La
Lola.
Debes reconocer cuándo has terminado, y
en ese momento, suelta tu lápiz o tu pincel. Todo lo demás es la vida.
Stephen King. Duma key.
Su
tío Paco lo entró a empujones en la casa
de Claudia, le había dicho que dieciocho
años ya era edad para debutar. La Claudia es la mujer ideal para una primera
vez, repetía el tío, es la dulzura
personificada, no te preocupes Nacho, ella es canchera y te soluciona todo.
Su
tío entró primero, él quedó esperando en el living, su inquietud le hacía
observar los detalles que lo rodeaban. Tres puertas. Una de entrada, otra que
estaba entreabierta, llevaría seguramente a la casa y la tercera, daba a un
pasillo que terminaba en el cuarto de Claudia. Las paredes hacía años que no
recibían una mano de pintura, cargaban con cuadros de láminas descoloridas,
representando puertos y barcos lejanos. Los pisos de granito gris era lo único que
brillaba en la sala de espera.
Nacho
caminaba, daba vueltas, en la pequeña sala, hurgaba en sus bolsillos algo que ni él sabía qué era,
sólo encontró pelusa y un pañuelo. Y volvía a sentarse, la inquietud le circulaba
en las venas como hormigas.
Entonces
la vio, apoyada en el marco de la puerta entreabierta. Tendría unos tres años, remera
y pollera gastadas, descalza y tan pálida que impresionaba. Sus ojos enormes se perdían en la cara flaca,
llevaba el pelo recogido en una cola y el flequillo le caía de cualquier manera
sobre los ojos. Nacho dejo caer una sonrisa, ella ni pestañeo. Él preguntó cómo se llamaba; Lola, le respondió.
Lo controlaba con una mirada fría, acusadora, que se metía en él.
Ni sonrisa ni palabras, simplemente lo miraba.
No
se iba.
Se
abrió una puerta y apareció su tío.
—Pasa
que te espera —dijo con un guiño.
Miró
hacía la puerta, Lola había desaparecido.
Se
hizo habitué en la casa de la Claudia.
Era una mujer especial, prudente y callada. Se repartía entre pocos clientes,
los que ella elegía.
Cada
vez que la visitaba, la pequeña se
asomaba y como el primer día, lo seguía
con esos ojos fríos como puñales, varias
veces, Nacho, tuvo intenciones de irse, ella le ganaba de mano, desaparecía primero.
Pasó
la vida con su carga aburrida de tiempo.
Trece años. Nacho se recibió de abogado, creció económicamente, y seguía
visitando a Claudia. Ella le hablaba de su
deseo de retirarse, de su cansancio y de sus problemas económicos. Se me hace
difícil dejar a tan buena clientela, comentaba.
De
regreso de sus vacaciones, Nacho fue a verla. Llevaba regalos y alfajores,
pensaba en la pequeña, hacía años que no la veía, según su madre estaba pupila
en un colegio.
Claudia
le abrió la puerta, recibió las atenciones y fue con ellas a la cocina, antes
de salir le dijo:
—Entra…
como siempre.
La
habitación estaba en penumbras, olía a rosas. Se extrañó, Claudia no acostumbraba
a esas delicadezas.
Ella
entró.
Al
tenerla cerca comprendió que la misma altura, el mismo color de cabello, no
ocultaban su piel fresca. No era Claudia. ¿Esos ojos? Era Lola. Apenas cubierta su figura
con una bata de gasa, lo dejo sin respiración. Ella avanzaba, él retrocedía. La
misma palidez de entonces, la misma mirada, y una sonrisa audaz en su cara.
Lo tomó de la corbata e intentó besarlo. La alejó. Aquella niña, era hoy una
mujer que se le ofrecía sin pudores, ¿cuántos años tendría, quince, dieciséis?
Ella
intentó nuevamente un avance, se dejo besar. Creyó que besaba un panal de miel tibia. Aquella
carita de años atrás regresó con su mirada acusadora y no pudo más. La empujó, ella
se sostuvo de un mueble, lo miró sin entender. Nacho abrió la puerta y salió.
Caminó por las calles desmayadas del atardecer
con las manos en los bolsillos. Se sintió un tonto, de dónde había sacado
tantos escrúpulos. Había descubierto una faceta de él mismo que desconocía.
El
viento fresco de abril lo despejo. El
cielo se había puesto negro, anunciaba tormenta. Caminó hasta que sus piernas
dijeron basta.
Con
las primeras gotas llegó al bar de la esquina de su casa, entró.
Pidió
un café doble. Una sensación de angustia lo dominaba. Comprendió que esa tarde
una etapa de su vida había llegado a su fin, lo difícil sería olvidar a la Lola y su mirada.
