Todo parecía
haber terminado.
La muerte de
Soledad fue un duro golpe para Gina. Nunca iba a creer que había sido un accidente callejero,
ella sabía que la mano de Ignacia Murray, la madrastra de Soledad, había
dibujado los detalles de ese crimen.
Dejó el
escritorio en orden, le iba a pedir al Dr. Zardas que le depositara su dinero, no quería volver y encontrarse con Ignacia. Él
llegó cuando estaba preparada para
salir.
—No sé qué va a
hacer Ignacia sin usted –le dijo a forma de saludo.
—Pronto encontrará
una nueva secretaria.
—Seguro que sí. Ignacia
ha pagado una fianza y va a salir en
unos días.
—Por suerte no
nos cruzaremos, le entrego en mano las llaves.
Zardas las
guardó en el escritorio y juntos abandonaron la casa.
Una semana
después La señora Ignacia Murray estaba en libertad. Su dinero y sus
influencias lo habían logrado.
Los días en
prisión la habían consumido, su rostro estaba marcado por profundas ojeras. No
era la misma, el odio que antes la impulsaba, ahora la consumía. Sus viejos
dolores de estómago se renovaron.
Entró al
escritorio y observó que Gina había dejado todo en orden. Y mientras controlaba
los detalles, murmuraba: “La muy estúpida no quiere verme y es mejor así, esa tortilla intuye la verdad, pero las únicas pruebas que
tiene son los email que envié al turco Amed y el dinero que deposité en su
cuenta. Ningún juez le va a prestar atención”.
Fue hasta el
baño, en el botiquín encontró el calmante que le medicara su medico. No
soportaba el malestar, su estómago se contraía con espasmos que la agotaban. Se miró en el espejo, se vio mal
y para colmo, el silencio de la casa la deprimía.
Todos la habían abandonado, hasta Zardas que había
sido su amigovio por años, se limitaba a su tarea de administrador de sus
bienes.
Semanas después.
La voz de Zardas
en el teléfono sonó diferente.
—Gina, me acaban
de informar que hallaron muerta a Ignacia Murray.
No obtuvo
respuesta.
—¿Gina, me
escucha?
—Sí doctor…es
que me ha sorprendido
—El personal de
limpieza la encontró esta mañana; apenas tenga más información, la llamo. Ahora
voy a lo de los Murray.
Gina colgó el auricular y quedó mirando el vacío. Al lado del teléfono; Soledad sonreía desde un
retrato, eran tiempos de alegría y
felicidad.
Se preparó un
té. Iba a esperar el llamado.
Se asomó al
ventanal, la calle era un ir y venir de gente que regresaba a sus hogares. Había comenzado el otoño, dando
a la ciudad un tono de melancolía; el ocre y el gris pintaban las calles. Terminó
su té. Se movía de un lado a otro, no
lograba serenarse.
Una hora
después, escuchó el llamado y corrió al teléfono.
—Hola…
—Gina parece que
lo de Ignacia fue un infarto. ¿En unos días puede pasar por mi estudio?
— ¿Le parece
bien el jueves?
—Sí, por favor.
El jueves por la tarde pidió un coche. Ya en el ascensor
sus pensamientos eran una sucesión de palabras e imágenes, Ignacia y su mal
carácter, Ignacia y su soberbia. Entre tanta nota oscura; Soledad tan dulce y
aquel día terrible del accidente...
Llegó al
estudio.
Zardas la hizo
pasar a su oficina privada y cerró la puerta.
—Siéntese –la
miraba sin saber por dónde comenzar.
—Gina, el doctor
Méndez me dijo que no está seguro de
cuál fue el motivo de la muerte de Ignacia, pero sospecha que fue envenenada,
seguramente el forense aclarará las cosas.
Los ojos de Gina
se abrían a medida que el abogado hablaba.
Zardas abrió un
cajón de su escritorio y sacó un pequeño frasco oscuro.
—Esto lo encontré en la cartera de Ignacia.
