Sentada en el piso de la cocina la miraba planchar, ella hablaba de su tierra y yo curiosa preguntaba:
—¿Abuela cómo
era tu pueblo?
—Hermoso. Con
una fuente en la plaza central y verde, mucho verde, La Coruña es verde por donde
la mires.
Sus relatos me
llevaban por calles angostas que subían y bajaban y casas de piedra con horno de barro donde se cocinaba
el pan que luego se vendía. Hablaba del
molino, de la fuente a la que iba buscar agua. De sus amigas, de sus primos a los que fui conociendo por el álbum
familiar, donde las fotos de España, se unían con nuestras fotos de
bautismos, de primera comunión. Me encantaba mirar el álbum enorme de tapas
marrones.
—¿Quién es?
—pregunté, señalando la foto de una joven-cita hermosa.
—Es Joaquina, mi
hermana menor, murió meses después de llegar a Buenos Aires, los médicos le
dieron un tratamiento equivocado y no lo resistió.
Y a pesar de los
años, al nombrarla se le llenaban los ojos de lágrimas.
—¿Y este quién
es?
—Un ex novio
mío.
—¿También murió?
—No, quedó en el pueblo. Él dejo de escribirme,
luego conocí a tu abuelo y me casé con él.
—¿Por qué no te
casaste con tu novio, es más lindo que el abuelo...?
No respondía.
Una sola foto
del abuelo, había en la casa, lo mostraba serio, con ojos enormes, posiblemente
claros, igual que el pelo.
Y ella seguía
planchando la ropa de sus clientas. Le gustaba contar historias y a mí
escucharla. Cuando relataba su llegada a la Argentina lo hacía con
orgullo. Llegó sola, con apenas quince años. Fue a vivir con una tía.
Rápidamente comenzó a trabajar en casas de familias ricas.
Decía que las
patronas se peleaban por tenerla. Si una le pagaba diez pesos, otra le ofrecía
quince y así recorrió las más encumbradas familias de aquel Buenos Aires del
año veinte. Le decían que era una gallega de oro.
Yo la cansaba a
preguntas.
—¿Tanto te
gustaba trabajar…? —le decía.
—Era necesario
—respondía— debía ahorrar para comprar una casa y traer a miña nai.
—¿Abuela, no te
cansaba limpiar casas y cuidar chicos
ajenos?
—No. En España
cortaba leña, amasaba para la panadería, atendía a mis hermanos menores, eso
era trabajar, nunca había descanso. En mi pueblo había mucha miseria. Miña nai
y yo éramos la cabeza de la casa, por que mi hermana mayor, siempre estaba
enferma. Mi padre había muerto hacía muchos años, por eso vine a este país,
para hacer plata y traer a mi madre.
Y la trajo. Y a
sus hermanos menores. Sólo la mayor, ya casada, quedó en el pueblo.
Del abuelo casi
no hablaba. Se separaron siendo los hijos pequeños. Ella preparó sus valijas, tomó a sus tres
niños y se fue. Puso a sus pequeños en una escuela y se dedicó a trabajar día y
noche.
—¿Por qué te
separaste del abuelo?
—Éramos agua y aceite.
Él, acostumbraba ir al
bar con sus paisanos a cantar y a darle al vino hasta tarde. Regresaba alegre y sin decir
palabra se iba a dormir.
—Le gustaba
divertirse ¿Qué tenía de malo?
—Lo malo, era
que había que mantener tres hijos, pagar el alquiler de la casa y la carnicería.
Y dar buen ejemplo. No entendía razones. Se le caía el techo y se corría, no
intentaba sostenerlo.
Esa era su frase
habitual.
De sus amores no
hablaba. Años después de su separación conoció a un hombre que la enamoró,
convivió con él varios años, pero nuevamente la mala suerte o su mal carácter
los separaron. Ella contaba que le soportó un engaño, luego otro, al tercero,
lo echó de la casa. Una de sus amigas
me dijo que él volvió muchas veces
pidiendo perdón y jurando que iba a cambiar, siempre lo rechazó.
Por esas cosas
de la vida, nunca logró comprar su casa. Con mucho sacrificio logró juntar el dinero, no consultó con nadie, quiso sorprender a la familia y la sorprendida fue ella; un sinvergüenza la estafó. Nunca más, intentó pensar en la casa propia.
Mi abuela era de
fuerte carácter. Sí se enojaba y temblaban las paredes. Y a pesar de que sus
hijos eran ya adultos, solía regañarles como si fueran pequeños.
La recuerdo con
sus sesenta años, cabello blanco y
cuerpo ágil, seguir trabajando. Cuidaba los niños de una vecina. La jubilación
no alcanza decía, pero no aceptaba ayuda de los hijos.
La vi ponerse
viejita y gastarse como se gasta una vela. Me dejó sus historias, las de cada
vecino del barrio, las que trajo de España o las que había leído en el diario Critica
y guardado en su memoria prodigiosa,
era una narradora estupenda. Yo la
escuchaba y mis ojos asombrados, seguían
cada gesto de aquella abuela que nunca había ido a la escuela, que aprendió a
leer y escribir sola y dejó su ejemplo
de mujer valiente y luchadora. Se llamaba María del Carmen y fue mi abuela.
Critica: era un diario de la década del treinta, que ya no se publica, donde las noticias policiales se presentaban noveladas.
