martes

El puñal.


 

 

 

 

Cada vez que veía a su esposo  afilando el puñal, Carla se estremecía. José lo cuidaba como a una joya. Había pertenecido a don Clemencio Paredes, padrino de José, un transa de los bajos fondos, famoso por ser un asesino a sueldo, a quien  su esposo respetaba y recordaba con admiración.

Hoy, Carla notaba algo extraño flotando en el aire, José  silbaba bajito y la observaba de reojo, advertía un mensaje  en su  mirada, que no lograba definir y que la inquietaba, por momentos levantaba el puñal y el brillo del sol que entraba por la ventana se reflejaba en la hoja y eso lo hacía sonreír. Una vez terminada su tarea, José guardó el puñal en su caja y se preparó para ir a su trabajo, con un beso frío le dijo hasta luego y se fue. José era guardia  nocturno en un establecimiento del puerto.

 

A la media noche un suave golpe en la ventana le dio el aviso, Luis había llegado. Hacia un año que se veían a escondidas, ella encontró en su amante la pasión y la ternura que  su esposo le negaba.  Abrió la puerta, lo hizo pasar y sin preámbulos fueron a la cama.

Pasadas las cuatro de la mañana, Luis se fue, lo acompaño hasta la puerta, la noche era oscura, solo una luz  bañaba la esquina en un círculo amarillento, lo vio detenerse y encender un cigarro, ella  se estremeció de frío y entró a su casa.

Por la mañana José la despertó con un café, sonreía, era raro en él, siempre tan serio y como al pasar le dijo:

—Anoche mataron a un hombre en la esquina, cuando llegué estaba la policía, me preguntaron si lo conocía, lo miré y les dije que no, era un tipo moreno, tenía una cicatriz en la cara y no llevaba documentos.

La taza tembló en las manos de Carla, la dejó en la mesa de luz y fue al baño, se apoyó en la puerta, temblaba y lloraba, estaba segura que el  hombre asesinado era Luis.

Durante todo el día caminó como una sonámbula, José sonreía y silbaba, la miraba burlón, pero nada preguntaba. Cada tanto ella se sentaba, las piernas no le respondían, parecían de plomo. Contenía el llanto y eso era lo peor, no poder desahogar la angustia que le apretaba la garganta y la sumía en un estado de desazón terrible.

Apenas José partió a su trabajo, fue a buscar la caja con el puñal, como imaginaba, estaba vacía, rompió a llorar y sin darse cuenta fue resbalando hasta quedar sentada en el piso, perdió noción del tiempo, quedó en un duermevela que la alejo de la realidad. De pronto un suave golpe la despertó, se levanto tambaleando, vio en la ventana la sonrisa de Luis que la saludaba, abrió la puerta, lo miró asombrada y se abrazó a él entre gritos de alegría y llanto, lo beso hasta ahogarlo, acarició el moreno rostro amado, beso la cicatriz que cruzaba su mejilla y mientras lo hacía se preguntó:

—¿A quién había matado José anoche?

 

 

7 comentarios:

Ester dijo...

No lo sabremos, se confundió y lo repetirá o el no mató a nadie. Que somos muy mal pensados jeje

Rafael dijo...

¡...Ese puñal...!
Un abrazo y felicidades, es un relato bonito, como siempre.

Soñadora dijo...

Escalofriante relato! Al comienzo temí que la quisiera matar a ella. Terrible confusión que se llevó la vida de alguien más.
Abrazo

Soñadora dijo...

Escalofriante relato! Al comienzo temí que la quisiera matar a ella. Terrible confusión que se llevó la vida de alguien más.
Abrazo

J.P. Alexander dijo...

Uy que historia , me gusto como manejas el suspenso y el desenlace de la misma. Te mando un beso.

Cabrónidas dijo...

José, como el buen predador, busca el momento propicio...

Alís dijo...

Quizás era sólo el anuncio, quizás José quería asegurarse de las características del amante de su mujer. Si yo fuera Luis, pondría mucha atención esa noche al salir de la casa.

Muy bueno el relato

Besos

El puñal.

        Cada vez que veía a su esposo   afilando el puñal, Carla se estremecía. José lo cuidaba como a una joya. Había pertenecido a d...