Gina se puso
pálida, quería mantenerse calma, pero no podía, sus manos estaban en permanente
movimiento. Zardas siguió hablando:
—El doctor
Méndez me comentó sus dudas: algunos venenos, en especial el cianuro, dejan un peculiar
aroma en la boca; Ignacia despedía ese olor. Lo acompañé hasta la oficina de Ignacia, mientras él realizaba el
informe. Si se confirmaba su teoría, los de la policía científica iban a dar
vuelta la casa, así que fui al baño y revisé el botiquín; pero no hallé nada, fui al dormitorio y encontré
este frasco en su cartera, últimamente ella sufría dolores de estomago —hizo
silencio, y prosiguió—. Lo guardé, sin decirle nada al doctor Méndez, no sé por
qué lo hice, tal vez un presentimiento, inmediatamente lo hice analizar. Contiene
la droga que tomaba Ignacia y cianuro.
—¿Está seguro?
—Sí. Esas
pequeñas dosis diarias provocaron el infarto. ¿Gina, usted colocó el cianuro en
el remedio de Ignacia?
—¿Cómo se le ocurre?
—No se asuste,
sé lo que usted sentía por Soledad, no voy a hacer denuncia alguna, el
bioquímico que hizo el análisis es amigo mío, él me explicó cómo funciona ese
veneno en pequeñas dosis, por favor
dígame la verdad.
—Doctor, usted
está loco. ¿Cómo me puede creer capaz de algo así?
—Por años
soportó la maldad de Ignacia, y luego la muerte de Soledad.
Al escuchar el
nombre querido, pareció transformarse.
—¡Ella la mandó
a matar! —Gina se puso de pie, daba
vueltas por la oficina— Soledad era un ángel, no merecía esa muerte y todo por el maldito dinero, el viejo Murray
dejó una herencia para que pudieran vivir como reinas, no hacía falta…— se
largo a llorar.
Parecía que soltaba
todo el llanto contenido…
—La única
persona conocedora de las costumbres de la señora Murray, era usted. Yo creo
que antes de retirarse de la casa, colocó en el botiquín el remedio adulterado; sucedió ahora, porque al salir de la cárcel,
regresaron sus dolores.
Gina se recompuso,
se puso de pie, lo miró de frente y le dijo:
—Si quiere hacer
la denuncia, hágala; pero voy a negar sus acusaciones.
—Usted no me ha
entendido, yo no la voy a acusar de nada, haré desaparecer este frasco y nada
podrá inculparla. ¿Me entiende?
—¿Por qué haría
algo así?
—Porque sé que
ha sufrido mucho y seguirá sufriendo con la muerte de Soledad, hace tiempo me
di cuenta de que la amaba. No soy ciego ni tonto y tengo buena memoria. Hice
tantas cosas malas en mi vida, que bien vale que alguna vez haga algo bueno.
La tomó por los
hombros y la acompañó hasta la puerta.
Gina se arrebujó
en su abrigo, se alejó lentamente, mientras observaba; que el otoño había llegado
con demasiado frío este año.
23 comentarios:
El crimen perfecto.-Por lo menos se hace justicia con ella y,en cuanto a él arrepentidos los quiere Dios-(Hizo tantas cosas malas que bien vale que haga algo bueno una vez...).
A veces la realidad tiene bastante parecido con este relato.
Feliz domingo MªRosa.
Nada justifica una muerte...
esas vidas truculentas, ya se sabe nunca viven en paz...
abrazo amiga!
Hola María Rosa ! El alma humana es un misterio y seguramente un gran dolor, como fue la muerte de Soledad, oscureció TODO para esa otra pobre mujer que había padecido tanto.
Como siempre, lo has contado tan bien que me comí las uñas.
Me quedé pensando. NADA justifica un crimen Ningún dolor. por más grande que sea , puede desembocar en este suceso terrible. Pero para entender al otro ser humano hay que ponerse primero en sus zapatoa. No podemos juzgar ¿quiénes somos para abrir un juicio ? ...
me ha gustado mucho. eres re buena es esto María Rosa. Toda mi admiración.
un montón de besos.
