La
mujer policía me puso las esposas, me tomó del brazo y expresó con voz ronca:
—Vamos
a dar un paseo Martínez.
En una oficina, la oficial firmó algunos papeles y salimos. Se nos acercó una agente de
civil. Subimos a un móvil policial y vi que otro nos seguía de cerca. Un día
radiante me abrió los brazos y el calor del sol me besó la cara.
La
calle era una marea de personas y árboles que caminaban apurados, me mareaba su
visión y bocinazos, muchos bocinazos.
Llegamos
a una casa antigua. La policía no me
soltaba el brazo, cruzamos un pasillo de
baldosas acanaladas, tan viejas que el
color se había fugado con los años y el sol.
Entramos
a un salón amplio, un escalofrío me
recorrió la espalda, dos señores y una mujer nos esperaban. Uno de ellos se
adelantó, destacando su figura
imponente.
—Soy
el fiscal Malabia —dijo.
Señaló
a la mujer y al otro hombre.
—La
doctora French y el detective Garmendia.
Ellos
no hablaron, ni sonrieron, recibí de sus ojos, una caricia fría como un
tempano.
—¿Reconoce
la casa Martínez? —preguntó el detective, un tic en el ojo derecho le daba un
gesto burlón.
Negué
con la cabeza. La policía que me llevaba
del brazo me soltó, pero no me quitó las esposas. El fiscal me dijo que recorriera la casa. Atravesé una puerta,
era la cocina. Había desorden, platos con restos de comida en la pileta. La
mesada cubierta de servilletas y botellas.
—¿Qué
le parece? —preguntó la doctora French.
—Me
da asco —respondí.
Intenté
salir y el fiscal cerraba con su amplia figura la puerta. Se corrió.
Subí
al primer piso, ellos detrás. Entré a un dormitorio.
—Observe
Martínez —dijo French— ¿Reconoce algo?
Garmendia
no me quitaba los ojos de encima.
Al
piso de madera lo cubría un polvo gris y sobre la cómoda una sucesión de frascos
se amontonaba sin orden. La cama deshecha, dejaba imaginar que alguien había
vivido una pesadilla entre sus sábanas, una almohada asomaba por debajo del
lecho. En la pared de la cabecera, la pintura de una mujer desnuda recostada en un sillón, sonreía sin
pudor ofreciendo su morena belleza a los ojos de los visitantes. A un costado,
otro desnudo, esta vez una mujer rubia,
de espaldas y junto a una ventana.
—Esa
mujer es usted Martínez. —afirmó el fiscal.
Lo
miré incomoda y pregunté fastidiada:
—¿Qué
dice?
—Esa
pintura de la mujer frente a la ventana; es usted.
—Esa
no soy yo. ¿Usted me vio alguna vez, desnuda y de espalda para afirmar que soy
yo?
Las
policías sonrieron y Garmendia miró para otro lado. La doctora French exclamó:
—No
sea soberbia Martínez que no está en
posición de serlo. Esa mujer tiene su altura,
el mismo corte y color de cabello y la contextura física es igual y no se olvide
que uno de los vecinos la vio entrar el día de la muerte de Petriel y dentro
del horario en que los forenses calculan su muerte.
Volví
mirar detenidamente el cuadro.
—Doctora
esa mujer tiene caderas mas redondeadas
que las mías, digamos que hasta tiene algunos kilos más y hay otro detalle…
Hice
silencio para crear expectativa. Todos me miraron.
—Yo
no sé quién era Hans Petriel, lo conocía de vista ya que vivo a dos casas de
aquí. Por lo que puedo observar era muy
buen pintor. La rosa en el pelo de la
mujer morena es tan real que se reconoce el terciopelo de los pétalos. ¿Usted
cree que un pintor tan observador dejaría olvidado un detalle importante?
—¿Qué
quiere decir’ —exclamó el fiscal que comenzaba a moverse muy inquieto.
—Debajo
de mi cintura del lado derecho tengo dos lunares muy visibles… ¿Si yo soy esa mujer, por qué Hans
Petriel no los pintó? Ustedes se han dejado llevar por el comentario de un
viejo aburrido que vive imaginando y
hablando mal del vecindario. Nunca he tenido trato con el señor de esta casa,
ni sé quién lo mató.
La
doctora French se acercó, me levantó la camisa y bajó la cintura del pantalón. Como
dos monedas de cinco centavos aparecieron los lunares.
Días
después el detective Garmendia pidió hablar conmigo en la hora de visita.