28 comentarios:
Qué bonito relato, en el que destaca desde el primer momento la sensibilidad del protagonista hacia aquella niña. Afortunadamente logró mantenerla hasta el final.
Buenas noches, madame.
Bisous
es un trabajo muy logrado Maríarosa
felicitaciones, el hilo conductor no afloja ni se siente forzado
fluye natural la acción además la trama envuelve
besitos y luz
Me acordé de Gabo con su Erendira y su abuela desalmada. Buen relato Mariarosa.
Saludos cordiales.
Sólo puedo decir: ES UN RELATO EXCELENTE!!!!
Felicitaciones María Rosa.
Cariños!
Hola Mariarosa, bello relato. Un placer leerte. Te dejo un beso, cuidate.
Una buena manera de comenzar este día. Felicitaciones por este relato.
un abrazo
Un relato de una profundidad mayúscula. Lo mejor de lo mejor, me ha impresionado.
Un besito Mariarosa
Mariarosa, el relato es magnífico en todos y cada uno de sus detalles. En el perfil de los personajes, en la ambientación minuciosamente lograda y en la delicadeza con la que narras la historia. Primero la iniciación de un muchacho que con el tiempo descubre que es un hombre y que permanece fiel a esa imagen de la niña que descubrió en su primera visita.
Es excelente la trama por la que nos vas llevando. Nos deja huella.
Un relato, amiga, bello en la descripción y también en la belleza humana que refleja.
Un verdadero placer acudir a tus historias.
Abrazos
Un relato muy turbador que me ha hecho comprender todo el abanico de sentimientos del protagonista...¿O más bien el personaje principal no es el hombre... sino la omnipresente Lola?
Te superas con cada uno de los relatos. Maravilloso.
Un beso.
muy amena lectura, me gustó
saludos
Buen relato.
El hombre mantuvo su entereza.
Un abrazo.
Maria Rosa,tu historia nos sorprende y nos deja reflexionando...Evidentemente el protagonista,fué muy bien tratado por la madre de Lola,porque su inocencia y su dignidad permanecieron hasta el final...Respetó a aquella niña y no quiso impulsarla a la inmoralidad.
Mi felicitación por ese contraste,que has sabido llevar de maravilla,entre el vicio y la inocencia,entre el instinto primario y el respeto y dignidad humana...
Mi abrazo grande y feliz semana,amiga.
M.Jesús
Quiza él habia tomado un cariño especial por esta niña, y al paso del tiempo este cariño permaneció y pudo más de lo que tal vez pudo haber sido un deseo carnal.
Excelente historia y muy bien narrada
Besitos.
Hola Mariarosa...es un excelente relato, fluído e interesante. Te felicito con un fuerte abrazo.
Muy bueno Maríarosa, el protagonista sintió más que el paso del tiempo! Qué buena cita la de Stephen King!
Saludos!
¡¡Muy bueno!!
Ale
Hola, María Rosa:
¿Cuántas niñas nacen, crecen, sufren y mueren es ese sórdido ambiente sin ni siquiera conocer la vida exterior..?
Es una historia muy triste que pone el dedo en la llaga.
Un abrazo.
Precioso blog amiga y muy interesantes historias da gusto pasear por el y perderse en cada rincón para admirar tu buen hacer.
He querido hacerme seguidor pero no he sabido como. Gracias por tu visita a mi blog y por quedarte como amiga.
Te dejo un beso.
El cliente de Claudia —Nacho— resultó ser un buen tipo al final, quizá uno de esos que con los años llegan incluso a casarse con la mujer que habían elegido para sus momentos de placer. Lo trista aquí es que a Lola otro cliente iría que sí la tomaría.
Un saludo Mariarosa.
Feliz fin de semana.
Un beso.
Mariarosaa..!! hoola amigalmaa..!! que bueno reencontrarse con tu talentoo..atrapasss a quien te lee..y que bueno se siente el sentirse atrapadoo..!!
se te quieree y muchooooo..!!
abrasollllllll..!!
Un relato que queda en el corazón y los recuerdo. Muy bonito.
Un placer leerte.
Cuando llegas al final de un camino, no podemos evitar que la inquietud y la angustia nos acompañe.
que disfrutes el fin de semana.
un abrazo.
Holaa, hacia tiempo que no pasaba a leer tus relatos. Muy bueno, tuve que leerlo dos veces porque tarde en comprender. Pero excelentes decripciones, y una delicadeza increible para los detalles. Es un placer leerte, besos =)
Excelente relato
Un abrazo
Estupendo relato, MaríaRosa. Me encanta leerte, amiga.
Besos y feliz semana. María
Siempre hay una etapa en la vida en la que transcendemos y por suerte encontramos ese límite que no debemos rebasar y nos permite seguir viviendo con algo de ternura y dignidad.
Besos.
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