22 comentarios:
"Era de porcelana la voz de mi abuela, alcanzaba mi cara buscando las orejas; tenía un millón de canas y sólo dos trenzas (...)". Me has hecho suspirar, añorar y recordar a mi abuela, gracias por ello, por traernos a vuestra Gallega de oro. He vuelto querida, y me tendrás más seguido aquí. Cariños muchos para ti y vuestra familia.
Me emocionaste y me hiciste añorar a mi abuela .Precioso relato, lleno de ternura. ¡Me encantó !
¡Feliz domingo ! Muchos besos !
uf
Traes a tu tierra mi tierra
traes la ternura y el sacrificio
traes la miseria de esa época , el hambre y la esperanza
uf me has hecho soltar unas cuantas lágrimas recordando a mi abuela
Un abrazo
Qué preciosidad de relato! Absolutamente maravilloso y emocionante. Cuánto sentimiento en cada línea! Atesóralo como oro en paño, porque no vale menos.
Feliz tarde de domingo
Bisous
¡Qué grandes mujeres eran aquellas de antaño!. Ignoro si tu cuento se basó en la realidad o solo es fruto de tu imaginación, lo cierto es, que recordé a mi abuela y sus manos envejecidas por el agotador trabajo de sacar adelante doce críos.
Un abrazo María Rosa, más que bello me ha sabido leer este cuento.
María Rosa, qué grande y digna era tu abuela española...Esa gallega de oro además de buena trabajadora, era valiente y amante de las historias y cuentos...Ella te ha dejado una buena herencia y tu nos la vas regalando poco a poco...Me emocionaste, porque sé que lo has escrito con el corazón y al corazón llega...Estoy segura de que esa gallega de oro, no ha olvidado nunca a su familia...y ahora mira por ti desde el cielo, creo que siento sonreír, Maria Rosa...Mi abrazo inmenso y mi cariño siempre.
M.Jesús
Que decir que tú no sepas... Galicia es verde la mires por donde la mires y en cada pueblo, siempre una plaza una iglesia y una fuente. Cuanta miseria curó la emigración que posteriormente se cambió a Europa, pero antes, eran dos maletas un padrenuestro a la aventura.Le arrancaste a mi corazón una lágrima sentida, mi abuelo también lo hizo a Cuba.
Despues de varios dias de ausencia por estos mares llego y me encuentro este tan entrañable relato...
me has hecho añorar a mi abuelita paterna.
besos
carlos
Un relato entrañable, Mariarosa, tocás la sensibilidad del que te lee y, en mi caso, con el plus de haber también emigrado de mi tierrra.
Evidentemente, heredaste el arte de narrar de tu abuela gallega.
Un abrazo.
mi abue era algo así, carita de porcelana , su pelo blanco y sus ojos verdes y trabajó hasta que ya no pudo más, era de campo y murió en el campo
precioso Mariaros
me abriste un huequito en el corazón
besitos
Rosa, con este texto memorativo de tu abuela, cargada de anécdotas e historias, que uno no tiene qué preguntarse de donde te viene la facilidad de contar y poemizar, me hiciste recordar a mi mamá, de origen costeño, y facundia en eel hablar, preñada de historias, cuentos y situaciones hilarantes, que nos contaba con una naturalidad, que uno lamenta su ausencia. Se sentía la vida que no se siente hoy. UN abrazo grande. Carlos
Bonito relato en estos recuerdos rescatados.
Un abrazo.
María Rosa, ahora entiendo tanta delicadeza y belleza en el relato. La imaginación nos sirve para crear; pero para sembrar emoción se necesita verdad y este escrito lo tiene. Gracias por responderte.
Un fuerte abrazo y otro para ella que vive en tu corazón.
Que recuerdos más bonitos los que guardas de tu abuela. Las mujeres de antes eran muy valientes y trabajaban sin descanso por el bienestar de sus familias.
Un abrazo.
Algunas personas no envejecen, continúan con los años siendo la misma que siempre fue, y haciendo las mismas cosas.
Suerte
J.
Se de donde la maestria para el relato, este está lleno de sentimiento que nos ha llegado al corazón.
Un abrazo
¡Qué mujer más admirable y digna tu abuela! Ciertamente de las de antes.Y ¡Qué bonito escribes, amiga! Una gozada tus letras.
Un fuerte abrazo.
Una historia real bien contada y con mucho cariño.Las personas luchadoras como tu abuela tienen toda mi admiración
Abrazos
Espectacular rememoración de aquella persona, -la abuela- que tanto significó en la vida. Las abuelas tienen virtudes exclusivas, son heroínas para los nietos, y una fuente de recuerdos para los hijos.
Buen relato, con consistencia. Saludos. JUAN ANGEL PETTA
El tiempo y la nostalgia hacer que los recuerdos sean bonitos y buenos, aún aquellas vivencias que no fueron agradables.
Feliz fin de semana.
Un abrazo
Toda la ternura y sensibilidad en tu evocación. Allá donde está te sonreirá con orgullo. Abrazolarguísimo.
que maravilla
te felicito de corazón
solo quien sabe de donde viene
siente el orgullo de su raíz
, de su engranaje de vida plena
y se siente realizado por el paso d elos años
y el latir de sus sangre
es tremendamente agradecida y hace florecer
su esencia en el recuerdo de quien sembró con sabiduría
la mejor enseñanza pra forjar
la creación en ti
la abuela ...la raíz de todo lo sembrado por nuestras manos y nuestra sangre
besos!
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