—Va
a quedar en libertad señorita Martínez, no tenemos pruebas en su contra, sólo
las palabras del anciano. El fiscal comprobó que a la hora en que él la vio
entrar; ya era de noche y que el hombre
tiene mala visión. Cualquier abogado defensor tiraría nuestra hipótesis
por el suelo. Va a quedar libre Martínez,
pero un pálpito me dice que fue usted. La delató su gesto al mirar la cama en
desorden, su cara se crispó y volvió a crisparse al mirar la pintura de la
cabecera, usted sabia que esa mujer morena era la esposa de Petriel —se puso de
pie y dijo— No me voy a quedar tranquilo, siempre alguna prueba surge en el
lugar menos esperado, ese día iré a buscarla, estoy seguro que fue usted.
No
dijo una palabra más, su ojo derecho me saludo con su guiño burlón y se fue.
Dos
semanas más tarde regresé a mi hogar.
La
casa me resultaba enorme, varios meses
lejos de mis rincones, de mis libros, hasta de las plantas que sufrieron
mi ausencia, la mayoría se secaron y
todo por el comentario de un octogenario que sólo sabe espiar detrás de los
visillos. La policía científica dio vuelta mi casa, gracias a Dios no revisaron dentro de
la chimenea.
Desde
un hueco interior quité la caja de madera, la abrí, una a una las cartas
temblaron en mis manos. Encendí el fuego
y las fui reduciendo a cenizas. De un
sobre, cayó una foto de Hans sonriente. En la blanca hoja, su letra de garabato me
decía; “No me mandes email, ni me visites, cualquier detalle puede hacer que
los conflictos con mi ex mujer se agraven, vigila mis mínimos movimientos.” Sonreí, nuestros encuentros terminaban siempre en algún hotel perdido, eras
temeroso de que alguien te reconociera. Miré
la imagen.
“Aquel día fui por
primera vez a tu casa, necesitaba explicaciones, te había visto pasar abrazado
con tu ex y me habías jurado que nada había entre ustedes, fue otra de tus
mentiras. Esperé la noche. La puerta estaba sin llave, entré y te sorprendiste
al verme. Me pediste que me fuera, no me dejabas hablar. Mañana nos encontramos
en el barcito frente al río, me convenciste. Al llegar a la puerta una duda me hizo coquillas en la piel. Había nerviosismo
en tus ojos y mirabas con insistencia al piso superior, imaginé que allí estaba
ella. Subí. En el dormitorio encontré una nueva sorpresa, no era tu ex, era
otra, una desconocida. Dormía
profundamente, tan bella y tan joven que sentí pena por ella y por mí. Respiré
hondo e intenté bajar la escalera, te pusiste delante diciendo que debíamos
hablar, que las cosas no eran como yo las veía. Rabiosa de celos, y sin rumiar
las consecuencias, te empujé. Caíste de espaldas por la escalera, en el descanso
tu cuerpo dio una vuelta y rodó hasta el primer escalón y con tal mala suerte;
tu cabeza se estrelló contra la maceta. Escapé”.
Recordé
a Garmendia y sus palabras que sonaron como una amenaza, no me extrañaría verlo
aparecer el día menos esperado...
Arrojé
la última carta y la foto, vi como la cara se distorsionaba al calor de las
llamas.
“Adiós mi querido amor. Eras un perfecto
mentiroso y un gran pintor, sin embargo, tu error en aquel lienzo en el que me pintaste de memoria me salvó la vida.”
Me
acerqué a la ventana, la cerré, del río comenzaba a llegar un viento helado.
25 comentarios:
FANTASTICO !!!! qué bien escrito , sos una genia para estos textos
que capturan desde la primera palabra, la atención del lector.
Tiene un desarrollo buenísimo y el final es su broche de oro.
Me re encantó ! ¡APLAUSOS !
Mil besos.
Todo se paga en la vida: él pagó con su vida sus mentiras y, ella, aunque fue salvada por el detalle de los lunares, vivirá siempre con el temor de ser descubierta... el día menos esperado. Esa será su condena.
Un abrazo.
Uf! Tremendo relato ..
escalofrío y sonrisa .. y es que la vida a veces te sorprende, por no decir casi siempre, y pienso que tu protagonista se ha salvado por esos lunares que sin embargo tanto deben de llamar la atención a quien puede tener el privilegio de verlos !!
Siempre un placer leerte
un cálido abrazo >!
