a buscar una lámpara a pila.
Jirones de telarañas colgaban por todos lados, le repugnaba su contacto. Sobre
las paredes que alguna vez fueron blancas, la suciedad se depositaba en cada
poro sobresaliente del revoque, mostrando pequeñas manchas oscuras. Con
esfuerzo levantó apenas la cortina de entrada, el mecanismo estaba oxidado. Con
la luz el panorama fue más sombrío. Su
caminar removía y elevaba el polvo y
hacía irrespirable el ambiente, le producía picazón de garganta y lo hacía
toser. Observó los detalles del lugar y sonrió recordando los comentarios de su
abuela, allí no había nada de embrujamiento.
Y pensar —se dijo— que esto fue una juguetería, un
centro de alegría y diversión infantil. Hoy es la imagen de la desolación.
Desde de la muerte de su abuelo, el negocio había
sido cerrado, por decisión de Trinidad, ahora ella ya no estaba y él, su único nieto, debía poner el local en orden y tratar de
alquilarlo.
Desde uno de los estantes una pila de cajas llamó su
atención; eran mecanos. Se emocionó recordando su niñez, cuanto le gustaba
jugar con sus piezas de chapa,
atornillarlas y armar puentes o escaleras que no conducían a ninguna parte. Un ratón cruzó el mostrador de mármol, sin apuro, no
advirtió su presencia o la ignoró. Descendió hasta una grieta del piso y se
perdió en ella. Un ruido lo sobresaltó, a su derecha un caballito de madera
comenzó a hamacarse solo. Una corriente de aire le cruzó la cara, está vez
el escalofrío lo recorrió por entero. Varios autitos a cuerda aparecieron desde
los rincones, marchaban en fila, recorrían el local, giraban y regresaban.
¿Qué está pasando?
Murmuró en voz baja al ver un mono de peluche agitando los platillos.
—¡Basta! —gritó con tal fuerza que él mismo se
sobresaltó.
Todos los juguetes parecieron entender. Silencio
y quietud. Caminó hasta el centro del local y preguntó:
—¿Qué se proponen?
Me estoy volviendo loco —se dijo— ¿cómo puedo hablar
con los juguetes?
Varios aviones de plástico se lanzaron sobre él.
Levantó los brazos tratando de evitarlos, tropezó con los autitos y cayó
sentado. Una flota de camiones, bajó de
la vidriera y lo llevó por delante.
Intentó levantarse, algo parecido a pequeñas piedras cayeron sobre su cabeza, eran tanques de
guerra disparando contra él. Temblaba, no sabía si de rabia o miedo.
—¡Basta! ¿Qué quieren? —grito furioso.
Los juguetes retrocedieron, lo rodearon. Eran muchos, demasiados, no comprendía de dónde habían
salido. Varias muñecas rompieron sus cajas y blandiendo paraguas lo
amenazaron.
—¿Quieren que cierre y me vaya?
El mono batió los platillos, festejando su
propuesta.
Esto es una locura, se dijo, es imposible lo que
estoy viviendo.
Los camiones de lata, aceleraban sus motores de
juguete con un chirrido a oxido,
avanzaban y retrocedían. ¡Lo estaban amenazando! Un grupo de soldaditos de plomo lo apuntaron
con sus armas. Ahora comprendía los dichos
de su abuela y sus historias, sobre los misterios en la juguetería. No lo pensó más.
—Está bien me voy —les dijo— bajo la persiana y los dejo solos.
Un aullido de victoria brotó de todos los rincones
de la juguetería.
¿Era cierto lo que escuchaba?
¡Está bien, me voy!
Bajó la persiana y dando la media vuela, salió por
la puerta de atrás. Cerró y colocó el candado, luego arrojó la llave, tan alta, que el reflejo del
sol, la borró de su vista.
23 comentarios:
Que cosas tiene la vida, hasta la muerte puede hacerse realidad, los juguetes se amotinan y quieren que los dejen vivir su propia independencia. Quizás no dentro de mucho, después de que se secara el río, tendremos que admitirlo. Un placer el leerte desde hoy este frío Vigo
Todo lo que tiene o cobra vida, es lógico que quiera vivir, me ha gustado mucho tu relato amiga.
Mil abrazos con cariño siempre para ti.
Me encantó María Rosa . Impecable relato.
Pobres juguetes ! quería seguir con su vida en las sombras.Tranquilamente.
Es lindo leerte.
Mil besos
Feliz jueves !
Como se dice dejar a los muertos en paz.