Que tengas una linda semana por venir !
He estado entretenida mientras leía tu relato. Muy policiaco. Siempre que queremos hacer algo tenemos mil razones que pueden justificarlo. Hay un odio acumulado para llegar a producir ese tipo de muertes. La imagen cainita nos persigue. Lo que da miedo es la justificación de tomarse la justicia por la propia mano. Eso olvidando las leyes divinas: no matarás. Yo lo encuentro muy interesante como el principio de una novela y todo lo que puede producirse después de haber dejado un rastro y que alguien te haya descubierto. Sería de un desarrollo muy interesante. Animate y sigue escribiéndolo.
Un abrazo. Franziska
Muy buen relato, me encantó.
EXCELENTÍSIMO RELATO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ABRAZOS
Genial este relato Rosa...
Feliz comienzo de semana.
Un abrazo.
A veces la justicia tiene sentimientos. Sería perfecta si eso sucediera con más frecuencia.
Feliz comienzo de semana.
Bisous
Cuando no hay justicia exterior, cuando se sabe que el asesino no recibirá el castigo por la muerte de aguien a quien se amó, se recurre con bastante frecuencia a la venganza. Lo que no se sabe es si con el tiempo, el que se vengó, podrá seguir viviendo como si nada hubiera hecho o llenándose de justificaciones para aliviar su conciencia.
Es un tema muy difícil el de la justicia por mano propia.
Me encantó tu relato y el ritmo que le imprimiste.
Besos, Mariarosa.
CASI CASI UN CRIMEN PERFECTO...
LOS HUMANOS SOMOS UN MISTERIO...
LINDO COMIENZO DE SEMANA Y DISCULPA POR ANDAR MEDIO MEDIO PERDIDO, NO HE TENIDO NI TIEMPO NI CABEZA.. PERO AQUI ESTOY
BESOS
CARLOS
Y Gina tomó la justicia en sus manos. Dura decisión, difícilmente podrá encontrar tranquilidad. Muy bueno!
Un abrazo!
Un excelente relato, una historia tan posible como es posible la fuerza de un amor.
Una sospecha que se vuelve compulsión, pero que a la vez tiene aire de justicia...
Justicia rayana en la venganza, que resume las relaciones humanas...Ah, y loable la actitud del Doctor...que por fin hizo una buena....Un final creíble y que deja un sabor justiciero. Con fecto. Juan Angel Petta
Un magnífico relato. Se tomó la justicia por su mano. Un abrazo.
Inquietante relato que nos deja grandes interrogantes. Es en este tipo de situaciones que nuestros valores y formas de ver la vida son cuestionadas. ¿Qué haríamos nosotros frente a una situación similar?, ¿acaso actuar como Gina?.
Un abrazo inmenso María Rosa.
ahhh nada es lo que parece
felicitaciones Maríarosa
tu duende intriga y juega con el vértigo lector
abrazos y feliz semana
Grato leerte
Las sombras caen siempre. tarde o temprano sobre seres vengativos.
Cariños y buena semana
Un relato muy bien estructurado que mantiene la atención hasta el final a pesar de ser bastante previsible.Ningún crimen debería quedar impune.
Abrazos María Rosa.
Intriga de principio a fin. Con esa maestría para el relato y el misterio de los grandes del género. La historia muy bien construida, Rosa María.
Un gran abrazo.
MariaRosa!
No me quedan palabras para felicitarte, las consumiste todas,los aplausos no los puedo plasmar para que los escuches en la distancia por eso solo diré, MIL GRACIAS. Un abrazo desde esta tú casa.
Quizás alguna vez la venganza, aunque no legal, sea justa. Muy bien construido tu relato.
Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Gina debe haber sufrido mucho para llegar a la venganza.
No es lo aconsejable, pero algunos hechos contra los demás, como el asesinato por encargo, desatan una venganza.
Saludos.
La conducta humana, queda reflejada en este cuento. Quizás puede má la venganza, cuando nos matan lo que amamos. UN abrazo. carlos
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