Otro gran relato,muy bien llevado,manteniendo la intriga hasta el final y con un estilo narrativo impecable.Entiendo que el castigo para ella es vivir con la incertidumbre de si un día encontrarán pruebas contra ella,aunque en el fondo,no se puede hablar de asesinato,si acaso de homicidio involuntario por lo que tampoco se merecía un gran castigo.
Abrazos María Rosa.
Uno más de los estupendos relatos que nos regalas en cada entrada.
Y, pensar que por tres lunares se salvo de pagar una culpa-Aunque viva con el remordimiento, que eso también es una condena.
Feliz domingo Mª Rosa.
Tienes una gran facilidad para escribir relatos como este que nos dejas, felicidades.
Un abrazo.
Buenísimo, Mariarosa, el género policial te sale estupendo.
Hoy día todas las noticias giran alrededor de mujeres muertas por sus maridos, ex o amantes.
En tu relato cae un mentiroso y engañador. No me gustan las muertes violentas, tampoco las de venganza, hay tantos medios, pero no me molesta que se equilibre un poco la balanza... jajaja...
Besos.
Hola María Rosa: Muy interesante tu relato, que te llevan al final con entusiasmo y con un desenlace no imaginado. }Agradezco mucho tu paso por mi espacio y entendí a la perfección lo que has querido decir, a veces a los nietos los llevamos tan en nuestro interior que nos marean. Hermoso tu blog y un abrazo en este domingo que ya finaliza!! Hasta pronto!!
EXCELENTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
ABRAZOS
Tal vez no quiso retratarla el pintor, por eso no está en ninguna pintura la protagonista.
Y el testigo no es muy sólido. Tal vez sepan que es la asesina, pero no pueden probarlo.
Tenés talento para el policial, con un estilo muy propio.
Saludos.
Garmendia es un intersante personaje.
Entretenido relato, Mariarosa. Y como siempre con el misterio hasta el final. No hay duda que hay imaginación y buen hacer en tus trabajos. Tal parece, en ocasiones, que hayas vivido de cerca las escenas que recreas.
Un abrazo.
Solo puedo aplaudir incesantemente. Como siempre, y en esta ocasión no podría ser menos, magistral. Desde tu otra casa mi cariño.
Una historia muy bien contada, dentro de un estilo que manejas a la perfección....La expectativa, los detalles,...la actitud de los personajes,...Un perfecto juego de emociones,..Hacen que degustar esta sabrosa lectura se convierta en un deleite. Desde una posición apreciativa te aseguro que cada día escribes mejor.Con sensación de pertenencia,...Siento la sensación de estar ante algo muy, pero muy bueno. Saludos.Juan Angel Petta.
Otro excelente relato que he leído con sumo placer. Un abrazo
Genial! La pasión y los celos toman posesión y nos llevan por senderos intrincados.
Abrazo Maria Rosa, Escribes de maravilla!
Digo con anónimo; algo muy, pero que muy bueno tus relatos, sobre todo los policiales.Sensación de pertenencia, de seguridad... Eres, macanuda, como decís por ahí.
Siempre miabrazograndísimo
buen trabajo narrativo Mariarosa
felicidades
gracias por tu huella
el título de mi poema , deja la clave exacta de todo
no pensé que era necesario explicar
ya que todos saben que el patio 29 es parte importantísima e histórica de lo ocurrido acá...por ejemplo si me dicen "madres de plaza de mayo", no hace falta nada más
ya sé de que se trata :D
abrazos
Impresionante, amiga...Hemos visto todas las escenas, qué bien lo hiciste, Maria Rosa.
La protagonista tiene una frialdad y un temple increible...A veces la vida es un juego y el que juega es víctima de su propio juego...
Mi felicitación por la maestría y destreza que nos muestras en tus letras...Una maravilla.
Mi abrazo de luz y mi cariño.
M.Jesús
Magnifico relato
Con un final muy original
Abrazo
Difícil de hacer justicia a tan magnífico relato con un simple cometario. Felicidades.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Hola María Rosa: me ha gustado tu relato, gracias por tu compartir.
Dios te bendiga.
Saludos.
Wow, realmente magistral, gran relato.
Magistralidad¡ y Me encanta ese estar al lado de eso otro, que la narrativa tradicional, pone tras las cuerdas. Mi abarzo. carlos
Estupendo relato María Rosa, con todos los ingredientes del suspense. Algo muy certero intuía el detective Garmendia, que ella lo había matado.
Muy agradecida por tu comentario en mi casa.
Un gran abrazo.
Sor. Cecilia
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