Que bonito cuento, me iba imaginando otro final, pero igualmente me ha gustado.
Un abrazo.
Los recuerdos también quieren jugar...
Un abrazo.
Una entrañable, primero, y escalofriante, después, historia. Entretenida y muy desarrollada... Y hasta real. Pues, ¿no cobraban acaso vida los juguetes con los que nos distraíamos de pequeños?
Un buen relato Mariarosa.
Un abrazo.
El olvido tambien tiene vida, y por nada del mundo quiere nadie interrumpa su descanso.
Me gustó el relato.
Feliz día
Un abrazo
Creo que para mí también cobrarían vida los juguetes y hasta me hubiera parecido normal haber mantenido una charla con ellos. Me gusta el argumento del relato.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Qué buen relato, Mariarosa, con el toque fantástico de los juguetes defendiendo su lugar.
Preferían la oscuridad, el polvo, antes de ser descartados en algún volquete. Ese había sido -y seguiría siendo- su mundo.
Besos.
Estimada Maria Rosa
"En este mundo con hambre de justicia, paz, ternura y sinceridad, tu amor puede ser el pan para saciar muchas vidas!."
Te deseo una buena Semana Santa !!!!!
Cariños
EXCELENTE RELATO. EXCELENTE INTRIGA.
ABRAZOS
No, si es que tienes razón , tus musas siempre son más malvadas que las mías¡¡
Tu relato, como todos los que regalas, posee un ritmo que invita a devorarlo para descubrir siempre un desenlace sorprendente
Y ahora como siempre me voy pensando, porque si es bien cierto que los juguetes pedían su espacio y su respeto ahora .; ¿Por qué en vida del abuelo también juguete ria estaba maldita?
Siempre dejas preguntas abiertas entre tus letras y eso me encanta
Un beso y un abrazo inmenso,
María Rosa, me encantó el relato...Los juguetes también tienen vida propia, siempre se la dimos cuando éramos niños y ellos, naturalmente, tienen derecho a su libertad y a su independencia...La vida fluye por todos lados y debemos respetarla, no hay duda...
Mi felicitación y mi abrazo grande por esa maestría y profundidad, amiga.
M.Jesús
Como siempre ocurre con tus relatos, estamos enganchados, hasta el final, todos los que te leemos.
Los juguetes, al igual que las personas, echan raíces en sus respectivas casas, se sienten a gusto y no toleran que ningún intruso altere su vida rutinaria.
Pienso que, ese ataque al nieto del propietario, ha sido un mecanismo de defensa para continuar con su independencia y libertad.
Yo también nací en La Coruña, tu abuela también sabía la riqueza que proporciona ese mar y lo bien que saben los pescados cuando se cocinan con cariño.
Abrazos.
kasioles
Hola María Rosa,...Un relato que hace sentir el frío de lo misterioso....de lo desconocido,..
Una historia atrapante, que convive con muchas citas sobre el tema de los juguetes y su aura de malicia...Muy bueno,...Saludos. Juan Ángel Petta
Me encantan estos relatos llenos de fantasía y misterio. Muy logrado :)
Besos!
Que extraños juguetes. No que cobren vida, sino que prefieran la desolación, la soledad.
¿Son juguetes nihilistas?
Hermosa rebelión de los juguetes. Un abrazo. Carlos
Hola querida Maria Rosa
Los juguetes en un lugar silencioso me traen recuerdos de películas de suspenso.
Pues estos amigos lo único que quieren es la soledad, lo mismo que las personas cuando sufren...
Excelente amiga.
Besos
¿Por qué preferimos algunas veces que no nos rescaten?
Interesante relato, deja algunas preguntas que nos pueden llevar a confortarnos.
Un abrazo fuerte.
Una sensación de misterio que se queda dando vueltas...
la fantasía de lo posible me gusta siempre
nunca se sabe de tanto misterios que nos rodean...
Eso no es nada que un fósforo y una botella de whiskey no puedan solucionar. Además, ahora la moda es vender electrónicos, y si el negocio está bien ubicado en el barrio dará ganancias rápidamente... Pensamiento práctico, que para eso nada sirven los recuerdos.
Al menos así piensan la mayoría de los empresarios en Buenos Aires.
Saludos
J.
Uno de nuestros terrores de infancia: esos juguetes inocentes e inofensivos que de pronto cobran vida y se vuelven objetos siniestros. Hasta el objeto más simple puede llegar a infundir terror cuando la imaginación echa a volar.
Feliz tarde
Bisous
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